Iglesia perfecta y alegría del mundo entero

Publicado el 11/16/2021

Hecha de cristal, la Sainte-Chapelle es el auge de la belleza, de la proporción, de la unión, de la unción regia y de la gravedad divina. La Catedral de Notre Dame, no obstante, es el monumento que mejor expresa el espíritu francés en su equilibrio perfecto. Otrora quisieron demolerla: he allí el síntoma de la decadencia extrema de la sociedad.

Plinio Corrêa de Oliveira

La Sainte – Chapelle, capilla mandada a construir por San Luis IX para albergar una de las espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo, esta engastada en el Palacio de Justicia del tiempo de San Luis – el cual fue destruido casi completamente – y expresa, a mi ver, el apogeo de la sonrisa francesa.

Capilla hecha de Cristal

Interior de la Sainte-Chapelle, París, Francia

Es una Capilla a respecto de la cual puedo decir que no conozco cosa más piadosa que ella. Es admirable. Expresa el alma de quién reza como se debe rezar, focalizando su espíritu en Dios y procurando hablar con Él con la confianza filial, la veneración sin nombre, la adoración excelsa. ¡Es una capilla hecha de cristal! Tiene unas columnas finas que se levantan hasta el techo, separando un vitral de otro. Pero entre vitral y vitral sólo hay esas columnas muy delgadas, muy finas.

Esa obra prima se manifiesta cuando los vitrales están bien iluminados en días de sol. Allí no se refleja sólo el alma que está rezando, sino algo que nos habla de Dios en cuanto atendiendo nuestra oración. De manera que tenemos la impresión de que estamos hablando y que nuestra voz encuentra en aquellos cristales una cierta receptividad, como si la voz golpease en una concha de bronce o de cristal y de allí volase, saliendo depurada y más bella, hacia arriba.

Los vitrales de la Sainte Chapelle se elevan hasta el techo, recordándonos el cielo

Se tiene la impresión de que de lo alto viene la respuesta, al mismo tiempo divina, infinita, grandiosa, maternalmente venida a la mente no sé de qué modo, medio menuda para estar en la pequeña proporción del hombre, que no tiene miedo de que Dios truene con él. Se puede decir que el fiel reza sonriendo y que Dios sonríe cuando habla con él.

Es un encuentro entre dos sonrisas, flores de seriedad, de meditación, de fe, de gracia que se encuentran y se funden en un cierto punto del aire. 

Ese es el verdadero encuentro del alma con Dios cuando reza mirando aquellos cristales. Eso es el auge de la belleza, de la proporción, de la unión, pero no basta la sonrisa, por más que ella sea excelente, piadosa.

La sonrisa no es una actitud que abarca el conjunto de nuestras relaciones con Dios, ni de las expresiones del universo creado por Él.

Unción regia, gravedad divina, seriedad majestuosa

 

Picaflor común

Dios creó cosas lindas que producen muchas veces sonrisa. Quién ve un picaflor pasando de flor en flor ysuccionando la miel no puede dejar de sonreír. Pero si él piensa que está al día con Dios a propósito de aquel picaflor porque sonrió enternecido, no comprendió. La sonrisa es una de las fases del pensamiento humano, pero de hecho este vuela más alto, es más serio, más profundo. La sonrisa es uno de los aspectos panorámicos de nuestro itinerario hacia lo Absoluto, pero no es la razón de nuestro mirar hacia alguna cosa.

Interior de la Sainte Chapelle en la planta baja

Por ese motivo, la propia Sainte – Chapelle tiene una unción regia, una gravedad divina, una seriedad majestuosa y compuesta, dentro de la cual la sonrisa es un aspecto. Por más que se glorifique ese aspecto, él no deja de ser algo colateral que no puede ser transformado en lo principal. Por el contrario, es una especie de momento en que Dios hace al hombre descansar un poco. No es descansar de Él, sino que es mostrar en Él y en sus criaturas aspectos hechos para aliviar al hombre en este valle de lágrimas.

Ardilla en Queen’s Park. Toronto, Canadá

Por ejemplo, las ardillas. ¡Su conducta, ese ‘comprender’ los juegos que hacemos y ese casi jugar con nosotros! Se ve que ese animalito fue hecho por Dios para que el alma se deleitase, sonriese, pero después subiese más alto y pensase: “Cómo Dios es grande. No obstante, en su grandeza cabe tanta bondad que, al dar a los hombres todas esas magnificencias, aún dejó una ‘caja de bombones’ para que los hombres se deleiten. Esa ‘caja de bombones’ es el conjunto de cosas encantadoras de la Creación, de las cuales el hombre puede usar de vez en cuando.”

Una de las mejores expresiones de Nuestra Señora

Vista de la Catedral de Notre – Dame

¿Hay un monumento que exprese el espíritu francés en su equilibrio, en su plenitud, donde la sonrisa está  presente como elemento colateral, pero que no es la nota dominante?

Ese monumento – a mi ver, perfecto – es la Catedral de Notre – Dame de París, a propósito de la cual me acuerdo de las palabras de la Escritura sobre Jerusalén, llamándola de Ciudad Perfecta, alegría del mundo entero (Cfr. Lm 2, 15). Me parece que Notre – Dame es la iglesia perfecta y la alegría del mundo entero.

¿Ella sonríe? Es evidente. ¿Ella es seria? Es evidente. ¿Ella es heroica? Es evidente. ¿Ella es maternal? Es evidente. ¿Ella es mimosa? Es evidente. ¿Ella es imponente? Es evidente. No hay nada que ella no tenga de un modo discretamente evidente.

Hay ciertos monumentos que a mí me desagradan porque tienen un aire de quién dice: “¡Mire, aquí estoy yo!” Se tienen ganas de responder: “¿Y yo que tengo que ver con eso?”

Vista aérea de la Catedral de Notre-Dame de París

La catedral de Notre – Dame no es así, ella está presente en París como una madre que está visitando a un hijo. Mientras está allí, ella es la reina de la casa, hacia ella se vuelven las atenciones, es el centro de todos los cariños, de todas las veneraciones, de todos los respetos, pero ella no le quita el lugar a nadie, no empuja a nadie con los codos, no mira a nadie de arriba para abajo; ella apenas dice: “Yo soy la madre.”

Esa nota maternal que debe haber hecho pulsar el corazón de tantos cruzados define bien la iglesia de Notre – Dame. Yo venero y quiero tanto esa iglesia que en la orla de los acontecimientos previstos en Fátima, si Nuestra Señora me permite, le pediré a Ella: “Madre mía, castigad
a quién quisiereis y como quisiereis. No castiguéis a la iglesia de Notre – Dame, porque ella es una de las mejores expresiones de Vos misma en esta tierra de pecado.”

Termómetro de la extrema decadencia de la sociedad

Fachada lateral de Notre-Dame de París

En las vísperas de la Revolución Francesa, Francia había llegado a tal grado de decadencia que el Consejo de Estado, bajo la presidencia del Rey, había firmado una resolución para demoler la Catedral de Notre – Dame como iglesia anticuada, no correspondiendo más a los anhelos estéticos de los tiempos nuevos, para ahí fuese construido un templo griego inspirado en los templos de la antigüedad pagana.

Por ahí vemos, en un sólo lance, a qué extremos llegó la decadencia de aquella sociedad. Los hombres eran tan revolucionarios que los nobles, cuyas cabezas la Revolución cortó, querían derrumbar la Catedral de Notre – Dame, esa iglesia medieval que todos los pueblos de la Tierra quieren contemplar cuando van a París, símbolo perfecto de la Contra – Revolución, para substituirlo por un templo que representaba perfectamente la Revolución de aquel tiempo. Sería la implantación de los restos del paganismo – derrumbado, destruido, rechazado, pisoteado por los siglos – que debería ser restaurado en París. Se comprende el desorden, el caos y la decadencia de Francia que eso representaba.

Extraído de conferencia del 31/10/1994

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