El mérito de la obediencia es tan elevado, que María juzgó manifestar más amor actuando de esta manera.
Plinio Corrêa de Oliveira
Al ser consultada para ser la Madre de Dios, Nuestra Señora no respondió lo siguiente: “Acepto porque es un gran honor.” O entonces: “Yo acepto porque adoro a Dios, ¡y tener una vinculación tan íntima con Él por la cual, además de ser hija del Padre Eterno, me volveré esposa del Divino Espíritu Santo y madre del Verbo Encarnado, hace con que mi amor exulte!”
En su respuesta la Santísima Virgen colocó delante la obediencia: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. El mérito de la obediencia es tan elevado, que María juzgó manifestar más amor actuando de esta manera.
Esta es la lección más alta de obediencia de toda la Historia que, evidentemente, la Virgen —quien aplasta la cabeza de Satanás, el rebelde por excelencia— tendría que dar para indicarnos nuestro camino.