Plinio Corrêa de Oliveira

La anunciación del Ángel San Gabriel a Nuestra Señora es una de las mayores fiestas de la Santísima Virgen.

Tiene un significado especial pues es la fiesta en que se realiza, con la Encarnación del Verbo, ese misterio insondable de Nuestro Señor Jesucristo que se coloca en una dependencia tan completa de Nuestra Señora que, como dice San Luis María Grignion de Montfort, Él se hace esclavo de Ella.

Realmente, el Dios omnipotente, infinito, se enclaustró en el seno purísimo de una Virgen. Durante ese tiempo, el Creador de todo el universo quedó en relación con María Santísima en la mayor dependencia que alguien pueda estar hacia otra persona.

Si tomamos en consideración que desde el primer instante de su concepción el Verbo de Dios humanado fue enteramente consciente, comprenderemos lo que significa su presencia en Ella: una intimidad inefable al lado de una dependencia completa. Por otro lado, podemos imaginar también el cuidado, la veneración, la ternura sin fin de la Virgen de las vírgenes teniendo en sí a este celestial y divino Prisionero.

Aquel que es mayor que todo el universo fue enclaustrado en el seno maternal de Nuestra Señora. Qué paradoja celestial, qué grandeza en esta paradoja y qué inmensa lección de humildad nos da Nuestro Señor Jesucristo al entrar en esta vida, oscuro, apagado, sin pretensiones, ignorado por los hombres, reducido al menor estado en que una criatura pueda estar, pero adorado por los Ángeles que no tenían palabras para expresar su amor y entusiasmo por lo que veían, y, mucho más de que por los Ángeles, adorado por su Madre Santísima que, siendo criatura humana, entretanto – otra paradoja – en el orden sobrenatural, valía incomparablemente más que todos los ángeles reunidos.

Entonces ¿qué debemos hacer en el día de la Anunciación? Yo creo que esta fecha puede ser considerada el día especial de aquellos que se consagraron a Nuestra Señora como esclavos. Es el día propicio para imitar a nuestro Divino Salvador y pedir a la Madre de Dios que haga con nosotros, misericordiosamente, lo que Ella hizo con su Divino Hijo: que nos abarque, nos envuelva, nos una, nos encadene a Ella y haga con que tengamos, con relación a Ella, la dependencia perfecta y omnímoda como la que Nuestro Señor tuvo.

Para aquellos de nosotros que hayan hecho la consagración a María como esclavos, es el día adecuado para renovarla. De esta manera, nos entregamos a la Santísima Virgen del modo incondicional y absoluto con que a Ella se entregó Nuestro Señor Jesucristo.