La vida mística de Santa Teresa: Aurora de la unión del Cielo con la Tierra

Publicado el 10/15/2022

Algunos la llaman “Teresa, la Grande”, como mujer, su nombre no puede ser seguido por otro epíteto más apropiado y acorde con su alma; como religiosa, su nombre sólo podía ser sucedido por el nombre de su Divino Esposo: “Teresa de Jesús”.

Hno Guillermo Torres, EP

La Providencia quiso dotar a Santa Teresa de Jesús, con los más altos fenómenos místicos vistos hasta hoy en la Iglesia y con un clarísimo conocimiento de la naturaleza humana. Su vida y sus escritos, desde el siglo XVI, han despertado el interés de filósofos, teólogos, inquisidores, historiadores, psicólogos, sociólogos, filólogos, y hasta economistas…

¿Qué tiene esta mujer que ha cautivado y sigue cautivando a tantos, después de más de 400 años de su muerte?

Esta mujer, perseguida en su época hasta por el Papa, se levanta hoy como un faro en medio de las brumas del mundo moderno para permitirnos vislumbrar una realidad que sobrepasa los límites de nuestros cinco sentidos.

El hombre hoy en día vive huyendo de su propia realidad, y procura construir para sí una “Realidad Virtual” que lo saque de este mundo, aunque sea por unos instantes, y le permita fruir las pseudo-alegrías de un “Mundo Nuevo”, libre de las agruras de este valle de lágrimas. Ignora él que existe una “Realidad Real”, más real que la que vemos y sentimos, que nos otorga una verdadera alegría que no pasa y que está constantemente queriendo entrar en contacto con nosotros: Es Dios, es el Cielo, son los Ángeles y los Santos.

La vida mística de Santa Teresa de Jesús le demuestra al mundo de hoy que no existen tabiques entre el Cielo y la Tierra, sino que, desde el inicio de la creación se encuentran unidos para cumplir juntos una misma misión a pesar de que las apariencias nos digan lo contrario.

De tal manera la Santa de Ávila estaba habituada a convivir con las cosas del Cielo, que le parecían “verdaderamente vivos”, todos aquellos que aun estando en el Cielo la acompañaban y consolaban; y que, por el contrario, todas las cosas de la tierra le parecían como “muertas” delante de las maravillas sobrenaturales que contemplaba1.

Todo el Cielo está ansioso para entrar en contacto con nosotros, santificarnos y ayudarnos en nuestra vida, pero muchas veces tenemos cerradas las puertas de nuestras almas para permitirle entrar. Para ello, Santa Teresa nos da un consejo:

Para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí [el Señor], la oración es una puerta; cerrada ésta no sé cómo [se] las hará [para poder entrar], porque, aunque [Él] quiera entrar a regalarse2 con un alma y regalarla, no hay por dónde entrar”3

Pero también amonesta a sus hijas espirituales y les dice, con su característico salero, que no sólo la oración es necesaria, sino que ésta también debe estar acompañada de la práctica de todas las virtudes, de lo contrario “siempre os quedaréis enanas”4.

 

Y dentro del enorme abanico de las virtudes una de ellas sobresale sobre las demás: la virtud de la humildad. Santa Teresa en otro texto dedicado a sus monjas, compara a la humildad con la ficha de la “Reina” o “Dama” en el juego de ajedrez:

La Dama es la que más guerra puede hacer en este juego, y todas las otras piezas le ayudan. No hay pieza que ansí le haga rendir [a nuestro Señor] como la humildad; ésta le trajo del Cielo en las entrañas de la Virgen, y con ella le traeremos hasta nosotras de un cabello a nuestras almas”5.

Las gracias místicas como las que recibió Santa Teresa de Jesús no son tan raras como parecen a simple vista, pues hay veces en nuestra vida en que sentimos sensiblemente a nuestro lado la presencia maternal de la Santísima Virgen; en ciertos momentos de aflicción sentimos el consuelo del Divino Espíritu Santo; en otras ocasiones, cuando vacilamos, escuchamos clarito el consejo infalible de nuestro Ángel de la Guarda; o también a veces comprobamos perceptiblemente el socorro de nuestros santos de devoción cuando los invocamos para pedirles su intercesión, etc.

Para nadie es secreto que nuestra lucha como católicos en el siglo XXI es muchísimo más ardua de lo que fue la lucha de Santa Teresa hace 400 años. Por esta misma razón debemos pedirle a ella que nos conceda de Dios, gracias místicas mayores que las que ella tuvo en vida, para que nos fortalezcan en la fe, confirmen nuestra esperanza y nos enciendan en la caridad, en medio de este mundo materialista y pragmático en el que vivimos.

Notas

1 Libro de la Vida Cap. 38, 6

2 Se entiende aquí el verbo regalar, como dar muestras de cariño o de afecto

3 Libro de la Vida Cap. 8, 9

4 Moradas del Castillo Interior, Moradas Séptimas. 4, 10

5 Camino de Perfección Cap. 24, 2

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