En su primer inicio la Revolución Industrial extasió al hombre con sus maravillas que suprimían una cantidad de incomodidades e inconvenientes. Con el paso del tiempo, sin embargo, los descubrimientos se fueron haciendo cada vez menos deliciosos y los hombres quisieron huir de ella. De ahí surge el hipismo y toda una serie de desórdenes, pareciendo afirmar el fracaso de la Civilización…
Plinio Corrêa de Oliveira
La Revolución Industrial tuvo como objetivo quitar a los hombres la calma y la seriedad, y, consecuentemente la objetividad.
El hombre se maravilló desde el principio con los frutos de la Revolución Industrial, pues constituían una sorpresa llena de maravillas, porque suprimían una cantidad de incomodidades e inconvenientes y proporcionaban deleites con los cuales las personas se entusiasmaban.
Inventos deslumbrantes que quebraban la rutina de siglos…
Un ejemplo de eso lo fue la supresión de las incomodidades a través de los medios de transporte rápidos, de donde surgió ciertas denominaciones del tren como por ejemplo: “Expreso Rápido Directo de París a Constantinopla”, “Orient Express”.
Una cosa que también maravillaba, era cuando un tren entraba dentro de un navío, para que un trecho de mar fuese atravesado sin que las personas tuviesen que salir del vagón. Yo pasé por estas circunstancias y me acuerdo de ver a todos, incluso a los de mi familia, ¡quedar maravillados! En el fondo, era la sensación de un vagón que estaba siendo cargado por un navío especial, un navío-puente.
Recuerdo personas que pedían permiso al jefe del tren para bajar a un pequeño espacio a fin de ver el mar; todo esto deslumbraba deliciosamente, llevando a las personas a desviar la atención de los inconvenientes de la vida. ¡Era el salir de una ultra-rutina, que databa de siglos, y el entrar en algo nuevo, al mismo tiempo delicioso!
Ahora bien, con el paso del tiempo, se dio lo siguiente: los descubrimientos se fueron haciendo cada vez menos deliciosos y fueron adaptándose más a atender necesidades serias, que levantaban pensamientos preocupantes… Por ejemplo, el surgimiento de las radiografías.
La radiografía en su inicio deslumbró, pero el celebrarla, era recordar al hombre su condición de enfermo. Por otro lado, le daba la oportunidad al médico de descubrir en el organismo poderes, con los que a veces no contaba. De manera que, si bien la existencia de la radiografía fuese para todo el mundo causa de alegría, el hacerse radiografía, no lo era para nadie. Los resultados terminaban, sobre todo, en tuberculosis.
Aflicciones y temores causados por los eventos tecnológicos
Me acuerdo de pequeñas escenas: un primo mío, que ya murió, y que era un toro; antes de asumir un cargo público, fue a hacer una radiografía de pulmones en el Instituto Clemente Ferreira. Había cantidad de personas, y él por el medio. De repente, la secretaria del radiólogo interrumpiendo la fila, le llamó.
Me contó que tuvo un primer movimiento, al pie de la letra, de desmayarse, al ser llamado. Entró, le examinaron, y no era nada. Había sacado la radiografía en una posición inadecuada y precisaban rehacer el examen.
Cuando al final salió, con la radiografía normal, se sentía como un gato que salta fuera de un brasero.
Tuve aún el caso de otro primo que fue a hacerse un examen con un oculista muy bueno que había en San Pablo en aquel tiempo. El hombre enfocó aquellas “ametralladoras” sobre los ojos del infeliz, miró y dijo:
—Ud. Está con tuberculosis en los ojos
El joven volvió a casa enloquecido.
El padre le dijo:
—¡No puede ser! Mañana vas a otro médico.
De hecho, fue a otro médico que llegó a la conclusión:
—Eso es una locura, no tiene nada. Ud. tiene una pequeña conjuntivitis y voy a ponerle un colirio y el fin de semana, Ud. Ya estará bien.
De hecho, realmente mejoró, pero en cuanto no salió, aquel suspenso…
Otro primo fue a pasar unos días con el padre en Campos do Jordán y el médico decretó que estaba enfermo del corazón en alto grado. Había muchos cardíacos en la familia paterna. Inmediatamente regresó a San Pablo, llegó aquí, fue a hacerse una revisión: no era nada.
¿Es un progreso? ¡Sí! Pero una cosa es descubrir la luz eléctrica, instalarla y tener la sala iluminada aggiorni, como se decía. Otra cosa es el descubrir cosas desagradables.
También sucedió lo mismo con el telégrafo. El papel del telegrama, en general, vino a ser el de comunicar una noticia bomba. En las novelas, llegaba un telegrama cuando el hombre había perdido la fortuna. Enseguida se mataba, y encontraban cerca del cadáver el telegrama medio mojado de sangre.
Es decir, comenzaban a acumularse solo aspectos negativos de muchas evoluciones en cuanto que otras se hacían completamente banales como la luz eléctrica.
Yo alcancé el tiempo en el que la pantalla surgió para quebrar el exceso de luz, y se comenzó a hacer moda. Eso se convirtió en moda, de tal manera, que casi no hay sala en la que no se encuentre una pantalla. O sea, aquel esplendor de la primitiva iluminación, que encantó a los del tiempo de mi infancia, pero no a mí, se fue acabando. La propia Revolución Industrial se fue agriando en las manos del hombre, cambiando de aspecto de tal modo, que al final, apenas quedaba la sobrecarga de una capacidad asombrosa de trabajar y de vivir.
“Divorcio” con la Revolución Industrial: el hipismo
A pesar de que la Revolución Industrial ha desplazado tanto al hombre y de haberle retirado sus placeres, la humanidad aún la considera un beneficio; pero aquello que al principio había sido un “matrimonio” con la Revolución Industrial por amor, acabó siendo un casamiento de conveniencia. O sea, los polos se amaron en el comienzo, en el periodo siguiente convivieron razonabiliter, y cada uno acabó notando el tedio del otro, pero entendiendo que era razonable vivir juntos. Ahora bien, cuando el matrimonio llega a este punto, ya está caminando para el divorcio. El divorcio con la Revolución Industrial termina en el hipismo y en todo lo que lleva al hombre a huir de la Revolución Industrial.
Los que recorren el arenal de la Revolución Industrial, durante algún tiempo, se quedan en la situación de querer caer fuera de ella. Y tengo la impresión de que aquellos que lanzaron la Revolución Industrial, previeron todo esto y conocían muy bien a qué consecuencias iría a llevar. Pero calcularon la cosa de propósito, de tal manera que en un determinado momento el hombre quisiese hacer el proceso contrario a aquel impulso que lo había llevado hacia donde él no quería.
Desagregación final, fracaso de la civilización
Por ejemplo, si la Medicina es el arte de curar y nunca fue llevada tan lejos cuanto hoy en día, también es verdad que el número de enfermos se va multiplicando, y que cada vez más las exigencias de tratamiento de salud son tales, que ya no hay dinero para tratar de toda una población que adolece mucho más que la de otrora. Infecciones hospitalarias… ¡Es una cosa bárbara!
Hay monumentos o edificios que nos traen a la memoria la atmósfera medio de ilusión, por ejemplo, el edificio de la Facultad de Medicina, frente al Cementerio de Araça. Es de un estilo pseudo-inglés, un gótico inglés finissant, agonizante, con enormes zonas verdes para hacer atrayente el local, agradable. Se pasa frente a la Facultad: un aislamiento, una “Bastilla”. Y todo aquello, puesto delante del Cementerio, dando a entender que el camino es corto… es sólo atravesar…
Todo esto va creando un fracaso de la Civilización, cuyas situaciones internas son aún más crueles. Por ejemplo, la imposibilidad de mantener un sistema carcelario que albergue a todos los prisioneros debido a la multiplicación de los crímenes.
Ahora bien, cuando una situación entra en una determinada rampa, todas las cosas se complican unas con las otras, la sociedad va agua abajo. La solución es recurrir a brujos, a Orixas, para ver si resuelven el problema.
Vamos a ponernos claramente delante de la situación. Ninguno de nosotros tiene la certeza de que nunca una persona es beneficiada con magias y macumbas. No tiene, porque el demonio puede intervenir en favor de la persona.
Imagine una persona que no tiene fe y que tiene deseos de recurrir a una macumba, para solucionar una situación. Por ejemplo, firmó una letra de cambio, un cheque sin fondo. Y que tiene un mes por delante. Ahora, tiene junto a su casa un local de brujería: ¿entra, o no, para ver si encuentra una solución? ¡No hay duda que entra!
¿Qué queda de todo eso? Una especie de desagregación final necesaria que prepara otro orden de cosas. No sabemos, por ejemplo, a qué conducirá un mundo cibernetizado y computadorizado. Solo sabemos una cosa: Es que hacia allá estamos siendo conducidos.
Deberíamos considerar la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que el demonio quiere como punto final? ¿Existe un punto final? ¿Qué es lo que él puede querer como punto final?
Callejón sin salida del demonio
¿Habrá un determinado momento de la Historia de la humanidad en el que el demonio considere que es de su interés acabar con el mundo, y anticipar el fin del mundo para que Dios no realice su plan? ¿O, querría prolongar de modo indefinido el mundo, imaginando poder llevarlo a un auge de mal peor y así desfigurarlo?
Son preguntas de carácter enteramente teológico; No tengo elementos para responderlas, pero formularlas es algo ordenativo para el pensamiento.
Ahora bien, hay un problema que el demonio se plantea: “¿Existe una situación peor, un pecado auge, en el orden de lo posible, para el cual, yo, demonio, pueda llevar al hombre? Pero, ¿eso me conviene a mí, y actuando de esa manera, no provoco demasiado a Dios, y entonces Él decide acabar con el mundo? Si mi intención es hacer que el mundo dure mucho ¿vale la pena provocar este auge de pecado, sí o no? Pero, por otro lado, si veo que el mundo va a acabar, porque Dios ya está resuelto a esto, en determinado momento, ¿no vale la pena que yo acelere el auge del pecado, antes de que esto suceda? ¿En qué consiste el auge del pecado, y cómo arrastro al hombre hasta allá?”
Frente al problema de las civilizaciones: ¿qué es preferible:
A. que el hombre conozca otras alternativas en su camino entre civilización indígena, pero requintadas y más tremendas, la animalización campestre igualmente más terrible.
B. o es mejor que el hombre se hunda definitivamente en uno de estos extremos? ¿Que se convierta en un animal, o que se convierta en un demiurgo?, ¿O hacer de todo esto un solo conjunto?”
¿Qué sería un demiurgo? Un ser dotado de un tal poder que sería como si fuese un ente medio divino. Pero, para el mal. Entonces, un hombre ultra avanzado sería un demiurgo, un Homo Sapiens.
Por otra parte, estas preguntas se repetirían con relación a la Iglesia. ¿Cuál sería la peor situación a la que el demonio podría llevarla? ¿La situación en la que Ella está caminando es la peor posible? O, ¿habría aún una situación peor que la actual?
No sé responder a estas preguntas, cuando mucho, sé formularlas…
(Extraído de conferencia del 1/10/1986)