La Basílica de la “montaña sagrada”

Publicado el 04/27/2021

No se puede negar que la mirada de María Santísima se posó en aquel lugar, haciendo germinar allí gracias, inspiraciones y anhelos que hoy se materializan en un espléndido santuario.

Con el permiso de la Historia, se puede afirmar que la piedra angular del actual Santuario Nacional de María Auxilio de los Cristianos, en Erin, Wisconsin, no fue puesta en las primeras décadas del siglo XX, sino en el siglo XVII. Porque en esa remota época, antes de que Estados Unidos existiera como país, un sacerdote erigió un altar de piedra en la colina más alta de la región y la consagró para siempre, como suelo sagrado, en las manos de María Santísima.

Antiguas tradiciones indígenas

Pocos datos hay a respecto de ese sacerdote. Llegó a ser identificado como el padre Jacques Marquette, famoso misionero jesuita y explorador norteamericano, pero esta hipótesis en la actualidad se considera improbable. En cualquier caso, los indios de la región conservaron entre sus tradiciones la figura de un “jefe de túnica negra” e incluso hacían dibujos, en la arena y en la nieve, representándolo con un crucifijo en la mano y un rosario en la cintura, rezando en lo alto de la colina.

Cuando, en 1842, granjeros irlandeses se establecieron en ese risueño paraje del centro norte de Estados Unidos, lo llamaron Erin —una forma poética de evocar su país natal— y le dieron a aquella montaña el nombre de Holy Hill —Monte Sagrado. Años después, colonos alemanes también llegaron a la región y continuaron alimentando una reverencia religiosa por ese lugar, al que denominaron Maria Hilfberg — Montaña de María.

Seguramente que esos inmigrantes conocían los recuerdos legendarios de los nativos, pero su profundo sentido religioso —especialmente de los provenientes de la “isla mística”— debió haberles hecho sentir en la colina algún designio sobrenatural. Pues no se puede negar que la mirada de María Santísima se posó en aquel lugar, haciendo germinar allí gracias, inspiraciones y anhelos que hoy se materializan en un espléndido santuario.

El enigmático ermitaño de Holy Hill

El primer nombre asociado a Holy Hill es el del francés François Soubrio. Se dice que, mientras servía como asistente de un profesor de Quebec, encontró un mapa y un viejo manuscrito, datados de 1676, que describía una región aislada dominada por una alta colina en forma de cono y narraba su conquista en nombre de María.

El descubrimiento hizo que en su alma naciera el noble deseo de ponerse en camino para establecer su hogar en ese sitio. Una versión popular de la historia lo describe llegando a la montaña en un estado de parálisis parcial, causada por el largo viaje, pasando la noche en oración y siendo milagrosamente curado a la mañana siguiente.

Aunque sepamos su nombre, el “ermitaño de Holy Hill” no deja de ser una figura enigmática. Algunos lo describen como un penitente, un alma que cargaba con un “gran dolor interior y que buscaba consuelo en Dios”,1 siguiendo las huellas del salmista: “Si grito invocando al Señor, Él me escucha desde su monte santo” (Sal 3, 5).

Cuando, alrededor de 1862, los granjeros de los alrededores se enteraron de la existencia de ese ermitaño, lo acogieron inicialmente con desconfianza. Pero enseguida se crearon lazos de amistad: empezaron a llevarle comida e incluso le construyeron una cabaña.

Lugar de culto y peregrinación

Ahora bien, cierto día, un sacerdote austríaco, el padre Francis Paulhuber, encargado de tres parroquias de la región, declaró a un amigo: “Qué hermosa colina aquella, me recuerda bastante a una que hay cerca de mi casa, en mi país natal”. Y, a continuación, concluyó el trivial comentario con una intuición casi profética: “Estoy seguro de que un día no muy lejano esa colina se convertirá en uno de los sitios más conocidos de estas tierras; será consagrado y santificado; transformado en un lugar de culto y peregrinación; decenas de miles de personas vendrán a rendir homenaje a la Virgen María y a su Hijo…”.2

El P. Paulhuber no era una persona de construir castillos en el aire, y menos aún iglesias… En 1855 le compró al gobierno norteamericano las poco más de 16 hectáreas de terreno en el que se hallaba la colina, con la intención de ceder posteriormente el lugar a la arquidiócesis.

Aún vivía el misterioso ermitaño cuando fue levantado allí mismo, en 1863, el primer edificio de culto: una rústica capilla, dedicada a María Auxiliadora. Dieciséis años después empezaron los trabajos para la construcción de una iglesia, y algunas décadas más tarde surgió la necesidad de erigir un templo mayor. Así nacía el actual santuario, en estilo neorrománico, consagrado en 1931 y elevado a basílica menor en 2006.

Las palabras grabadas en la piedra angular de ese templo dan testimonio del maternal dinamismo de la presencia de María en Holy Hill. Traducidas del latín, dicen: “A causa del creciente número de los que honran a la Auxiliadora, la Bienaventurada Virgen María, soy la piedra angular del tercer templo en la cima de esta colina”.

El edificio está bellamente adornado con vitrales, mármoles, mosaicos e imágenes. Pero lo más significativo del ornato quizá sean las muletas alineadas en la entrada, testigos mudos de la gratitud de los que han sido objeto de una de las incontables formas de auxilio que la Virgen pródigamente concede a sus devotos.

A solas con Dios y María

Los padres carmelitas descalzos, responsables del santuario desde 1906, ofrecen una afable acogida a los que desean pasar algún tiempo de intimidad con Dios en Holy Hill. Al año, 500.000 peregrinos acuden al santuario buscando ese tipo de soledad en el complejo que actualmente abarca cerca de 175 hectáreas.

El panorama visto desde lo alto de las torres de la basílica descubre kilómetros y kilómetros de magnífica naturaleza. En invierno, la exuberante vegetación da paso a la blancura de la nieve, y el santuario queda envuelto en un sagrado silencio. Remontándonos a las palabras del salmista, bien podríamos decir que ésta es la montaña que María, Auxilio de los Cristianos, ha elegido para habitar (cf. Sal 67, 17).

 

Notas
1 HISTORY of the Basilica, c. II. In: Basilica of the National Shrine of Mary Help of Christians at Holy Hill: http://www.holyhill.com.
2 Ídem, c. VII.

 

 

 

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->