La Revolución tendencial se mueve en el subconsciente, fangosamente, en la confusión de los defectos que chocan y se amalgaman, hacen y deshacen en ovillos de desórdenes tumefactos y malolientes. En el fondo, es la acción del demonio que se agita y desprende en malos olores que infestan todo el ambiente. El Dr. Plinio se volvía contra ello con indignación y horror. Su sentido católico clamaba por ideas definidas, argumentaciones nítidas, resoluciones fuertes, rumbos firmes, limpieza, pureza, rectitud.
Plinio Corrêa de Oliveira
¿Cómo es la combatividad? ¿De qué modo se comporta frente al “pacinismo” 1 que avanza como una cobra que conspira, urde, trama? Por otra parte, no se mueve propiamente como una serpiente, es algo diferente.
Aguas de Araxá
Cuando niño fui a una estación de aguas que después posiblemente modificó mucho de sus aspectos, la cual apenas comenzaba a hacerse conocida en el Brasil, y hoy es conocidísima en el País entero y hasta en determinados lugares del exterior: Araxá, en el Estado de Minas Gerais. Yo acompañaba a mis padres porque parece que las aguas de allí eran muy benéficas, o al menos se esperaba que lo fueran para el estado de salud de mi madre.
La ciudad de Araxá quedaba algo distante de las aguas. Todos los días era necesario tomar un automóvil para llegar hasta allá. Todo eso era como un paseo —para mi madre un curativo— y se llegaba a un campo donde se encontraban las aguas.
Había dos o tres pequeñas construcciones necesarias para el servicio de las aguas, si recuerdo bien unas meras barracas. Por todos lados existía una tierra gruesa, húmeda, fea, con burbujas que salían de las profundidades, salidas por calores subterráneos, y explotaban aquí y allá. Aquella masa sulfúrica se movía en varias direcciones, pero con movimientos desordenados provenientes del fondo, que hacían saltar un tanto de barro de acá para allá.
Aquellos grumos de barro chocaban, efectuaban un burbujeo desagradable e incongruente, desbordaban un poquito las márgenes y reincidían. De ese proceso se desprendía un olor sulfúrico desagradable.
A causa de las propiedades terapéuticas muy apreciadas, y parece que bastante beneficiosas de esas aguas, era necesario que una persona experta en revolver aquellas cosas supiera tomar algo como un vaso en la punta de un palo de madera, extenderlo hasta cierto lugar, y apretando un poco las masas de lodo, encontrar una forma de introducir en el vaso agua sin barro, para dárselo después al pobre enfermo para beber y mejorar en la salud.
Miré y tuve la siguiente impresión: “Parece algo que en el futuro conoceré”. Ya he visto cosas de esas —bien entendido no me refería a esas aguas, sino a algo que en el orden intelectual, espiritual, mental se asemejaba a aquello— sin embargo, no sé con qué puedocompararlas. Y concluí: “Esta impresión va a quedar en mi espíritu, tanto cuanto que noto aquí y allá tufos de humo oscuro parecido con la polución que se desprende en varios lugares. Son señales de desastres subterráneos que causan el entrechoque de masas líquidas de las cuales salen aquellas llamaradas feas.”
Todo esto no era sino fealdad y horror, excepto las cualidades terapéuticas misteriosas de aquellas aguas.
Odio inspirado por la Fe y la razón
Más tarde percibí las grandes multitudes humanas trabajadas por la Revolución 2, pero no como quien mueve soldaditos de plomo. Estos avanzan: avanza uno, avanza otro, porque el soldadito de plomo tiene su individualidad, se distingue uno de otro, posee una forma definida.
No era, por tanto, como aquello que yo posteriormente llamaría “Revolución B”, que se desarrolla en los hechos, ni como la “Revolución A sofística”, es decir, con ideas precisas, definidas. Yo la denominaría “Revolución A tendencial”. O sea, una Revolución que se mueve en el subconsciente de los hombres, lodosa, grisácea, en la confusión de los defectos que se chocan y se amalgaman, se hacen y se deshacen en madejas de desórdenes tumefactos y malolientes. Es en el fondo la acción del demonio que mueve, mueve, mueve, mueve, y desprende malos olores que infestan todo el ambiente.
Así veo yo el “pacinismo” en sus grandes posibilidades de victoria hoy en día. Y es para el mísero estado en el cual la Revolución dejó multitudes humanas enteras que me vuelvo, al mismo tiempo, con indignación y horror.
¿Por qué con horror e indignación? Porque hay algo en mi propia noción del ser, la noción de mi condición de hombre, y sobre todo, de católico, que clama por ideas definidas, argumentaciones nítidas, resoluciones firmes y fuertes, rumbos seguros, limpieza, pureza, rectitud, y que se siente horrorizado con aquel desgobierno, aquella confusión, aquella blandura que da en todo y no da en nada, y principalmente horrorizado con aquella forma subterránea, misteriosa, que mareando toda aquella suciedad, tiene la intención de ir corroyendo la corteza terrestre hasta que el mundo no sea sino eso.
¿De dónde viene la indignación? Del choque. Yo conozco mi condición humana y de católico y sé lo que tengo de bueno. No dudo en decir que amo a Dios. Y si es verdad que toda criatura fue hecha a imagen y a semejanza de Dios, mirando hacia mí debo sentir que soy hecho a imagen y semejanza de Él. Y si yo le amo, debo amar esto en mí. Y no puedo dejar de odiar algo que tiende a destruir aquello que es semejanza de Él. De odiar con un odio inspirado por la Fe, por la razón; por tanto, es un odio que lleva a la persona entera. Y odiar instintivamente. Porque el hombre, cuando es recto, tiene un instinto que lo lleva a amar las cosas como deben ser, y viendo algo que es como no debe ser, se siente extraño y contrario a aquello. Y el resultado es este: ¡no lo soporto!
Entre el lodo y yo, el estado de guerra es irremediable
Considerando esta situación, exclamo interiormente: “Tú, lodo inmundo, sabes esto y tratas de introducir en mí tus emanaciones sulfúricas, penetrar en mi vestimenta, en mi cutis, entrar por mi respiración, destemplar mis pulmones, intoxicar mi sangre, conformarme a lo asqueroso que existe en ti y hacer de mí algo a tu manera. Pero yo no deseo hacerte a mi manera, quiero hacerte cesar.
Yo soy el agredido porque tengo el derecho de ser. Soy conforme a Aquel que es fuente de todo Derecho: ¡Dios Nuestro Señor! Tú no tienes derecho de ser. ¡Fuera! De ti, lodo, sólo quiero guardar el recuerdo de tu horror, para que cuando vuelvas disfrazado —porque te conozco: sé que no tienes vergüenza y volverás—, yo pueda mirarte y decir para todos: “este es el lodo”, y voy a describirte. Y con horror, despertando el asco y odio hacia ti, hago que una vez más seas rechazado. Entre tú y yo el estado de guerra es irremediable, porque yo soy, y no quiero dejar de ser, excepto cuando Dios me llame a Sí.
Pero entonces yo no cesaré de ser, dejaré de ser en esta Tierra para ser enteramente en el otro mundo. Y en el otro mundo continuaré luchando contra ti. Porque en cuanto haya lodo por la Tierra, yo seré desde el Cielo tu enemigo. Lodo, yo te conozco, conozco cuál es tu futuro, como tú conoces el mío. Tú sabes que, si me dominas, me llevarás a aquel lodo sin fin, lleno de fuego, de inmundicia y de maldición que es el infierno.
Se hacia donde me quieres llevar. Pero también sé que, si voy al Cielo, te maldeciré y, desde los más altos páramos, te atormentaré para la gloria de Dios. Ni yo después de la muerte ni tú dejaremos de existir. Lodo, yo te atenazaré, perseguiré y humillaré. Tú puedes calumniarme, invectivar, ignorar y hasta hacer salir de mis pies una llamarada de humo que impida que me vean.
Nada extinguirá mi combatividad, la cual es, antes que nada, mi fidelidad a Dios y a Nuestra Señora. Es un reflejo y una prolongación de la incompatibilidad irreductible de Ellos contigo, porque tú eres la serpiente eternamente aplastada en la cabeza.
Yo te conozco, lodo, y por eso digo: ¡Eres aplastado por el pie virginal de Aquella que te venció a ti y a todos tus secuaces! ¡Y tú me odias y tienes razón porque soy hijo de Ella!
Pero también es verdad que, porque soy hijo de Ella, yo te odio. Veo bien, oh lodo, que en tu molicie burbujeas odio contra mí. Ese odio no es cristiano. Tú dices contra mi “esto es venganza”, “esto es orgullo” o entonces “siéntate a mi lado, mete tus manos dentro de mí, acaríciame y yo tendré algo para contarte”, y todas las burbujas emitirán un gas tóxico que me dará ganas de dormir, me quitará el gusto de las energías inquebrantables, del aire límpido de las batallas que no acaban nunca. Sé, lodo, que tú me prometes dar todos los placeres del lodo. Yo imagino esos regocijos.
El lodo del espíritu
Oí cierta vez a un señor comentar delante de mí cómo era delicioso tomar un baño de lodo. Hablaba él de un lugar situado en la Europa Central, con un lodo más célebre y probablemente más curativo que el de Araxá. Me decía este señor que había tomado ese baño no por necesidad, sino por curiosidad, cosas de turista. Le dijeron que era muy agradable meterse en el lodo, entonces fue allá. Había grifos con surtidores fuertes, grandes, de donde salía el lodo que llenaba una bañera. Él consideró aquello repugnante. Y añadió: “Tuve horror de aquello, pero llevado por la curiosidad, entré. Usted no se imagina, Plinio, la sensación de lo fofo, de lo suave, de lo agradable que me circundaba por todos lados. Yo no tenía deseos de salir. Parece que las bañeras eran alquiladas durante un tiempo determinado. Acabado el plazo, golpearon la puerta porque ya había otro candidato. Tuve deseos de comprar un turno más, pero no era posible. Usted no sabe lo que es nadar en el lodo.
“El lodo descarga la persona. Usted no llega a acostarse en el fondo de la bañera. Es tan denso que uno queda cercado de aquella materia lisa, que penetra por entre los dedos, sube por el pecho, va hasta el mentón y da un sueño… Es agradable como usted no puede imaginar.”
No le quise decir nada porque era un hombre mayor que yo, con quien no tenía esta la confianza que nos autoriza a intercambiar confidencias de alma. Pensé para mí: “Vi el lodo de Araxá, pero ahora observé otra cosa: el lodo en su alma. Hace mucho que le conozco y le veo pasear, revolverse y vivir dentro del lodo. Conozco el lodo de la materia y el lodo del espíritu porque le conozco a usted. Conozco la invitación del lodo, su atracción y el vicio de vivir en medio de él. Yo odio el lodo porque es tal que, o la persona lo repele con suma energía en el primer momento, o le acaba tomando un gusto que en el segundo momento nos hace relajados de espíritu. “Lodo, yo no te quiero. ¡Fuera! Tú alegas tus caricias como argumento para la tolerancia, y yo digo: Si tú no tuvieses otras infamias, tus caricias serian la razón por la cual yo diría: ¡Lodo, fuera!”
Extraído de conferencia del 17/7/1982
Notas
1) Neologismo creado por el Dr. Plinio para resaltar la falacia del “pacifismo”, indicando que la imposición de una falsa paz trata de ocultar cínicamente sus reales objetivos revolucionarios. Palabra que agrega “paci” a “cinismo”: “pacinismo”.
2) Por Revolución el Dr. Plinio entendía el movimiento que desde hace cinco siglos viene demoliendo a la cristiandad y cuyos momentos de apogeo fueron las grandes cuatro crisis del Occidente cristiano: el protestantismo, la Revolución francesa, el comunismo y la rebelión anarquista de la Sorbona en 1968. Sus agentes impulsores son el orgullo y la sensualidad. De la exacerbación de esas dos pasiones resulta la tendencia a abolir toda legítima desigualdad y todo freno moral. A su vez, denominaba a la reacción contraria a ese movimiento de subversión como Contra-Revolución. Estas tesis están expuestas en su ensayo Revolución y Contra-Revolución (cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002), publicado por primera vez en la revista mensual de cultura Catolicismo en abril de 1959.