Intimidad que invita a que el espíritu se eleve

Publicado el 01/11/2023

El estilo burgués alemán, sin llevar directamente a la oración, crea las condiciones para que el espíritu quiera rezar y a sentirse bien cuando reza. En él, el arte busca expresar el buen sentido, el pudor, el recato, la estabilidad, la continuidad, el equilibrio de las cosas bien ordenadas de esta Tierra, y la creación de un orden que permita más al espíritu humano elevarse a lo más alto de lo que, de por sí, lo eleva.

Plinio Corrêa de Oliveira

Creo que en ningún país del mundo la vida burguesa, en lo que tiene de legítimo y digno, alcanzó grados de desarrollo como en Alemania y, con ella el incremento de un valor artístico del orden burgués, sin el cual no se comprende lo que es la aristocracia.

El espíritu aristocrático y el burgués

Catedral de Colonia, Alemania

En cuanto que la tendencia a los pináculos y a servirse de los valores culturales para considerar continuamente lo más elevado es peculiar al espíritu aristocrático, y establece junción entre este y el espíritu religioso; en el espíritu burgués, el arte procura expresar el buen sentido, el pudor, el recato, la estabilidad, la continuidad, el equilibrio de las cosas bien ordenadas de esta Tierra, y la creación de un orden que permita más al espíritu humano elevarse a lo más alto de lo que de por sí, lo eleva.

Por ejemplo, la Catedral de Colonia es un edificio eminentemente aristocrático. Ella eleva el espíritu humano a todo cuanto hay de más alto.

Ya una casa burguesa alemana, a pesar de hasta tener su techo en forma de cono, no se puede decir que eleva el espíritu humano a lo más alto. Ella crea condiciones para que él se eleve por sí mismo, pero es una cosa diferente.

Ambiente que invita a la intimidad

Antigua Cámara Municipal de Bamberg, junto al Río Regnitz

 

Analicemos, por ejemplo, algunas construcciones alemanas típicamente burguesas, una de ellas utilizada probablemente para la Intendencia u otro órgano público, lo que se nota a causa del blasón y del reloj, característicos de edificios de ese género. El estilo es típico de las pequeñas ciudades burguesas, incontables en la Alemania medieval, muchas de las cuales aún se conservan hoy en día.

Se ve una casa más o menos de la misma época, enteramente coadunada con la Intendencia, y al fondo, una iglesia barroca, pero que aún tiene el carácter modesto burgués, de una iglesia de pequeña localidad, no como una catedral de una importante ciudad como Colonia, prestigiosísima metrópoli cultural de todo el Reno.

La planta baja de la residencia forma una especie de hall abierto sólidamente sustentado por un armazón de madera trabajado discretamente, pero con una cierta distinción de líneas. Se ve el cuerpo del edificio y dos prominencias que se proyectan sobre la calle. Encima hay otro piso más y se adivina que allí hay objetos guardados de todo orden, como sillas viejas de la bisabuela, apilados ahí en cantidad. Es el desván donde, además, vive la criada…

Intentemos con la vista de la imaginación penetrar ventanas adentro. Uno tiene una sensación que corresponde a la vida burguesa, pero que no se experimenta en el estilo aristocrático: la intimidad.

La vida aristocrática no invita a la intimidad, sino a una perpetua ostentación magnífica de sí mismo, produciendo una naturalidad en el esplendor. El verdadero aristócrata es enteramente natural dentro del esplendor, pero no tiene intimidad. Ésta se encuentra en una casa burguesa.

Imaginemos dentro de la sala un armario donde guardan la ropa para ir a una fiesta, pero cuando llegan a su casa dan un suspiro de alivio, se sacan el “zapatón”, la ropa que apretaba, se sientan en una silla grande blanda, se estiran: “¡Por fin, en casa!”

Es el gusto de la intimidad, del mueble cómodo, del aire templado, de la luz tamizada que no deja entrar la realidad de afuera, del cortinado pequeño, de los objetos que están cerca unos de los otros y al alcance de la mano, en que el hombre descansa del trabajo manual.

Pormenores del ambiente y de la intimidad del hogar burgués alemán

Nada de eso es necesario para el aristócrata. Al contrario, vamos a suponer que está junto a una mesa, toca una campanita y manda al criado que le traiga un libro. No es ese el estilo de un hombre como el burgués que trabajó todo el día, y que cuando tiene un libro, que es una Biblia gorda, ya la tiene al alcance de la mano. ¿Dónde está el criado? Está la mujer, que cuando el marido la solicita mucho, rezonga con un pintoresco mal humor burgués…, de manera que no es bueno molestarla mucho, porque también trabajó todo el día.

Se percibe una cosa curiosa: quien está dentro de ese ambiente se siente a una legua de la calle. La residencia está construida de modo a constituir una atmósfera completamente diferente, dentro de la cual el ruido de la calle no penetra. La persona está en la intimidad de un ambiente que ella marca y donde siente incluso un pequeño gozo.

Cuando llega el verano, a la buena manera alemana, se abre la ventana, se ponen pedacitos de pan y los pajaritos van a comer, y el alemán queda todo contento. O entonces, coloca una maceta con geranios colgado del lado de fuera para el concurso de flores de la intendencia. Necesita ganar el premio a la casa mejor decorada porque es muy bonito.

Hago estos comentarios deliciosos sobre las construcciones del mundo alemán, porque todo eso me parece maravilloso.

Las cosas agradables de la vida burguesa y la invitación al recogimiento

Panorámica de la ciudad de Bamberg

¿Qué tiene que ver eso con la contemplación?

Es el hogar sin pretensiones, honesto de la familia bien constituida según los Sacramentos. Es la casa donde refulge el modesto esplendor de la vida de familia, que está lejos de ser el del celibato en la vida religiosa o el de la aristocracia, sino un esplendor propio que se manifiesta con su prosaísmo. Es la dignidad de lo trivial, donde la persona puede recogerse, aislarse y, dando reposo y silencio al cuerpo, comenzar a meditar. No es el confort del perezoso que se hunde en una poltrona y se vuelve un flojo. No es eso. Todo es más varonil y, por eso, de esas casas, en épocas de guerra, salen los mejores guerreros del mundo. En tiempos de paz, comedores de pan, intérpretes de flauta y violín.

Hay, por lo tanto, una armonía que invita al recogimiento, a la oración. En un ambiente como ese, una persona sentada en una sala, o arrodillada en un oratorio, puede aislarse de todo. Así, esas casas, sin llevar directamente a la oración, crean las condiciones para que el espíritu quiera rezar y sentirse bien cuando reza. Ahí están las cosas agradables de la intimidad y de la vida burguesa.

El espíritu de cruz

Histórica Cervecería Schlenkerla, desde 1405, Bamberg, Alemania

No puedo terminar ese comentario sin una bofetada a la Revolución.

La Revolución dice: “El pobre plebeyo, aplastado…” Si fuera para gozar la vida, me parece discutible que es lo mejor, si es esa vida en una casa burguesa o en un palacio. Pasar en un palacio quince días puede ser muy agradable. ¿Será igualmente agradable vivir la vida entera en él, en una continua representación, en una perpetua ostentación?

Nunca sostuve que el palacio fuera el mejor lugar para gozar la vida. El gozo de la vida que está más en la proporción del hombre es el del burgués de la Edad Media. El palacio implica sacrificio. Me parece indispensable que tengamos eso en vista.

En la casa burguesa puede haber espíritu de cruz. En cierto sentido, el palacio es una cruz para el individuo que vive en esa casa y no se da bien cuenta de cómo es el palacio, pues él necesita tener mucha resignación para no residir y no envidiar a quien resida en el palacio. Por otro lado, esa misma vida que estoy describiendo con todo su confort conlleva un lado de trabajo muy duro. De manera que no es la casa, sino en la vida de trabajo duro del burgués que entra la cruz.

La nota patriarcal del espíritu alemán

Intendencia de Frankfurt

Consideremos ahora una plaza pública de una ciudad alemana, ya de un cierto desarrollo, como Frankfurt.

Se ve una fuente en estilo Rococó, una reja bonita, flores maravillosas que nadie roba y a ningún niño de la calle le parece bonito destrozarlas durante la noche y volver con una risa de bandido de ocho años a su casa contando que destruyó todo lo que vio.

El edificio de la intendencia se prestaba a la mayor solemnidad del Sacro Imperio. Por dentro es todo lindísimo, solemnísimo. Hay un piso tan precioso que solamente se entra en el edificio con pantuflas de fieltro enormes que cubren los zapatos para que no se arruine.

De la terraza, el emperador recién elegido aparecía al pueblo, tiraba monedas de oro y comenzaban a tocar una campanita que después dio origen al repicar de todas las campanas de la ciudad, anunciando que la Cristiandad tenía un nuevo jefe.

La monarquía alemana era de un fausto, de una gloria extraordinaria, pero conservó una nota patriarcal que la monarquía francesa no tenía. Inclusive San Luis IX, sentado en un trono debajo del roble de Vincennes, juzgando, no tenía en su perfil espiritual algo que es la síntesis de todas las clases sociales. Él era un aristócrata que se acercaba al pueblo.

Los emperadores del Sacro Imperio y los de la Casa de Austria no eran el punto culminante del orden social afable con el pueblo, eran una especie de síntesis de todas las clases, por donde la monarquía austríaca, más esplendorosa que la francesa, implicaba escenas como la siguiente: siglo XVIII, la Emperatriz María Teresa está en el teatro, Ópera de Viena, solemnísima, y recibe la noticia de que había nacido la hija de su hijo primogénito. Ella hace una señal, interrumpe la orquesta y grita al pueblo:

¡José tuvo una hija!

Todo el mundo se levanta, aplaude y aclama:

¡Viva la Emperatriz y viva la nueva archiduquesa!

Todo en una especie de intimidad que no vemos que tenga María Antonieta, austríaca afrancesada. Y si la tuviera no le quedaría bien.

Para un pueblo es bueno decir: “¡José tuvo una hija!”; al otro, que aparezca en el balcón del castillo un heraldo precedido por alabarderos, y que golpea tres veces el suelo con una lanza y dice: “Nosotros tenemos el honor y la alegría de anunciaros que la muy alta y poderosa Princesa fue agraciada por Dios Nuestro Señor con el nacimiento de un Delfín!”, y hace una gran reverencia. Son estilos, cada uno tiene su razón de ser y su belleza.

Variedad nacida de la Iglesia

Tengo toda la comprensión y admiración para el estilo austríaco y su belleza.

El Emperador arrojaba desde esa terraza oro para el pueblo y poco después comenzaban los festejos. Las fuentes eran preparadas para que no ofrecieran agua ordinaria sino vino. Por cuenta del nuevo Emperador, eran traídas a la plaza pública vacas enteras que eran asadas. El pueblo comenzaba a bailar. Estaba preparado un montón de trigo y el Emperador debía salir corriendo a caballo con un recipiente en la mano y llenarlo con aquel trigo. Todo el pueblo aplaudía porque el Soberano probaba así que era un buen caballero.

Así transcurría esa solemnidad, entre festejos casi infantiles, pues el buen alemán es un poco infantil. Pero en eso entra también lo mejor del sabor de los panes que él hace y de los geranios que cultiva, una cosa un poco infantil, un poco popular, muy guerrera, sumamente aristocrática, en todo caso metafísica, pero que es diferente de la frialdad azul y oro de las plumas, de las sedas y del esplendor de Versalles. Son riquezas diversas que nos ayudan a amar a la Iglesia Católica en la variedad de las almas que Ella produce.

Extraído de conferencia del 10/6/1968

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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