La noche del 24 de marzo en Lourdes, reina la calma nuevamente. Los acontecimientos de la Gruta, se han convertido para muchos en un recuerdo cada vez más lejano. Bernardita, con el pasar de los días ha vuelto al silencio y al anonimato. Y todo esto con gran satisfacción de las autoridades civiles.
El 25 de marzo de 1858 es la festividad de la Anunciación la cual, suscita en muchos la secreta esperanza de que algo extraordinario va a suceder.
Bernardita, experimenta nuevamente aquella “fuerza irresistible” y acude a la Gruta hacia las cinco de la mañana. La acompañan sus padres. Creen estar solos, pero no, notan en la oscuridad muchas sombras en movimiento.
En la Gruta está también el Comisario Jacomet, implacable vigilante de la Vidente. Por tres veces Bernardita le pide a la Aparición su identidad: ¡Finalmente llega la respuesta! Escuchemos directamente a Bernardita:
“Después del Quincenario, le pregunté todavía quién era y por tres veces consecutivas. Pero Ella no hacía más que sonreír. Me atreví a preguntárselo una vez más; esta vez elevó los ojos al cielo, juntó las manos ante el pecho y me dijo: ¡Yo soy la Inmaculada Concepción! Fueron las últimas palabras que me dirigió. Tenía ojos azules”.
Bernardita, de la Gruta se dirige directamente a la casa canonical para referir al párroco la identidad de la Aparición. Tiene el semblante iluminado. En cambio, el Padre Peyramale al oírla, queda sorprendido y desconcertado. En la frase de Bernardita ha comprendido todo.
Se siente repentinamente como el verdadero derrotado en esta historia. Está cada vez más convencido que los sucesos de Massabielle tienen algo de sobrenatural y que la humilde Bernardita, se está convirtiendo en la mensajera de la Inmaculada para Lourdes y para el mundo entero.
7 de Abril de 1858
La aparición tiene lugar hacia las cinco de la madrugada. Están presentes un centenar de personas, entre éstas el Dr. Dozous.
Durante esta aparición se verifica el “milagro del cirio”.
Mientras está en éxtasis, Bernardita por 10 o 15 minutos tiene las manos juntas en torno a la llama del cirio y sin sentir nada. La llama, movida por el viento, pasa a través de sus dedos sin quemarlos.
Terminado el éxtasis, Bernardita con gesto repentino retira las manos y deja caer el cirio. El Dr. Dozous, que observa atentamente, se acerca en seguida para examinar las manos de la niña: están perfectamente intactas, sin ninguna señal de quemadura. Este hecho determina su conversión definitiva.
16 de Julio de 1858 – Última Aparición
A esta última de las apariciones, Bernardita no hizo nunca alusión en sus declaraciones del 17 de noviembre de 1858 ante la subcomisión de Investigación y del 7 de diciembre de 1860 ante el obispo Mons. Laurence.
¿Cuáles son las razones de este silencio? Probablemente Bernardita consideró esta aparición como exclusivamente personal y reservada. De ella nos hablan varios testimonios.
El 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, la Gruta está todavía cercada por la ordenanza del Gobernador y la prohibición de entrada está todavía en vigor.
Bernardita, siente en su interior “la irresistible invitación”. ¿Qué hacer? ¿Renunciar o desobedecer a la ordenanza gubernamental y caer en las sanciones previstas por la ley? La tía Lucila Casterot halla una solución: Irán juntas a la Gruta por otro camino.
Toman el camino para Pau y acuden al lugar por la orilla opuesta del río, a una distancia de 150 metros aproximadamente de la Gruta cercada. Esta zona no está incluida en el perímetro de la prohibición gubernamental.
Desde aquí Bernardita ve por última vez a la Virgen Inmaculada. Dirá más tarde:
“No veía ni la barrera ni el río Gave. Me parecía estar delante de la Gruta como las otras veces. ¡Veía solamente a la Virgen. Nunca la vi tan hermosa!”
El éxtasis duró aproximadamente un cuarto de hora. Terminada la aparición, Bernardita se levanta con su acostumbrada actitud lenta y recogida. En su semblante se lee la mayor felicidad.
La noticia de esta última aparición permanece en un círculo muy restringido de personas. Ni siquiera el atento Comisario Jacomet llegará a enterarse del asunto.
Se cierra así el ciclo de las Apariciones.
Ha nacido verdaderamente Lourdes, destinada a llegar a ser una historia de fe, un mensaje de esperanza, una invitación constante a la oración y a la penitencia, un faro encendido de la Virgen Inmaculada para millones de hombres deseosos de encontrar el sentido de Dios en sus vidas.