
Un hecho doméstico y corriente: Falta leña para el almuerzo…
11 de febrero de 1858, época de riguroso invierno en la región de los Pirineos. El tiempo está frío y la neblina, con su humedad, penetra hasta los huesos.
Se aproxima el medio día, que trae consigo una dificultad para los habitantes de Cachot. Cuando Luisa iba a comenzar a preparar el pobre almuerzo, notó que la leña se había acabado completamente. En esta época, el matrimonio Soubirous ya tenía 4 hijos: dos niñas, Bernardita y Antonieta, y dos niños, Juan y Pedro, y necesitaba alimentarlos. Era necesario resolver el problema y sin demora.
Bernardita, sofocada por el asma, encuentra un buen pretexto para salir a tomar un poco de aire fresco: se ofreció para ir a buscar leña. Se prepara para salir con su hermana menor, Antonieta, entonces se suma a ellas una vecina, Juana Abadie, que se dispone a acompañarlas.
Luisa, siempre preocupada con la salud de la hija, la llena de recomendaciones, le manda ponerse sus medias de lana y colocarse una especie de velo, también de lana, abrigo típico de los Pirineos.
Salen las tres amiguitas haciendo resonar sus zuecos, por las callejuelas estrechas, bordean el cementerio, atraviesan el Puente Viejo y llegan a un descampado.
Andan un poco más y alcanzan el río Gave, en un lugar por donde era difícil pasar, pues las aguas del río se mezclaban con las de un riachuelo y bañaban la parte inferior de una enorme roca, casi en picada, en cuya base existe una gruta, que era conocida como Massabielle, que en dialecto local quiere decir “Roca Vieja”.
La gruta está llena de pedazos de ramas traídas por la corriente: un verdadero regalo.
Las dos compañeras atraviesan el riachuelo saltando; llegan a llorar de tan fría que está el agua, se secan los pies con las faldas y comienzan a saltar para calentarse.
Al recordar los consejos de su madre, Bernardita les pide que lancen piedras sobre la corriente para que consiga pasar sin descalzarse. Ellas, rechazan este pedido diciendo que se quite las medias y los zuecos, como ellas mismas lo hicieron.
Aislada de las otras dos amigas, busca un lugar para atravesar más fácilmente y no lo consigue. Se agacha para quitarse la media del pie derecho, cuando oye un fuerte ruido producido por el viento y observa que una hilera de árboles está completamente inmóvil, lo que le causa extrañeza. Comienza a quitarse la media del otro pie, cuando oye el mismo ruido del viento impetuoso.
Mira entonces en dirección a la Gruta y percibe un movimiento en un rosal silvestre, que pende de la base de un orificio que hay en la roca, su forma es ovalada, como esos nichos en que se colocan las imágenes en las iglesias.
Primera Aparición: Una claridad – una sonrisa
Al mismo tiempo, una claridad comienza a iluminar progresivamente la cavidad de la roca, llegando a quedar intensamente brillante, pero sin encandilar, al punto de poderse contemplar con suavidad, como si fuese un magnífico poner de sol.
He aquí, que de súbito en el centro de la claridad se ve surgir la figura de una muchacha muy joven, de deslumbrante hermosura, pequeña estatura, majestuosa y sonriente, con un vestido blanco que cae hasta el piso y con un velo del mismo color. El vestido estaba sujeto a la cintura con una cinta azul, cuyas puntas llegaban hasta la altura de las rodillas.
Dos rosas doradas posan sobre los pies descalzos, casi totalmente cubiertos por el vestido. un gran rosario pende del brazo derecho, con las cuentas relucientes, la cruz y la cadena eran doradas. Las manos estaban co- locadas a la altura del pecho.
La bella doncella, hace un gesto de acogida, invitando a Bernardita a aproximarse, pero ella no se atreve, pues se siente invadida por una sensación extraña, como quien es absorbida por el ser que contempla. Ella, juzga que puede ser una ilusión, se refriega los ojos, aguza la vista, la fulgurante joven de indescriptible belleza, allí está, siempre risueña.
En un acto reflejo, Bernardita, se lleva la mano al bolsillo del delantal y toma su rosario para con él, trazar la señal de la cruz en un instinto de defensa, pero su brazo es inmovilizado por una fuerza invisible; nuevamente Intenta persignarse y una vez más su brazo es paralizado. La sensación extraña que la invadía aumenta, y comienza a sentir miedo. Su mano empieza a temblar.
En este momento, la Dama de la visión, toma el rosario que tenía en el brazo y comienza, Ella misma, a hacer la señal de la cruz. Bernardita entonces, consigue sin dificultad alguna, acompañar el gesto y traza junto con Ella una grande, solemne y majestuosa señal de la cruz. Acto continuo, todo el miedo y la extraña sensación desaparecen.
Bernardita, se arrodilla y comienza a rezar el rosario en compañía de la maravillosa Dama. Esta hace correr las cuentas, pero sin mover los labios.
Terminado el rosario, la joven de la Aparición repite el gesto de invitación para que la niña se aproxime, pero de nuevo, ella no se atreve.
Instantáneamente, como se apareció, sin intercambiar palabra la Visión desaparece y enseguida se va apagando lentamente la luminosidad, quedando la cavidad fría y sombría como antes del suceso.
De vuelta a la vida corriente
Bernardita, nunca fue una soñadora. A pesar de sentirse totalmente embelesada por lo que acaba de ver, ella se agacha para quitarse las medias que habían quedado en los tobillos y atraviesa el riachuelo. Al contrario de sus amigas, no siente fría el agua.
Absorta y completamente arrebatada por lo que viera, con el vivo recuerdo de la resplandeciente joven, busca un pretexto para decir algo a sus compañeras: “ustedes son unas mentirosas, el agua no está fría”.
Durante todo el tiempo de la Aparición, ellas habían protestado por la pereza de Bernardita que no había recogido la leña y ahora la critican, juzgándola de ser una beatería fuera de propósito: “No basta rezar en la iglesia. Es hora de trabajar”.
Sin que esto le importara, Bernardita observa detenidamente la Gruta, el rosal silvestre inmóvil y el nicho de roca donde estuvo la Dama, ahora totalmente vacío y oscuro. Segura que no estaba soñando, sino delante de una realidad, pregunta a las otras si vieron algo de especial.
Ellas responden que no, pero notan algo diferente en Bernardita y le insisten para que les cuente lo que sucedió.
Bernardita, acaba relatando lo que había visto, pero bajo condición de secreto… lo que no sería cosa fácil de guardar entre niñas.
Hacen atados con la leña recolectada y parten de regreso a casa cargando el precioso fardo. Antonieta, luego de llegar a casa, cuenta a su madre la historia de Bernardita. Luisa, queda profundamente preocupada sin saber qué pensar pero toma una decisión:
-Hija mía, usted está prohibida de regresar a esa Gruta de Massabielle.
En la noche, durante las oraciones que invariablemente la familia hace en conjunto, sin saber porqué, Bernardita no consigue contener las lágrimas durante la invocación: “oh, María concebida sin pecado…”
Ella siente una voz en el corazón, que la invita a regresar a aquella roca y volver a ver a aquella Señora de gran belleza. Con todo, para ella el asunto parece terminado, pues está decidida a obedecer a su madre. ¡Parece todo acabado!