Gloriosa noche coronada de contradicciones

Publicado el 12/24/2021

Señor Jesús ¡con cuántas contradicciones quisisteis coronar la  noche mil veces gloriosa de vuestro Santo Nacimiento!

“Corona” sí: es precisamente este el vocablo que conviene a ese conjunto de circunstancias con que quisisteis cercar la hora tan rica en símbolos de gloria y de dolor, en la cual, naciendo de las entrañas de la Virgen Madre, iniciasteis la marcha esplendorosa que, conduciéndoos de la gruta de Belén hasta lo alto del Tabor, y de este último al Calvario ¡habría de tener su término final en el momento glorioso y terrible en que destruiréis al Anticristo, cerraréis por un terrible decreto de exterminio la Historia de la humanidad y bajaréis a la Tierra para iniciar el juicio de todos los hombres!

Contemplando esas escenas de dolor y de victoria, de glorificación suprema como de condenación inexorable y extrema, situamos la Fiesta de vuestro Santo Nacimiento en su plena perspectiva histórica. Sí, una perspectiva en la cual Dios y el demonio, el Cielo y el Infierno, en un contraste implacable, en una lucha suprema, habrían de rematar sus golpes hasta el momento en que, cesada la Historia, solo restarían en confrontación los buenos y los malos, unos destinados por la Justicia eterna a la felicidad entera, perfecta, gloriosa y sin fin, y otros para el abismo perpetuo e insondable de dolores, de oprobios y de vergüenza, donde todo no es sino derrota, fracaso, gemido y rebelión perfectamente inútil.

En la Noche de Paz los Ángeles cantaron “Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos, y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14). Sí, a los hombres de buena voluntad. Sin embargo, ya había también bajo la bóveda celeste, constelada de estrellas, hombres de mala voluntad. Ciertamente no era para ellos – los malditos, los réprobos – el anuncio de la paz, mas el de una inexorable y total desgracia.

Vos quisisteis que rodeasen vuestro Pesebre no solo las glorias estridentes que tocan en la infinitud de vuestra Santidad, sino también las dulzuras insondables del perfecto Corazón de Madre que os adoró desde el primer instante de vuestra concepción.

Es en el ápice de todas esas perfecciones que nuestros ojos os contemplan hoy, en la noche de Navidad. De tantas contradicciones, al mismo tiempo magníficas y supremas, deslumbrantes y terribles, se desprende una enseñanza que, suplicantes, os pedimos marquéis en nuestros corazones.

También el mundo contemporáneo está inmerso en la contradicción entre la verdad y el error, el bien y el mal, la belleza y la hediondez. Por un lado, os contemplamos, Señor Jesús, y a vuestra Santa Madre, junto a quien refulge la santidad de José; y de otro, vemos el océano de las ignominias, de los crímenes, de las bajezas en las cuales se va precipitando el mundo “totus in maligno positus est” (El mundo entero yace en poder del Maligno) (1Jn 5, 19).

Para donde echemos un vistazo, algo vemos u oímos que ofende, ultraja y conspira en Vuestra contra. No hay lo que no concurra a escarnecer, golpear, hacer sangrar y arrastrar la Cruz.

En vuestro entorno, todo es contradicción, en el sentido de que casi no hay sino mal, y este es esencialmente contradictorio.

Señora de los Dolores, haced que comprendamos esta hora de contradicción, permaneciendo genuflexos a los pies de la Cruz, más al mismo tiempo erguidos y audaces como guerreros, como Ángeles en pleno campo de batalla. Combatientes implacables, de corazón abrasado de amor a Vos y a vuestro Divino Hijo, para aplastar el mal, destrozar las contradicciones, elevaros al pináculo de la gloria de vuestro Reino ¡oh María! 

Plinio Corrêa de Oliveira, Conferencia del 23/12/1993.

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