La Revelación demuestra la existencia del infierno

Publicado el 03/30/2022

No hay verdad tan inculcada en las Sagradas Escrituras como esta. Los escritores inspirados hablan continuamente del infierno, para que los hombres, horrorizados con las penas que ahí se sufren, abandonen el vicio y se entreguen a la práctica de la virtud.

Padre André Beltrami, S.D.B

Existencia del infierno: No hay verdad tan inculcada en las Sagradas Escrituras como esta. Los escritores inspirados hablan continuamente del infierno, para que los hombres, horrorizados con las penas que ahí se sufren, abandonen el vicio y se entreguen a la práctica de la virtud.

Los protestantes, que negaron casi todas las verdades más difíciles de creer y practicar de nuestra religión, no supieron deshacerse del dogma del infierno, por el hecho de ser frecuentemente recordado em los Libros Sagrados.

Por esta razón, una señora católica importunada por dos ministros protestantes para que se pasara a la Reforma, les salió con esta astuta respuesta: “señores, realmente hicieron una bella reforma: suprimiendo el ayuno, la confesión, el purgatorio; aunque lamentablemente mantuvieron el infierno. Quítenlo también y yo seré de los suyos”.

Para no multiplicar las citaciones, dejaremos el Antiguo Testamento  iremos directo al Evangelio para oir la palabra de Jesucristo, que por lo menos quince veces proclama la existencia de este lugar de tormentos. Para causar en nosotros un saludable temor y darnos una idea justa del infierno, Él lo llama: fuego inextinguible, tinieblas exteriores donde habrá llanto y rechinar de dientes, lugar de tormentos, horno de fuego, geena de fuego.

La Geena era un valle cerca de Jerusalén, donde algunos malos hebreos, apóstatas de su religión, sacrificaban al ídolo Moloc a sus hijitos, exponiéndolos antes al fuego. El piadoso Rey Josías, para abolir esta bárbara costumbre, mandó rellenar el valle, ordenando que se arrojara ahí la basura de la ciudad y los cadáveres a los que les fuera negada la sepultura; y como medida sanitaria, allí el fuego siempre se mantenía encendido. Nuestro Divino Salvador, para volver más sensible la idea del infierno, tomó la imagen de ese valle que los hebreos abominaban, dándole precisamente el nombre de Geena.

En la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón, tan llena de enseñanzas y que tanto incomoda a los ricos gozadores del mundo, Jesús nos enseñó que el mal uso de las riquezas lleva inevitablemente al infierno, mientras que las dificultades y privaciones soportadas por amor a Dios, conducen al lugar de la eterna felicidad.

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y cada día se banqueteaba espléndidamente Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, un gran abismo se interpone entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lc.16, 19-31).

Aqui está descrito con vivos colores, ese reino de dolor, donde un fuego abrasador y horrible atormentará sin un solo instante de tregua al miserable condenado: una gota, una única gota de agua pedía Epulón para mitigar los ardores de la sed y esa gota le fue negada. 

Ay, ¿Quién de vosotros, grita lleno de espanto el Profeta Isaíaspodrá habitar en ese fuego devorador, en esos ardores eternos?

Al final de la parábola, contemplamos la repugnante incredulidad de tantos infelices que viven sumergidos en los vicios, no interesándose por las verdades eternas, en las cuales no creerían ni aunque se les apareciera algún condenado para testimoniarles la existencia del infierno.

¿Cuál no será su desesperación cuando se vean algún día, sepultados en ese abismo de tormentos sin la menor esperanza de salir de allá?

Tomado del Libro “O inferno existe”, Cap. 1; pp. 3-4

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