Jesús nos exige un amor radical

Publicado el 06/26/2022

Una lectura superficial nos dejaría perplejos frente a una aparente contradicción del Divino Maestro, pero acudiendo a la característica sencillez de San Agustín de Hipona podemos salir de la duda.

Hno. Mateo Peláez, EP

Al contemplar las divinas actitudes de Jesucristo en los Evangelios, podemos ver diversas facetas de su personalidad. En un momento, se manifiesta la misericordia curando a un ciego; en otro, la justicia expulsando a los vendedores del Templo; a veces, Jesús se acerca misericordiosamente a los pecadores ofuscando con el sol de su amor el resplandor de su justicia; en otras ocasiones, de los labios del Divino Maestro emanan severas y lapidarias sentencias, tal vez un tanto “radicales” y “exageradas” para algunos espíritus modernos…

Dentro de ese tipo de frases polémicas de Jesús encontramos ésta: “El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt. 10, 37).

Al escuchar unas palabras como éstas podríamos quedarnos un tanto chocados si las comparamos con otros pasajes del Antiguo Testamento como: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da.” (Ex. 20, 12) o también “Escucha hijo mío la instrucción de tu padre y no desprecies la lección de tu madre: son corona de gracia para tu cabeza y collar para tu cuello” (Pv. 1, 9-10).

De igual manera en el Antiguo Testamento vemos cómo San Eliseo, antes de seguir al profeta Elías, no lo siguió sin antes despedirse de sus padres y festejar con ellos (1 Re 19, 19-21), pero Jesús, cuando invita a un hombre a seguirlo como discípulo, éste le pide para poder darle antes las honras fúnebres a su padre que acababa de fallecer, pero Jesús le dice tajantemente: “deja que los muertos entierren a sus muertos” (Lc 9, 59-62) y no le permite ir.

Entonces, ¿Jesús está contradiciendo a la ley que desde el Antiguo Testamento manda a respetar al padre y a la madre? y, por lo tanto, ¿para seguir a Jesús debemos distanciarnos de nuestros seres queridos, a fin de sólo tener un amor exclusivo y excluyente por Él? Evidentemente no.

Niño Jesús hallado en el Templo por sus padres – Philippe de Champaigne – Museo de Bellas Artes – Angers – Francia

Jesucristo nunca tuvo a menos el afecto natural existente entre padres e hijos; por el contrario, comprobamos en los Evangelios cómo Él era siempre “obediente a sus padres” (Lc 2, 51) e inclusive defendía “a capa y espada” el cuarto mandamiento frente al cinismo de los escribas y fariseos (Mc 7, 10-13; 10,19; Mt 15, 4-7).¿Cómo entender pues, esta frase del Señor?

En efecto, una lectura superficial nos dejaría perplejos frente a una aparente contradicción del Divino Maestro, pero acudiendo a la característica sencillez de San Agustín de Hipona podemos salir de la duda.

El Padre de la Iglesia nos dice que existen en el mundo solamente dos amores 1 , el amor a sí mismo hasta el olvido de Dios y el amor a Dios hasta el olvido de sí mismo; todos los otros amores, cualesquiera que ellos sean, están en función de uno u otro amor, inclusive el amor a los padres. A esto se refería nuestro Señor cuando dijo, “El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt 10, 37).

El amor que debemos tener por mis padres debe ser un amor cariñoso y respetuoso, pero en función del amor de Dios y no en función de nosotros mismos, de nuestro egoísmo o en detrimento del amor de Dios.

Al no lograr disuadir a su hijo de la vocación religiosa, frente a la multitud, el padre de San Francisco de Asís despoja a su hijo de todos sus bienes, inclusive de sus vestiduras. Detalle de la pintura de Giotto

De tal forma que si, en determinado momento, el amor que debemos a Dios va a ser opacado o disminuido por la honra que le debo a mis padres, debo preferir amar a Dios que amar a mis padres. Por ejemplo, en el momento en que, por absurdo que fuera, un padre le pide a su hijo cometer una falta, en esta circunstancia el hijo no está obligado a obedecer a su padre, y con ello no incumple de ninguna manera el cuarto mandamiento de la ley de Dios; de la misma manera, cuando un hijo siente en sí vehementemente el llamado a la vocación religiosa y sus padres se lo quieren impedir, el o la joven deben preferir escuchar la voz de Dios que está en su interior llamándolos a su servicio, que prestar oídos a la voz de sus padres en contravía de la voluntad de Dios.

Es la radicalidad del amor que nos exige Dios: “El que no está conmigo, está contra Mí; el que no recoge conmigo, desparrama” (Mt. 12, 30).

Notas

1. La Ciudad de Dios. San Agustín de Hipona, Libro XIV, Cap. 28

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->