La Contra-Revolución de la Cruz

Publicado el 03/05/2023

En Nuestro Señor Jesucristo se dan encuentro todos los verdaderos ideales y los que se desvían de Él no son más que mentira y pecado.

Plinio Corrêa de Oliveira

El pueblo brasileño está profundamente ligado a las tradiciones católicas recibidas de sus mayores. Pero por un movimiento dinámico de su alma, se encuentra vinculado a unas fuerzas desencadenadas por el neopaganismo contemporáneo, que lo lleva a tener apetencia de una forma explosiva de placer que es la destrucción de todo orden y jerarquía de todo nuestro pasado cristiano.

Así, mientras nos decimos católicos, cada vez más nuestras almas e instituciones se van vaciando de contenido católico. Y es porque recibimos de nuestros antepasados una doble herencia: la de la Fe y la de la Revolución. Por un tremendo fenómeno de alma, vemos que aquello que en nosotros simboliza la Fe se va debilitando día a día y todo cuanto representa la Revolución va cogiendo más fuerza.

Hay pues, una lucha trabada en las almas, donde las fuerzas de las pasiones desordenadas son dinámicas, en cuanto que las que representan la tradición, la virtud, la Fe, están en declive, somnolientas, debilitadas.

Los enemigos de la Santa Iglesia promovieron ese declive de Occidente, mediante unas reglas basadas en el principio de que para llevar al hombre al error es necesario fomentar las malas inclinaciones, sembrando la impiedad en un terreno preparado por las pasiones desordenadas, por el apetito del placer, el deseo de emancipación, de libertad, de igualdad, que caracterizan la mentalidad neopagana.

En efecto, a través de un sistema insuflado, comenzó a difundirse moderadamente el gusto por el placer en determinados lugares. Después, se irguió la apetencia por la impiedad y se propagó ese estado de espíritu para otros puntos, propagándose un incendio en todos los escalones de la sociedad.

Ahora, debemos realizar lo contrario: promover la Contra-Revolución que empieza por ser, antes de nada, la Contra-Revolución de la Cruz. Y tal vez estemos en la mejor época que hubo en la Historia para que esa Contra-

Revolución se haga.

En los Evangelios el Divino Maestro nos cuenta la parábola del hijo pródigo. Un hijo sale de la casa paterna, al impulso de un espíritu que podríamos llamar revolucionario, porque lo hace para gozar la vida. Habiendo malgastado todo su patrimonio, el joven se vio en la contingencia de comer las bellotas que se daban a los puercos, pero ni eso le permitieron. Solo entonces se acordó de su padre al que abandonó. La hora del sufrimiento fue la hora de la enmienda y de la penitencia.

El mundo contemporáneo está exactamente en esta situación. Una atmósfera pesada, semblantes sombríos; las personas sienten un enorme vacío en el alma. Esto conduce a neurosis, psicosis, desesperaciones, tan características de las grandes ciudades.

Todos sentimos que estamos en un momento de la Historia en que las catástrofes amenazan a la humanidad. En el fondo, el mundo teme y percibe interrogantes difíciles de definir, resultado de la promesa hecha por el demonio a los hombres; él prometió placer y acabó dándoles las bellotas de los cerdos.

Nunca las posibilidades de una acción contrarrevolucionaria fueron tan grandes como en la actualidad. No porque la crisis no haya llegado a su apogeo, sino precisamente por haberlo alcanzado. El auge de la crisis trae consigo el inicio de la decepción y de la reacción.

Por una especie de amargura y desilusión profunda, se observa en las almas de determinados segmentos de opinión pública, un anhelo de pasar del extremo de la Revolución al de la Contra-Revolución, una forma de apetencia de sufrimiento. Son personas en búsqueda de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, que quieren oír hablar de deber y de ideal, pero que son conscientes de que esos términos no tienen sentido a no ser cuando están conjugados con las palabras del Divino Redentor, Sumo Bien. En Él se dan encuentro todos los verdaderos ideales y los que se desvían de Él no son más que mentira y pecado.

La mística de ese movimiento es seguir a Nuestro Señor con espíritu de sacrificio, de renuncia y de cumplimento del deber. De personas imbuidas de ese espíritu saldrá la aurora de una nueva Edad Media. Ahora, mientras en la

humanidad reine el espíritu del placer y del gozo de la vida, solo saldrá abominación y paganismo.

En necesario seguir las huellas del Divino Salvador poniendo los pies donde Él los puso, viviendo una unión íntima con Él; solamente así ese camino es viable.

Sobre todo, si a lo largo de esa vía, para auxiliar nuestra debilidad y consolar nuestros corazones, tuviéramos aquello que hay de más dulce en el Cielo y en la Tierra: ¡la sonrisa inefable de María Santísima!

Cf. Conferencia del 30/1/1961.

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