Las realidades terrenas deben ser parecidas con las del cielo

Publicado el 09/30/2021

En la consideración de la fiesta de San Rafael Arcángel debemos impetrarle la gracia de ver en todas las realidades terrestres la semejanza con las celestiales. Solamente, en la medida que amemos las realidades terrenas parecidas con el cielo, prepararemos nuestras almas para el Reinado de María Santísima y para la eterna beatitud.


 

San Rafael Arcángel Iglesia de los Jesuitas, Venecia, Italia

El culto a los Santos Ángeles está muy relacionado con nuestra espiritualidad, razón por la cual el estudio de los espíritus angélicos ocupa un papel muy importante en nuestros pensamientos.

Pedir gracias espirituales y temporales

San Rafael, como siendo uno de los más eminentes de los ángeles, naturalmente tiene un lugar privilegiado en nuestra devoción. Por otro lado, el hecho de que él encamine las oraciones de los hombres hacia Dios y, naturalmente, a Nuestra Señora, que también es intercesora para los ángeles, es un motivo especial para que le demos culto a San Rafael.

El arcángel San Rafael es el Patrono de los que viajan y también de los enfermos. Hay tanta gente que, a uno u otro título, es enfermo. Considero una buena cosa que la persona, en relación a sus propias enfermedades, se comporte así: “Dios mío, os pido que me libréis de esta enfermedad, pero si no lo hiciereis, pues es de vuestro designio, haced por lo menos que yo saque todo el fruto espiritual de ella”.

Alguien podría pensar que pedir la salud no corresponde a una actitud perfecta, porque es una gracia temporal y no espiritual. Dios me libre de una religiosidad que sólo pida las gracias temporales; pero, que Él me libre igualmente de otra que juzga que hay una imperfección en pedir las gracias temporales. Se debe pedir también “el pan nuestro de cada día”.

Padrón para todas las cortes terrestres

En la Corte Celestial en último análisis existe el mismo protocolo y por las mismas razones. Dios Nuestro Señor – que evidentemente no necesita de nadie –, al haber creado seres diversificados es natural que entregue a ellos algunas misiones junto a Él, según una disposición jerárquica. Y también, que esos seres posean un brillo, un esplendor, una dignidad en la mansión celestial, correspondiente a las tareas de las que son incumbidos, tareas estas que a su vez corresponden a la propia naturaleza de ellos.

La Santísima T Trinidad, Nuestra Señora y los bienaventurados en el cielo – Iglesia de San Pedro, Bordeaux, Francia

Así, está enteramente de acuerdo con el orden del universo que los seres humanos sean regidos por los ángeles, y éstos sean intercesores de los hombres junto a Dios. De manera que es verdaderamente una vida de corte, con un protocolo y una dignidad, que sirve de padrón para todas las cortes terrestres, e indica la necesidad de que exista un protocolo, una jerarquía, una diversificación de funciones. El ejemplo contrario de eso lo tenemos en los discursos de jefes de Estado y de sindicalistas modernos, teniendo una pila de gente atrás, decenas de micrófonos y gente alrededor conversando; el individuo interrumpe la arenga, da una orden para éste o aquél, cuenta un chiste y, después continúa hablando para la masa. Un caos en el cual no hay compostura ni dignidad. Y esa carencia de orden, compostura y dignidad van constituyendo la igualdad y la democracia.

Al contrario, en el estilo aristocrático-monárquico encontramos esa diferenciación, esa jerarquía que es la propia imagen del cielo, y comprendemos mejor aquella afirmación de Pío XII de que, aún en las democracias verdaderamente cristianas, es indispensable que las instituciones tengan un alto tonus aristocrático.

Condición psíquica de sobrevivencia en la tierra

La fiesta de San Rafael nos conduce exactamente a esa idea. Es un intercesor celestial de alta categoría que lleva nuestras oraciones a Dios, porque es uno de los espíritus angélicos más elevados que asisten junto a Él y, por lo tanto, están más próximos de Él para pedir por nosotros, constituyendo los canales naturales de las gracias que deseamos.

Esa consideración nos conduce a la idea de que debemos reforzar cada vez más en nosotros el deseo de que las realidades terrestres sean semejantes a las celestiales. Porque, sólo en la medida en que amemos las realidades terrenas parecidas con las del cielo, es como preparamos nuestras almas para la beatitud celestial. Si al morir no tenemos apetencia por las realidades terrestres parecidas con las celestiales, no tendremos apetencia del cielo.

Por lo tanto, hay algo en ese espíritu de jerarquía, de distinción, de nobleza, de elevación, que corresponde a una verdadera preparación para el cielo; preparación que es tanto más deseable cuanto más vayamos sumergiéndonos en un mundo de horror, en el cual todas las exterioridades con las cuales tomamos contacto son monstruosas, caóticas y desorganizadas.

San Rafael – Museo Palazzo Abatellis, Palermo, Italia

Es una necesidad del espíritu humano, de modo a no sumergirse en la desesperación, que la persona pueda poner sus miradas extenuadas y doloridas en algo digno y bien ordenado. No es propio del hombre vivir en el mare magnum de cosas que caen, se sumergen y se deterioran. En algún lugar él necesita poner su alegría y su esperanza.

Pero de tal forma todo cuanto es digno va desapareciendo de este mundo que, o tenemos cada vez más nuestro deseo y esperanza puestos en el cielo, o no tendremos más condiciones psíquicas de sobrevivencia en la tierra.
 
Hubo una santa que tuvo una revelación en la cual vio a su propio ángel de la guarda. Era un ente de una naturaleza tan elevada, tan noble y excelsa, que ella se arrodilló delante de él para adorarlo, pensando que era el propio Dios. El espíritu celestial debió explicarle que él era sólo su ángel de la guarda, perteneciente a la jerarquía menos alta que existe en el cielo. En comparación con eso, ¿qué podemos imaginar de un ángel como San Rafael, de las más elevadas jerarquías?
 
Extraído de conferencias del 23/10/1963 y 23/10/1964)

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