Fundador de la Orden del Císter

Publicado el 03/28/2022

San Esteban Harding, junto con otros dos bienaventurados, fundó la Orden del Císter como reacción contra la decadencia de los Benedictinos. El Císter tuvo un enorme progreso con la entrada en sus filas de San Bernardo, el hombre de la mortificación y de la polémica, que trabó ardua lucha contra todos los adversarios de la Iglesia de su tiempo.

Plinio Corrêa de Oliveira

Deseo hacer un comentario basado en algunos datos biográficos 1 de San Esteban Harding.

Origen de la Orden del Císter

Esteban Harding, hijo de un gentilhombre inglés, se consagró muy joven a la vida monástica, en la Abadía de Sherborne, en Dorset. Enviado a Francia, hizo brillantemente el curso de Humanidades y Filosofía en la Universidad de París.

Terminados los estudios teológicos fue a Roma en peregrinación. Al volver a Francia, decidió conocer Molesmes, atraído por la reputación de esa casa. Molesmes, aunque era dirigido por San Roberto y por el Bienaventurado Alberico, había decaído sensiblemente, tal vez por las riquezas que entonces poseía.

Los dos santos acabaron abandonando la comunidad y con Esteban y el apoyo del Duque Eudes, de Borgoña, decidieron formar otro monasterio.

Ése fue el origen de la célebre Orden benedictina del Císter de la cual Esteban fue el prior en 1099 y el redactor de los estatutos, aprobados por Pascual II.

En 1109 San Esteban quedó como Abad de la nueva casa, luchando con ingentes dificultades para llevar a los religiosos a la vida perfecta y recibiendo poquísimos novicios. Comenzó entonces a dudar si su instituto era del agrado de Dios y rezó para ser esclarecido.

Recibió entonces una respuesta que lo llenó de coraje al igual que a la pequeña comunidad que allí vivía.

De Borgoña llegó un gentilhombre acompañado de treinta otros, pidiendo ser admitidos en aquella casa.

Recreación en 3D de la Abadía de Claraval en su forma original

Ese noble era San Bernardo. El año 1115, San Esteban construyó Claraval, cuyo primer abad fue san Bernardo.

De Claraval surgieron ochocientos monasterios más. Nuestro santo falleció en 1134, diciendo ir hacia Dios con el temor de ser un siervo inútil que nada había hecho de bueno; que si el Creador le concedió algún don, temía no haber hecho de él todo el uso para el cual lo recibió.

Visicitudes que se dan en las órdenes religiosas

Aquí encontramos uno de esos hechos frecuentes en la vida de las órdenes religiosas que es la fundación de nuevos ramos provenientes de la orden antigua.

En efecto, hay una dualidad de modos de proceder de la gracia con relación a las órdenes religiosas. En su origen, todas son dotadas de las gracias necesarias para el cumplimiento de la misión que Dios les ha dado y, en general, al menos en la primera fase de su existencia, ellas cumplen esa misión.

Sin embargo, a partir de cierto momento – como suele suceder con todas las cosas humanas, es frecuente, yo no digo por una fatalidad, ni por una regla general que no permita excepciones, sino por una de esas reglas generales que admiten brillantes excepciones – las órdenes religiosas pasan, después de la era heroica del fundador, de los grandes santos, de los grandes hechos, por un período de enfriamiento.

Y este enfriamiento o es cortado por algunos nuevos santos que aparecen e inspiran, comunican un nuevo impulso a la Orden, o bien va lentamente declinando hacia la decadencia. Cuando llega a cierto punto dedecadencia, se abre otra alternativa: o la orden religiosa se cierra o florece dando lugar a un nuevo ramo.

Suele ocurrir que cuando el nuevo ramo se forma resplandece con un brillo igual al de la Orden en sus mejores días y el ramo antiguo termina dejándose contagiar por el nuevo y lo sigue un poco desde lejos, como un hermano medio envejecido acompaña, con gran dificultad, la marcha del hermano menor, y acaba por dejarse influir más o menos, regenerándose y termina recobrando una cierta vida.

¿Por qué Dios permite que algunas órdenes religiosas mueran y que otras tengan su existencia maravillosamente prolongada por una gloriosa continuidad que Él – por valles y colinas y sin fundación de nuevos ramos – marca siempre la sucesión de nuevas gracias o por la apertura de nuevos ramos?

Entonces ¿por qué Dios a unos cierra o permite que se acaben y a otros Él guía de modo tan maravilloso? Es que hay ciertas órdenes religiosas – para considerar un aspecto de la cuestión, que no se agota en esto – que tienen un papel perenne dentro de la Iglesia Católica. Ellas deben irradiar un cierto perfume del que Dios no quiere que la Iglesia se vea privada nunca más, para que tenga su fisonomía, de manera que, de una forma u otra, Dios conserva aquello.

Hay otras órdenes que Dios, en su infinita sabiduría, piensa que no son indispensables para la economía general de la Iglesia. Y Él entonces les permite decaer y desaparecer.

La continuidad de la Orden del Carmen

Entre esas Órdenes religiosas, yo creo que ninguna tiene una continuidad tan maravillosa como la Orden del Carmen.

Hay un misterio de unión, de sagrada esclavitud con Nuestra Señora y de su asistencia a esta familia espiritual, por el cual ella tiene una longevidad mayor que todas las otras, no sólo si consideramos su origen, sino también su futuro.

Sin embargo, fue necesaria la reforma emprendida por Santa Teresa de Jesús. Reforma que no fue seguida por todos dando lugar a dos ramos, los Carmelitas Descalzos y los Calzados, entre los que no faltaron rivalidades a lo largo de la historia.

No obstante, en el momento en que empecé a participar en la
Orden Tercera del Carmen, me edificaba ver en su Iglesia un altar a Santa Teresa del Niño Jesús y otro a Santa Teresa de Jesús, a quien sus antepasados ​​espirituales de este ramo había combatido.

Así, dentro de la gran paz y cordura interna de la Iglesia Católica, esta animadversión terminó, las dos Órdenes se reconciliaron y todo el perfume del ramo reformado, al menos de alguna manera, pasó para el antiguo. La Orden del Carmelo volvió a brillar con toda la gloria de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz.

Acción que irradiaba a distancia

Encontramos un hecho similar en la más antigua de las familias espirituales de Occidente: los Benedictinos.

San Benito fue el Patriarca de los monjes de Occidente pues de él nació el monaquismo occidental. Él fundó una Orden religiosa gloriosa que se extendió por Europa y produjo la conversión de bárbaros en una de las situaciones más duras de la vida de la Iglesia Católica, que se encontraba devorada internamente por gérmenes de corrupción del paganismo romano, que ella misma había combatido.

Además, este mundo pagano fue acosado por los invasores bárbaros del Imperio Romano de Occidente, que eran arrianos pervertidos por un obispo, Úlfilas, o completamente paganos; a uno u otro título, ambos enemigos de la Iglesia.

Cuando se produjo el tremendo estrépito de la invasión del Imperio de Occidente por las hordas bárbaras, fueron los frailes benedictinos quienes trabajaron por su conversión. Especialmente en la parte más difícil. Es decir, donde no había penetrado el Imperio Romano y se trataba de trabajar en medio de la jungla y en lugares inhóspitos.

La conversión de Inglaterra, de Irlanda, después de Alemania, de
Suecia, de Noruega, de Dinamarca, de Bohemia, de Austria y parte de Hungría también se debió al impulso de esta inmensa familia religiosa de los Benedictinos que trabajaron por su conversión.

Cuando se produjo el tremendo estrépito de la invasión del Imperio de Occidente por las hordas bárbaras, fueron los frailes benedictinos quienes trabajaron por su conversión.

Especialmente en la parte más difícil. Es decir, donde no había penetrado el Imperio Romano y se trataba de trabajar en medio de la jungla y en lugares inhóspitos.

La conversión de Inglaterra, de Irlanda, después de Alemania, de
Suecia, de Noruega, de Dinamarca, de Bohemia, de Austria y parte de Hungría también se debió al impulso de esta inmensa familia religiosa de los Benedictinos que trabajaron de manera muy prestigiosa.

En toda la vida de la Iglesia, la Orden Benedictina conservó una especie de prestigio y estatus que todavía tiene un perfume del feudalismo medieval.

¿Cómo trabajaban? Un misionero iba a los pueblos infieles, predicaba y fundaba un convento – generalmente construido en un lugar yermo y solitario – donde los monjes comenzaban a cantar, a practicar la liturgia, a repartir limosnas a los pobres, a talar los bosques impenetrables e insalubres, a secar pantanos y
hacer plantaciones regulares. Por el prestigio que su virtud confería sobre las almas, las poblaciones se iban formando alrededor de los conventos. Incluso cuando permanecían solitarios, iban de las poblaciones personas a visitarlos, y su acción se irradiaba a distancia sobre las ciudades, y auxiliaba la acción del clero secular que en ellas se fijaba. Era, por tanto, una maravilla que una ciudad estuviera a cierta distancia de un monasterio benedictino.

Así era la Abadía de Cluny, antes de su destrucción casi total durante los días de la Revolución Francesa

Mientras los Benedictinos por esta forma convertían la Europa pagana, los monjes de Cluny – que no era un ramo de los benedictinos, sino una federación de abadías benedictinas autónomas en Europa – preparaban el florecimiento espiritual, cultural, artístico, político y militar de la Edad Media.

Cluny fue el alma de la Edad Media. No como un nuevo ramo sino como un rincón de flores que de repente comenzó a derramar perfumes especiales dentro de la familia benedictina y se extendió por toda Europa.

San Esteban funda el Císter y Nuestra Señora le envía una señal equivalente al nacimiento de un sol

San Esteban Harding recibió el signo por el cuál dia y noche clamaba al Cielo

Después de una gloriosa dinastía de abades, de haber dado Papas como San Gregorio VII, los cluniacenses también comenzaron a declinar. En este contexto, se insiere el episodio narrado anteriormente de San Esteban Harding. Un santo que viene de Inglaterra y entra en un convento benedictino en decadencia,
donde encuentra otros dos santos, pero ellos no consiguen volver a levantar a los monjes decrépitos.

Entonces se van y forman otro ramo con una disciplina mucho más estricta y severa que la de los Benedictinos. Comienza un apostolado tan pequeño, tan incierto que incluso el Superior dudaba de si era voluntad de la Providencia que aquello floreciese o no y pidió una señal.

Nuestra Señora, Madre de todas las buenas iniciativas de la Iglesia, entregó risueña, el más hermoso de los signos. Llega un caballero, Bernardo, acompañado de otros treinta, para enriquecer esta abadía. Resulta que la llegada de San Bernardo no es cualquier cosa: es como un amanecer. Él es uno de los soles de la Iglesia católica y de la devoción mariana. El Doctor mellifluus 2 quien, como nadie, alabó la bondad y la misericordia de la Santísima Virgen. Por excelencia, el hombre de la penitencia, de la mortificación y de la polémica, que estuvo en una dura lucha con todos los adversarios de la Iglesia de su tiempo.

Especialmente con quién se puede considerar, en mi opinión, la vanguardia del progresismo; una figura abominable, heterodoxa y repugnantemente sentimental: Pedro Abelardo.

San Bernardo con los treinta caballeros, dio tanto aliento a este ramo nuevo benedictino, que el antiguo quedó más o menos para atrásy comenzó el florecimiento de la Orden Benedictina bajo un nuevo aspecto.

Monjes cistercienses en España

¿Qué hacía este ramo? Lo que los cistercienses llevan a cabo todavía hoy: silencio completo, trabajo manual, estudio, clausura total, sólo saliendo de vez en cuando para misiones, perfumadas con toda la belleza y unción de la vida enclaustrada y que aportan una densidad de especial riqueza espiritual debido al carácter contemplativo de esos misioneros.

Hacen una misión y vuelven al monasterio nuevamente.

Podemos imaginar la sensación del pueblo al ver entrar en la iglesia y subir al púlpito un fraile que, como previamente explicó el párroco, es un hombre que nunca habla, que mantiene un silencio perpetuo, que es un preso voluntario que nunca abandona los muros de su propio monasterio. Un hombre, por tanto, que al hablar infunde un cierto miedo en miles de personas, ya que
el silencio perpetuo es una cosa que asusta mucho y la reclusión voluntaria es una especie de imagen del confinamiento involuntario y trae consigo las mortificaciones de ese estado.

El hombre sube al púlpito portando una túnica blanca – lo contrario de los benedictinos que siempre van vestidos de negro – y un escapulario negro, con la tonsura característica, trayendo en el rostro esos rasgos típicos del verdadero contemplativo. Se pone a decir cosas extraordinarias, verdades elevadas, apunta de frente a las personas cuáles son sus vicios, los invectiva y los estimula a practicar la virtud y a polemizar con los adversarios. Cuando termina el sermón, la gente se sorprende al ver a este hombre montarse en un caballo o en un burro y partir solo para su convento, dejando tras de sí a las multitudes atónitas. Se comprende cuál es el valor y el prestigio de este apostolado.

Extraído de conferencia del 17/4/1971

Notas
1) No disponemos de los datos bibliográficos del trabajo citado.
2) Del latín: Doctor Melífluo.

 

 

 

 

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