Última aparición, 3 de marzo
Cerca de veinte mil personas, se apiñan en las inmediaciones de la Gruta. Pocos son los privilegiados que pueden contemplar a la vidente.
Algunas personas están allí hace cinco e incluso seis horas, de pie, sin dormir, sin comer, en una posición incómoda, pues es tal el apretujamiento que ni siquiera se pueden mover.
Entretanto, en medio de ese apiñamiento de verdaderos racimos de gente, se observa un profundo recogimiento. La oración silenciosa es lo que predomina, acompañada sin duda, de cierta efervescencia a la espera de prodigios espectaculares.
La hora de llegada de Bernardita siempre ha sido a las 7 de la mañana. Pero hoy, debido a la misa por el alma de una tía fallecida, ella se atrasó. Sólo llegó alrededor de las siete y quince.
¡Esos 15 minutos, fueron más largos que toda la noche! ¿Qué habrá sucedido? Es lo que todos se preguntaban. ¿Bernardita fue secuestrada? un vocerío comienza a levantarse en medio de algunas protestas.
Pero tan pronto llegó la vidente, volvió a reinar un gran silencio.
Bernardita, con dificultad, llega a su lugar e inmediatamente enciende la vela. Traza aquella majestuosa señal de la cruz y comienza a rezar el rosario. Como siempre, en la segunda decena, se produce el asombro de todos aquellos que consiguen verla hacer su gracioso saludo, sus ojos se fijan en la hendidura de la roca y el mundo exterior desaparece para ella. Su rostro refulge a la luz de aquello que contempla.
El misterioso coloquio con lo sobrenatural
La aparición será de las más largas.
El comisario Jacomet, está presente con sus soldados, para examinar atentamente a Bernardita. Se coloca bien en frente de ella y observa de manera minuciosa, anotando todo, inclusive que Bernardita sonrió 34 veces e hizo 36 salutaciones. (LDA 1,204-7)
Bernardita, demoró cerca de media hora para rezar los dos rosarios, terminados estos, se dirigió hacia la cavidad interior de la Gruta, lugar de las conversaciones. Ella está ahora bien juntito de su Dama, contemplándola cara a cara, en un coloquio del cual nada se oye. Ahí se demoró cierto tiempo, con la mirada fija en el Ser que contemplaba. Ella sonríe, hizo dos salutaciones y volvió para el sitio delante del nicho exterior.
Ella, completa la totalidad del rosario rezando unos misterios más, nuevamente al fondo de la Gruta. Al cabo de algunos minutos, se vuelve al lugar de costumbre, recobra su color natural, apaga la vela y se retira silenciosa, seguida por las miradas de los presentes.
Durante todo ese tiempo, el silencio fue aún más profundo. Se escuchaba el canto de los pájaros y el rumorear de las aguas del río Gave. Los que podían, se arrodillaban, muchos ojos estaban bañados en lágrimas. Algo de la alegría de Bernardita, se transmitía a no pocos de los presentes.