Plinio Corrêa de Oliveira.
Por naturaleza, los hombres son iguales y a todos corresponden los mismos derechos y deberes esenciales. Sin embargo, las diferencias accidentales entre dos hombres pueden ser de una gran relevancia.
Pasemos a tratar de la igualdad.
Si tomamos en consideración varios objetos fabricados en serie, que acaban de salir de la fábrica, y los analizamos con cuidado, aunque a primera vista parecen idénticos, vemos que en algunos pormenores son diferentes unos de otros. Porque no es posible una igualdad completa entre dos seres, incluso siendo ellos de la misma naturaleza.
En ocasiones la desigualdad reside en los accidentes, mientras que en la esencia hay igualdad. Entre tanto, los accidentes tienen mucha importancia, principalmente si consideramos la naturaleza humana.
Por naturaleza, los hombres son iguales y a todos corresponden los mismos derechos y deberes esenciales. Sin embargo, las diferencias accidentales entre dos hombres pueden ser de una gran relevancia.
Por ejemplo, un soldado puede ser un héroe de guerra, pero no sabe dirigir una batalla; un general sí lo sabe. Fue ganada una batalla, y el general tuvo un papel enorme en la victoria. El soldado, a su vez, sirvió de ordenanza del general durante la batalla: le trajo agua, le sacó la punta al lápiz, espantó un gato que iba a entrar en la tienda del general, éste le pidió coger un pañuelo, se lo trajo, etc. Ambos contribuyeron para ganar la batalla, aunque de modos muy diferentes. En la hora del triunfo, ¿podríamos imaginar a las tropas desfilando y el pueblo aclamando, primero al general, después al portador del pañuelo del general? “¡Viva, trajo el pañuelo del general!” Es una acción común, pasible de ser practicada por cualquier persona, no supone méritos ni dones especiales. Por lo tanto, no se aplaude, no se hace una apoteosis para algo tan común.
Consecuencia: para el general, aplausos; al pasar bajo el arco de triunfo, la multitud le ovaciona, después es llevado hasta su casa, donde recibe visitas de personalidades importantes. El soldado es esperado por su familia, que lo lleva en un carruaje y van a comer una feijoada [plato brasileño a base de fríjoles] en casa, en la hipótesis de que la escena sucediese en Brasil. Es natural. Se trata de un buen soldado que prestó sus servicios, un hombre honesto, digno de toda la consideración que se tiene a los hombres comunes honestos.
Es necesario sacar provecho de los dones recibidos de Dios
Dios creó a los hombres con capacidades desiguales, de donde, si las ejercitaran, unos estarán mucho más propensos a recibir gran galardón, honra, dinero, que otros.
Recientemente estaba viendo la fotografía de la residencia donde nació Winston Churchill, el famoso primer ministro inglés durante la II Guerra Mundial. Es el bonito castillo de Blenheim. El Rey de Inglaterra le dio ese castillo a John Churchill, primer Duque de Marlborough, porque había ganado una guerra para aquél país. Y ¿qué habrá concedido el monarca al soldado que combatió?Tal vez una pequeña condecoración. Está muy bien, de acuerdo con la justicia, es lo normal.
Esa desigualdad existe porque la Divina Providencia así lo dispuso y el hombre saca el debido provecho de los dones recibidos. No es suficiente que Dios haya dado, es necesario que el hombre sepa sacar provecho. Si alguien es muy inteligente, pero nunca estudio, y otro es menos inteligente, pero se aplicó en los estudios, éste progresará más que el anterior, es claro. El que quedó atrás será un contador de anécdotas en la taberna; el estudioso se convertirá en profesor de una universidad. Es muy diferente ser la gloria de una taberna a ser la gloria de una universidad. Uno sacó prove cho de lo que Dios le dio, el otro no.
Por lo tanto, esa desigualdad es innata, pero por nuestros medios aún podemos colocarnos más alto por el aprovechamiento de aquello que Dios nos dio, sea mucho o poco.
Tomado de Revista Dr. Plinio. Vol. III – N.º 27 Julio de 2020, p. 23-24