La verdadera acción del Divino Espíritu Santo

Publicado el 06/26/2021

Plinio Corrêa de Oliveira

A respecto de la acción del Divino Espíritu Santo en Pentecostés vale la pena otra consideración. Debido al giro histórico del espíritu religioso a lo largo de los siglos, cuando se habla de la tercera Persona de la Santísima Trinidad como Espíritu Consolador, se insinúa la idea de una viuda llena de crepes, teniendo tres niños cerca de ella, cada uno relamiendo un bizcochito, sentada al pie de un sauce junto a una tumba en el cementerio de la Consolación, y pensando: “¡Qué bueno era mi esposo! Tan amable, tan correcto… Es cierto que una vez me traicionó, pero no vale la pena pensar en eso ahora”. Y después de un tiempo de un buen y suave llanto, se retira del cementerio consolada.
En una de las obras de Proust 1 aparece el personaje de una tía viuda que vivía en una hermosa habitación de la que nunca salía. La cama de esta señora estaba al lado de una ventana con vistas a la calle, para que pudiera ver todo lo que estaba sucediendo allí. La pared de la habitación era listada en azul claro y blanco, imitando tela, donde colgaba un retrato del difunto marido. Entre las distracciones de la viuda durante el día estaba mirar la foto y comentar con la criada: “Qué bueno era mi pobre marido…”

Esta es la idea común que se tiene de “consolación”. Por lo tanto, el Espíritu Consolador también sería el que nos haría tener un sabroso misticismo durante el Avemaría; una cosa melosa de donde la persona sale, en este sentido dulcificado de la palabra, consolada.

Sin embargo, el Espíritu Consolador no es esto, sino lo correspondiente a la etimología latina de la palabra ‘consolatio’, es decir, aquel que da fuerza. Él es apropiadamente el Espíritu de fuerza, de ánimo frente al dolor, al sufrimiento y a la lucha. Es el Espíritu Santo quien nos da fuerzas para luchar por la virtud, para lograr la santificación, para luchar por la Causa de Dios. Por lo tanto, es el Espíritu alentador, que da coraje para que la persona luche. Y no, lo contrario, el que coloca un gustito agradable de consolación; es este otro sentido de la palabra.
Sin duda, también es uno de los efectos del Espíritu Santo una cierta forma de dulce resignación, suave en medio de un gran sufrimiento.
Pero este es un efecto entre muchos otros que el Espíritu Santo produce, y que no tiene nada que ver con el sentimentalismo melancólico, al estilo Chopin 2 , y otras cosas del género.
Es algo de resignación cristiana, por ejemplo, en la Virgen, después de que Nuestro Señor subió al Cielo, Ella pasó aún mucho tiempo en la tierra, para el bien de la Iglesia naciente, y y anhelando su encuentro con Él.Así que no tiene nada en común con la flaqueza sentimental arriba. No conozco nada mejor que los gisants de la Edad Media para dar nos la idea sensible de este espíritu de ánimo, de energía, fruto del Espíritu Santo, que nos lleva a enfrentar la vida en cualquier circunstancia. Aquellos guerreros acostados, en una actitud de oración, armados para la vida y enfrentando plácidamente la muerte, después de transponer tranquilamente los umbrales de la eternidad, con fe en Dios y en la Iglesia Católica, listos para presentarse ante el juicio divino, confiados en su justicia y en su misericordia, representan bien, en mi opinión, esta forma de firmeza que da el Espíritu Santo. Una firmeza llena de serenidad, que no es insensible, calvinista. Esta actitud del alma es una de las manifestaciones de esa acción del Espíritu Santo.

Ánimo firme y paciencia: gracias que se obtienen del Espíritu Santo

Me parece que hay que tener en cuenta al tratar sobre el problema del dolor, la posición del católico frente al sufrimiento, la admiración, la aceptación y la comprensión del dolor como un valor insigne que pone en orden e ilumina toda la vida en este valle de lágrimas. Todo esto sólo puede entenderse bien a partir de ese ánimo sobrenatural, que el Espíritu Santo da a los fieles para todo tipo de lucha y sacrificio, incluso para la adquisición, conservación y progreso de la virtud.
Al igual que la palabra “consolación”, también la noción de paciencia es tergiversada en nuestros días,considerándola como una cosa fofa, boba y sin sentido. ¿Pero qué es la paciencia? Este término proviene del vocablo passio, que significa sufrir. Por lo tanto, la paciencia es la capacidad de sufrir, y una de sus manifestaciones es soportar injurias, cuando es el caso de soportarlas. Pero esa no es una actitud tonta.
La paciencia es un elemento indispensable e integral del coraje. Es por tener la capacidad de sufrir que el hombre es valiente. Pero ¿qué sentido tendría un reportaje que dijera:
“La artillería avanzó con admirable paciencia sobre el adversario”? Nadie lo entendería. Sin embargo, tiene un significado: con una admirable disposición de sufrir, de dar y recibir golpes. Por lo tanto, es un elemento
integral del coraje.
Pidamos a la Virgen que nos consiga gracias del Espíritu Santo para tener ese consuelo, ese ardor, especialmente en la vida de santificación y en la lucha contra el adversario.

Extraído de conferencia de 2/6/1966

Notas
1) Valentín Louis Georges Eugène Marcel Proust (*1871 – †1922). Escritor francés.
2) Frédéric François Chopin (*1810 – †1849). Compositor polaco-francés y pianista de la época romántica.

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