La Encarnación del Verbo

Publicado el 03/25/2021

La fiesta de la Anunciación del Ángel a Nuestra Señora nos invita a admirar esta sublime paradoja: en el momento en que la Virgen Santísima afirmaba ser la sierva del Señor, el proprio Dios quiso hacer un supremo acto de servicio, de dependencia y de esclavitud con relación a Ella. 

Plinio Corrêa de Oliveira

En su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, San Luis Grignion de Monfort tiene el siguiente pensamiento, refiriéndose a las prácticas que los verdaderos devotos de la Santísima Virgen María deben practicar:

Profesarán devoción singular al gran misterio de la Encarnación del Verbo, el 25 de marzo, que es el misterio propio de esta devoción, …

Es decir, de la sagrada esclavitud. que ha sido inspirada por el Espíritu Santo:

1º Para honrar e imitar la dependencia inefable que dios Hijo ha querido tener respecto de María, para la gloria de Dios su Padre y para nuestra salvación, la cual dependencia se muestra particularmente en este misterio en que Jesús aparece cautivo y esclavo en el seno de María Santísima, en donde depende totalmente de Ella para todas las cosas.

2º Para dar gracias a Dios por los favores incomparables que ha concedido a María y particularmente de haberla escogido como su dignísima Madre, elección que ha sido hecha en este misterio. Tales son los dos principales fines de la esclavitud de Jesús en María.

Un grado de sometimiento inimaginable

Este pensamiento muy profundo es que Nuestro Señor, viviendo en María durante el tiempo de su Encarnación, estuvo en una incomparable dependencia de Ella, pues estando enteramente lúcido, sin embargo, quedó completamente dependiente, como un niño en el seno materno depende de su madre.

Es el mayor estado de sumisión que se pueda imaginar. Un niño fuera del vientre materno tiene una vida propia, libertad de movimientos, en fin, todo un dinamismo propio, y a la vez, es ayudado por la madre. Pero no vive, propiamente, de la vida de la madre. Al contrario, la criatura que está en el seno materno vive de la vida de la madre; en todo es conducida y, por así decir, limitada por ella.

La sumisión, es un estado bastante semejante al de la esclavitud, porque el esclavo pierde completamente su libertad para quedar enteramente sujeto a la voluntad de un amo. Su vida, sus actos son para el servicio de su señor, sus pensamientos tienden a él. Así era Nuestro Señor con relación a Nuestra Señora.

¡Él que, siendo infinito, creó el universo y a quien el Cielo y la Tierra no pueden contener, fue enclaustrado en las entrañas indeciblemente gloriosas de la Santísima Virgen y tuvo hacia Ella un grado de sometimiento inimaginable!

En respuesta al “Non serviam” de Lucifer, el “Amén” del Hijo de Dios

Por tanto, quien quiera ser verdadero esclavo de Nuestra Señora debe venerar de modo muy especial esa milagrosa e insondable sumisión de Jesús a María, por la que, siendo infinitamente mayor, se dejó dominar y enclaustrar por la que es menor, en la realización de un plan divino, cuya sabiduría excede a cualquier imaginación humana.

Por otro lado, este es el misterio de la Contra-Revolución, porque si la Revolución es un gran “Non serviam” [1], el más alto grado de enajenación – practicado por el Hijo de Dios en María Santísima – es el misterio que más destruye la psicología, la mentalidad y los falsos ideales de la Revolución [2]. En lugar del “Non serviam” está el “Amén”. Lucifer gritó: “No serviré”; Nuestro Señor dijo: “Así sea” a todo lo que Nuestra Señora quiso.

Exactamente eso le da una constricción especial al hombre de espíritu revolucionario, diabólico. No es sólo ver a Dios servido por su criatura y, por tanto, ver que allí se respeta el orden, sino que es el mismo Creador queriendo obedecer a su criatura y que esta manda en Él. Es llevar la obediencia a un grado que, si no supiéramos por la Revelación la existencia de la Encarnación, nunca podríamos imaginar que esa virtud llegaría a tal extremo.

Esto dio tanta gloria a Dios, al punto que en aquello que abusivamente podríamos llamar su Historia – porque Dios es infinito y no tiene Historia – Él quiso que figurara este acto de obediencia insondable. Comprendemos también cómo la obediencia practicada por nosotros da gloria a Nuestra Señora. Al contrario, cómo la rebeldía injuria a María Santísima y su Divino Hijo.

Vemos así, hasta qué punto la Revolución odia a Dios, y esto nos lleva a comprender mejor el infierno, con sus tormentos eternos, el desespero completo, el aplastamiento perpetuo del demonio, teniendo en vista el hecho de que él atentó contra este principio: él debería obedecer y no quiso.

Ciertos teólogos dicen que la rebelión de Lucifer se dio, porque le fue mostrado el plan de la Encarnación y la orden de adorar al Verbo de Dios Encarnado. Y por ser un ángel de tan alta categoría, no quiso y se rebeló.

Esta hipótesis, que me parece totalmente probable, adquiere una claridad todavía mayor si pensamos en el demonio observando a Nuestro Señor Jesucristo encerrado en el claustro sacratísimo de Nuestra Señora y obedeciéndole. Ver la obediencia del Verbo Encarnado en una criatura infinitamente menor a Dios – por más excelsa que sea –, y la inferioridad de Él con relación a esa criatura, debe haber llevado al paroxismo la indignación de Lucifer.

La fiesta de la Contra- Revolución

Nosotros podemos decir, por tan to, que el día 25 de marzo es la fiesta de la Encarnación del Verbo, de la esclavitud a Nuestra Señora, de la Contra-Revolución. Es la fiesta en la que se celebra el espíritu de obediencia, el amor a la jerarquía, al orden, a la dependencia, a todo lo que la Revolución odia.

Más que comprensible es que nos preparemos para esa fiesta por medio de oraciones especiales, para pedir a Nuestra Señora que ese espíritu representado por la Encarnación, alcance en nosotros la plenitud que Dios deseó cuando nos creó.

Por otro lado, vemos también el espíritu más que humilde y contrarrevolucionario de María Santísima frente a este misterio. Cuando supo que el Verbo se encarnaría en Ella, su reacción no fue de vanagloriarse, sino de pronunciar esta frase humildísima: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Luc. 1, 38). Como diciendo: “Si Dios quiere de mí lo inexplicable, esto es, que yo mande en Él, hasta eso puede exigir de mí. Por tanto, si Dios pide mi consentimiento a esa situación inimaginable, por obediencia, yo mandaré en Él. Pero Él es el Señor, y yo haré su voluntad en todas las cosas.”

¡Cómo gana un realce especial, a la luz de esto, la actitud de Nuestra Señora en la Anunciación, diciéndose esclava de Dios en el momento en que Él quería hacer un acto supremo de sumisión, de dependencia, de esclavitud con relación a Ella! En esto encontramos la perfección del espíritu de la Contra-Revolución. 

Extraído de conferencia de 16/3/1971

Notas:
[1] Del latín: “No serviré.”
[2] Por Revolución el Dr. Plinio entendía el movimiento que desde hace cinco siglos viene demoliendo a la cristiandad y cuyos momentos de apogeo fueron las grandes cuatro crisis del Occidente cristiano: el protestantismo, la Revolución francesa, el comunismo y la rebelión anarquista de la Sorbona en 1968. Sus agentes impulsores son el orgullo y la sensualidad. De la exacerbación de esas dos pasiones resulta la tendencia a abolir toda legítima desigualdad y todo freno moral. A su vez, denominaba a la reacción contraria a ese movimiento de subversión como Contra-Revolución. Estas tesis están expuestas en su ensayo Revolución y Contra-Revolución (cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002), publicado por primera vez en la revista mensual de cultura Catolicismo en abril de 1959.

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