
San Bernardo, Obispo de Hildesheim, era descendiente de bárbaros, pero habiéndose dejado modelar por el espíritu de la Santa Iglesia, realizó maravilla espirituales y materiales en su diócesis. Para un alma abierta a la acción de la gracia, ¡nada es imposible, absolutamente hablando! Y nada es tan fuerte como el encanto, la veneración y la ternura, fuerzas espirituales, incomparablemente más fuertes que todas las potencias materiales.
Plinio Corrêa de Oliveira
San Bernardo fue obispo de Hildesheim, en el Sacro Imperio, en el siglo X. Siendo muy dotado en relación a las artes, las cultivó con cuidado en cuanto obispo.
Reunió una gran biblioteca, compuesta tanto de obras eclesiásticas cuanto filosóficas. Incrementaba el perfeccionamiento de la pintura, del mosaico, de la cerrajería, y la orfebrería, recogiendo cuidadosamente los trabajos curiosos que los extranjeros enviaban al rey. Y mandando jóvenes de buen comportamiento para ser ejercitados en esas artes.
Aunque muy dedicado a las funciones eclesiásticas, no se cansaba de prestar servicios al rey y al Estado. Y salía tan airoso de ello, que llegaba a despertar envidia de otros hidalgos.
Hacía mucho tiempo que Sajonia se encontraba muy expuesta a las incursiones de piratas y bárbaros. El santo obispo muchas veces los había repelido, ora con sus tropas, ora con el auxilio de las de otros.

Río Elba
Pero los asaltantes eran señores de las dos márgenes del Elba, y de la navegación del mismo río, de manera que se esparcían por todo el territorio de Sajonia, casi llegando a Hildesheim. Para detenerlos, San Bernardo mandó construir dos fortalezas, en dos lugares de su diócesis, guarneciéndola fuertemente.
A pesar del gasto acarreado por esta obra, enriqueció a su diócesis con la adquisición de varias tierras, cultivándolas y dotándolas de bellos edificios.
En cuanto a la Catedral, decoró sus paredes de paneles con maravillosas pinturas, mandó hacer para utilizar en las procesiones de los grandes días santos, un libro con los Evangelios, trabajado en oro y piedras preciosas, incensarios de gran precio, gran
número de cálices, siendo uno de cristal, otro de oro puro con un peso de veinte libras, una corona de oro y plata de tamaño prodigioso, suspendida en el centro de la iglesia; sin contar una infinidad de otros objetos del mismo género.

Catedral de Hildesheim
Rodeó de murallas y torres el claustro de la Catedral, de manera que sirviese al mismo tiempo de adorno y defensa. Nada había en Sajonia que le pudiese ser comparado.
Un hombre “piedra filosofal”
La Santa Iglesia es como la piedra filosofal de que hablaban los medievales. Según una leyenda de la Edad Media, existía una piedra que tenía la peculiaridad de transformar en oro todo aquello que ella tocaba.
Entonces, los alquimistas buscaban encontrar el secreto de fabricación de la piedra filosofal, pues así quedarían prodigiosamente ricos.
Pues bien, la Iglesia Católica es la verdadera piedra filosofal.
Todo aquello que es tocado por Ella y que se abre a su influencia, se transforma en oro y queda espléndido.
¿Quién sería San Bernardo? Este hombre vivió en el siglo X. Era un siglo poco distante del final de las invasiones; y, por lo tanto, tenía mucho de barbarie. Los descendientes de esos bárbaros eran quienes gobernaban Europa. Vemos aquí toda la influencia de la Iglesia en el alma de un semi-bárbaro, o de alguien que se abre a Ella, e inmediatamente comienza a hacer cuanto hay de mayor y de mejor, realizando toda especie de beneficios y empieza la obra civilizadora.
Todo lo que él hace es grandioso desde el punto de vista temporal, pero con el objetivo de servir a lo espiritual, destinado a colocar lo temporal en orden a lo espiritual. En esto San Bernardo actúa como un gran príncipe y gran señor, quien era un gran dignatario eclesiástico.
En primer lugar, notamos su amor a la cultura. Mandó transcribir libros en una época aún muy lejana de Gutenberg y de la tipografía, de forma que era necesario copiar manualmente cada libro, trabajo ejecutado por aquellos famosos copistas que transcribían obras enormes.

Manuscrito medieval
Así, él reunió una gran biblioteca, compuesta tanto de obras eclesiásticas como filosóficas. Por lo tanto, es un santo que no promueve sólo una alfabetización común, sino que prepara una alta cultura. Son libros de teología y filosofía con los cuales organiza una excelente biblioteca.
De otro lado, era un artista que incrementaba la formación de las almas con el aliento y según el espíritu de la Iglesia, el perfeccionamiento de la pintura, de los mosaicos, de la cerrajería y de la orfebrería. Esos cerrajeros no sólo hacían más seguras las casas, protegiendo el orden, sino que sus obras constituían adornos para las puertas y daban decoro a la vida.
Las joyas y los mosaicos eran amados y producidos por ese descendiente de bárbaros.
¡Cuán menos bárbaro era él que esos eclesiásticos miserabilistas de nuestros días, que quieren vaciar los santuarios de todas las obras de arte, y reducir la Iglesia a un lugar del cual huyeron despavoridas las artes!
Talento y sabiduría llenos del espíritu de la Iglesia
San Bernardo recogió cuidadosamente los trabajos curiosos que los extranjeros enviaban al rey. Es una praxis natural que, en todos los tiempos, los jefes de Estado intercambian regalos al visitar otros países. Esos regalos quedaban acumulados en los palacios reales y a muchos no se les daba uso.
San Bernardo los mandó recoger y organizar. De esta manera, el Santo mandó a hacer uno de los más antiguos museos del mundo, todo bajo el espíritu y el aliento de la Iglesia.
Además, mandó educar jóvenes de buen comportamiento de forma a ejercitarlos en esas artes.

Catedral de Aquisgrán, Alemania
Organizó, por lo tanto, una escuela de artistas, obra magnífica a partir de la cual salieron iniciativas como ésas, multiplicadas por hombres que tenían el mismo espíritu y más o menos por toda Europa, dando origen a las innumerables obras de arte llenas de espíritu católico que la Edad Media conoció.
El Río Elba era una avenida de penetración de los bárbaros que con frecuencia llegaban hasta su diócesis. Él, que entonces disponía de tropas, pues los obispos eran en aquel tiempo señores feudales y podían disponer de tropas, mandó organizar torres y fortificaciones tan bonitas, que eran al mismo tiempo el adorno del paisaje.

Fortaleza de Konigstein a orillas del Río Elba
También se nota en eso la visión y el talento de ese hombre; pero una forma de talento propia a la sabiduría; y, una forma de sabiduría propia a quien tiene el espíritu católico.
En cuanto a la Catedral, ese santo – canonizado por la Iglesia – inauguró un verdadero lujo eclesiástico.
Con certeza que habría mucha gente pobre en su diócesis. Sin embargo,para incentivar el respeto a los Santos Evangelios en las procesiones solemnes de las grandes fiestas, mandó elaborar un libro de los Evangelios trabajado en oro y piedras preciosas. Y, más aún, para dar gloria a Dios, incensarios de gran precio y buen número de cálices preciosos para la celebración de la Misa.
Él fue un verdadero organizador del lujo eclesiástico y civil. Patrono del lujo santo y noble, del lujo que simboliza la virtud y toda especie de valores morales y que, por lo tanto, conduce las almas hacia Dios.
Debemos tener con relación a la Iglesia amor, veneración y ternura sin medida
Nada había en la Sajonia que se le pudiese comparar. En la Sagrada Escritura hay una frase que dice: “En toda la tierra no fue encontrado nadie semejante a él”. Esto se puede afirmar de cada santo, pues en toda la tierra no fue encontrado uno que fuese semejante a él. Y aquí estamos analizando a un santo así. En toda la región que él conoció, san Bernardo era la flor, el adorno, la torre, la gloria, la sabiduría, la orientación y la doctrina. ¿Por qué?
Únicamente por esto: porque en él, criatura miserable, pecadora, concebida en el pecado original, y como tal, sujeta a toda especie de degradaciones morales… Sin embargo, en él se posó ese don sobrenatural, admirable y único, del cual nace todo bien, y que confiere a los hombres toda especie de fortaleza: la gracia de Dios.
Él se abrió a esa gracia y, a partir del momento en que se abrió para ella, se engendraron toda forma de maravillas.
Ahora bien, la sede, el vehículo, la Esposa verdadera y única del Autor de esa gracia, Nuestro Señor Jesucristo, es la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Se dice que Dios es admirable en sus santos.

Los santos son el espejo donde se refleja la Santa Iglesia
La Iglesia que es el espejo de Dios y Esposa de Nuestro Señor Jesucristo, Hombre-Dios, la más bella criatura de todo el universo, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana es admirable en sus santos. En ellos es cómo comprendemos a la Iglesia. Mirando hacia aquéllos que son conformes a la Iglesia entendemos cómo es Ella.
Entonces, comprendemos que debemos aplicar al amor, a la veneración y a la ternura que tenemos hacia la Santa Iglesia, aquellas palabras de San Francisco de Sales: “La medida de amar a Dios consiste en amarlo sin medida”. La medida de amar a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, nuestra Madre, consiste en amarla sin medida. La medida de la veneración y de la ternura que debemos tener a la Santa Iglesia Católica, consiste en tener con relación a Ella, una ternura y una veneración sin medida.
Fidelidad a la Iglesia
Que Bernardo, este santo tan glorioso rece por nosotros y nos obtenga, por lo menos, la raíz de ese amor por la Iglesia, que es la cosa más grande que hay en el universo. Hoy en día se habla de fuerzas materiales enormes, organizadas, encadenadas y desencadenadas por el hombre.
Nada de eso es tan fuerte como ese amor lleno de encanto, veneración y ternura, fuerzas espirituales, incomparablemente más fuertes que todas las potencias materiales.

Virgen de las Mercedes, Iglesia de la Merced. Lima, Perú
Que Nuestra Señora implante en nuestras almas esa disposición, esa veneración y ternura por la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Santa Iglesia Católica… ¡Cómo no soltar un ay después de decir esto!
¡Cómo no mirar a las ruinas humeantes, a los cuerpos que llenan las calles, a la sangre que se vierte por todos lados, a los cuervos que se abaten sobre los cadáveres, a los temblores de tierra que estremecen aquello que los incendios aún no consumieron! ¡Cómo no dar un gemido pensando en eso…!
La Santa Iglesia Católica: Jerusalén Celeste, ciudad perfecta, con murallas de piedras preciosas y perlas, vías recubiertas de zafiros y esmeraldas, torres revestidas de rubíes, y las calles pavimentadas en oro y plata. La Iglesia, Madre mía, ¿dónde está Ella?
Esa pregunta causa un dolor que constriñe el corazón coronándolo de espinas en toda su superficie. Sin embargo, además de despertar este dolor, suscita una alegría: Nuestro Señor dijo que el Reino de Dios está dentro de nosotros (cfr, Lc. 17, 21).
El Reino de Dios es la Iglesia Católica; nosotros somos los hijos de la Iglesia, los fieles a Ella. Eso se manifiesta en nuestra fidelidad a la doctrina que enseña y que no fue inventada por nosotros, a los sacramentos por Ella administrados, a la Tradición gloriosa de dos mil años que se nos manifiesta en documentos indiscutibles, y nos explican cómo es verdaderamente la Iglesia, y a los cuales nos conformamos.

Dr. Plinio durante una conferencia en 1967
Nuestras ideas no son un capricho, nuestra orientación no es un acto de preferencia arbitraria y personal; somos los esclavos de la Iglesia Católica, que la seguimos en lo que Ella quiere, en lo que Ella enseña y enseñó siempre, y que está ahí, a pesar de todo el hollín de las épocas, para darnos a entender cómo debemo ser.
Nosotros conseguimos ser como somos, por ser sus hijos, y porque su gracia tocó en nosotros.
Si nos abrimos a la acción de la gracia, venceremos la Revolución
Si nos abrimos a esa gracia, como San Bernardo se abrió, haremos maravillas. Y no habrá nada que consiga impedir que nosotros venzamos la Revolución, porque vemos por el ejemplo de él y de tantos otros santos, que para un alma abierta a la acción de la gracia, absolutamente nada es imposible.
El himno de las Congregaciones Marianas cantaba: “De mil soldados no teme espada, quien lucha a la sombra de la Inmaculada.” La espada podrá parecer un arma muy anacrónica.
Pues bien, de mil bombas atómicas, aunque todo el universo se desagregue en explosiones atómicas, el alma que se abriese a la influencia de Nuestra Señora, en la Iglesia, no temería, porque si ése fuese el designio de la Santísima Virgen, después de esas explosiones seguiría el Reino de María en un universo renovado.

Lacrimación de la imagen peregrina de Fátima el 21 de abril del año 2018, en San José de Costa Rica
Pues lo que Nuestra Señora quiere se realiza irreductible e invenciblemente. Es el designio de Ella quien manda en todo. Y nosotros debemos tener mil veces más miedo de despertar una expresión de tristeza en la Faz augusta de María, que la cólera de todos los impíos y la explosión de todas las bombas atómicas.
Para eso debemos abrir nuestras almas a la gracia de Dios.
Pidamos entonces a la Santísima Virgen que Ella condescienda en ser cada vez más nuestra aliada, pues así haremos todo.
Que María Santísima nos dé aquella abertura de alma que sin Ella no tendríamos. Aquella generosidad de la cual Ella es la fuente, para que podamos decirle, ligeramente adaptado, aquello que fue dicho por María Santísima al ángel cuando éste le anunció su misión: “He aquí los esclavos de María, hágase en nosotros según su voluntad”.
Extraído de conferencia del 25/10/1967