
Inicio de las dificultades
A Bernardita, sus padres le prohibieron volver a la Gruta con la recomendación de olvidarse de todo: “Fue un sueño, no pienses más en eso”.
En la ciudad, las personas moviendo los hombros con indiferencia decían: “¡Ah! Esto es una travesura infantil. Que tengan buen juicio…”
En el colegio, Bernardita enfrenta mayores dificultades. Las religiosas del colegio proclaman en coro: “Es una ilusión, olvídese de eso”.
Una señora, encargada de la disciplina, prefiere no quedar apenas en palabras, le da una sonora bofetada en la cara, y luego exclama:
¡Esta bofetada, es para que usted acabe con ese carnaval en plena cuaresma! Tome juicio!
Esta afrenta, sin embargo, no afecta en nada a Bernardita: su mente, está de tal modo embelezada por lo que sucederá en la Gruta, que no podría prestar atención a la afrentosa bofetada. Años más tarde, la agresora le fue a pedir perdón a Bernardita. La vidente, no se acordaba de la ofensa…
Sus compañeras de escuela, lo único que quieren, es saber de burlas y provocaciones infantiles, sin embargo, no son menos dolorosas e hirientes para una niña.
Sin embargo, nada perturba a Bernardita, que guarda bien en el fondo del alma, de manera indeleble, la sonrisa y la bondad indescriptibles de aquella Señora.
Ella intentará olvidar… lo inolvidable, para no desobedecer a sus padres.
Tercera aparición – Una voz dulce y fina
La situación parece no tener solución, cuando aparece en escena un personaje excéntrico: Doña Juana Mollet, quien es una mujer activa y emprendedora. Ella, consiguió obtener una buena fortuna casándose con su propio patrón, y acostumbra dar trabajos y quehaceres a Luisa, madre de Bernardita.
Ella, resuelve esclarecer ese asunto y exige que Bernardita pueda volver a la Gruta, pero en el mayor secreto posible, bien tempranito e irán solo tres: Doña Juana, su costurera, Antonieta y la vidente.
El jueves, día 18, luego de asistir a la misa parroquial, exactamente una semana después de la primera aparición, van camino de Massabielle, aún en plena noche, pues el sol se levanta tarde en esa estación del año. Caminan con todo cuidado, para no llamar la atención de nadie.
Van provistas de papel, pluma y tinta, pues quieren, que quien se aparezca, se identifique claramente y exprese lo que desea.
Al llegar, encienden una vela y comienzan a rezar el rosario. En la segunda decena, Bernardita, ve relucir el conocido fulgor luminoso en el nicho y murmura:
– ¡Ella está ahí!
Continúan el rezo del rosario, ahora en ritmo irregular, hasta que en cierto momento la Aparición hace una señal a Bernardita, para que se dirija hasta una cavidad interna de la roca, casi al nivel del suelo, en donde queda bien junto de la Dama, tan cerca, que podría tocarla, llegando a verse cara a cara. Ella, continúa con su sonrisa tan acogedora, que Bernardita, llena de confianza, le presenta el papel y la pluma, diciendo:
– ¿La señorita quiere tener la bondad de escribir su nombre y lo que desea? Por primera vez, Bernardita, oye la voz dulce y fina de aquella Dama, aún sonriente:
“No es necesario”.
Tomando entonces un aire serio, formula una invitación a Bernardita:
“¿Quieres darme el placer de venir aquí durante quince días?”
Bernardita, acepta la invitación sin la menor vacilación y se siente confundida con tanta deferencia. Jamás en su vida, había sido tratada con tanta bondad y respeto. Su respuesta positiva, atrajo una promesa:
“No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero, sí en el otro”.
Magnífica y austera promesa, que marcará toda la vida de Bernardita. Compenetrada de la seriedad de lo que acabara de oír y del compromiso que asumió, ella vuelve a su lugar y prosiguen el rezo del rosario, al final del cual, desaparece la Visión.
Al regreso de la Gruta, Doña Juana, pasa triunfante por el Cachot e informa a Luisa que su hija prometió ir a la Gruta por quince días. Pero que ella quede tranquila. Irán solamente las tres, siempre en el más completo sigilo. En Lourdes nadie sabrá de nada… ¡Palabra de Juana Millet!
A los padres de Bernardita, esto no les gusta, pero prefieren resignarse, para no desagradar a esa patrona ocasional.
Entre el 19 y 21 de febrero: “¡Huye!, ¡Huye!”
Y el “secreto”, continúa circulando…
Está comenzando la famosa quincena de las Apariciones, prometida por Nuestra Señora y aceptada por Bernardita.
En el día 19, cerca de 10 personas acompañan a Bernardita a la Gruta, todas ellas comprometidas, claro está, a “no contar a nadie”.
La noticia se va esparciendo por la región y comienza a afluir gente a la Gruta. El día 21, más de una centena de personas asiste al lugar de la aparición.
El demonio no podía estar satisfecho y coloca su pata.
En uno de esos días, en cierto momento comenzó un ruido infernal del otro lado del río, con algazara y gritos violentos: “¡Huye! ¡Huye!”.
Bastó, que la “Aparición” volviera la mirada hacia el lado de donde provenía el alarido, que el ruido cesó por completo.