Oh, Madre del Buen Consejo, tened compasión de mí en los desaciertos y en las perplejidades en que mi alma culpada se encuentra. En medio de todas mis miserias, vuestra gracia me da la convicción de que es mejor cualquier padecimiento a continuar como estoy. Por lo tanto, si la condición para dejar el estado infeliz en el que me encuentro es que Vos me hagáis sufrir, os pido la fuerza para soportar el sufrimiento que me enviéis. De rodillas y manos juntas, con toda mi alma, oh, Madre mía, os pido el sufrimiento necesario para que yo sea totalmente vuestro.
Sin embargo, si fuese posible unirme enteramente a Vos sin ese sufrimiento, os suplico que apartéis de mí ese cáliz. Pero, a ejemplo de vuestro Divino Hijo, os digo: ¡Hágase tu voluntad y no la mía, Madre de misericordia, pues Vos sois el canal necesario, por designio de Dios, para que subamos hacia Él y para que las gracias vengan hasta nosotros.
Madre del Buen Consejo, os pido una vez más, ¡tened piedad de mí!
Plinio Corrêa de Oliveira