Los novísimos, ¿Por qué pensar en ellos?

Publicado el 11/10/2022

Fuimos creados para participar de la naturaleza de Dios, fuimos creados para ver a Dios cara a cara, y debemos hacer todos los esfuerzos posibles para no perder esta vida que nos llegará después de que el tiempo termine.

Monseñor João Clá Dias

Debemos mantener la mirada en los últimos acontecimientos: “Medita en tus novísimos y no pecarás eternamente”, dice el Eclesiástico (cf. Eclo 7, 40). Debemos poner nuestra atención en estos acontecimientos últimos de nuestra existencia. ¿Qué son los novísimos? Son éstos: muerte, juicio (particular y final), infierno o Paraíso. Nuestra atención debe estar puesta en ellos.

Vista del parlamento inglés en Londres

Si nosotros supiéramos hoy que vamos a viajar dentro de una semana o un mes, a Inglaterra o Alemania, por ejemplo, o a algún otro lugar, ya estaríamos preparando nuestro viaje y con anticipación estaríamos haciendo las maletas, con ganas de saber todo lo necesario. Diríamos, por ejemplo: “Bueno, en un mes estará en la parte más fuerte del verano de Europa, así que necesito ropa ligera; debo llevar también estas pastillas, estas vitaminas, porque es seguro que me voy a cansar mucho durante el viaje; además, este par de zapatos, que son muy livianos…” Prepararíamos la maleta con un mes de anticipación. Pensaríamos cuidadosamente en todo lo que deberíamos llevar.

Ahora bien, todos haremos un viaje, que es un poco más largo… Este viaje es eterno, del que nunca vamos a volver, y pasaremos la eternidad en ese destino al que viajamos. Si se trata de viajar por una eternidad, es indispensable que uno prepare desde ya ese viaje eterno. Por eso, el que se preocupa por los casos concretos que acaban en esta vida y no se prepara para el gran viaje, que es el viaje eterno, y, sobre todo, no se prepara un buen lugar, ¡es un loco!

Porque el que va a viajar a Alemania, a Inglaterra, empieza: “Bueno, ¿a qué hotel voy? ¿Cuál es el alojamiento en el que me quedaré? Porque hay este que cuesta tanto, hay este que tiene tales y tales ventajas…”. En el cielo también es así: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”, dice Nuestro Señor. Y por lo tanto, el hotel eterno, llamado Cielo, uno puede estar allí en estas condiciones o en aquellas condiciones.

Ahora bien, existe un hotel eterno mucho más incómodo que cualquier situación terrible aquí en la Tierra, y que se llama infierno. Así que debo estar dispuesto a preparar mi eternidad.

…todo pasa, todo pasa.

Todo lo que hagamos será pedido cuentas. Y por eso necesitamos abrazar la virtud, abrazar la práctica del bien, porque todo esto pasará y en un determinado momento estoy ante el Juicio de Dios. Este Juicio de Dios no puede salir de mi memoria: Yo, en un determinado momento, estaré ante Dios. Y Dios me mirará y dirá: “¿Y entonces?” Toda mi vida aparecerá ante mí y tendré que ser juzgado, juzgado por todo lo que hice.

Entonces, es necesario tener frente a mis ojos, todo el día, los cuatro novísimos. Novísimos porque, en latín, novísimo es lo que viene por último. Muerte, Juicio Particular, Juicio Final, Cielo o Infierno. Son los cuatro novísimos, lo que va a pasar al final. Y debo crecer en vista de lo que sucederá al final. Al final sucederá que seré juzgado

Y no se deje llevar por las apariencias, por las vivencias. “Mi impresión es tal cosa”. No importa mi impresión, importa lo que es. Las impresiones pueden ser defectuosas, y debo dejarme llevar, ahí sí, por la Ley de Dios, por la Palabra de Dios y por lo que es la razón. La razón es que debe guiarme.

El tiempo es una criatura de Dios que Él entregó a los hombres, pero el tiempo debe terminar y por eso se dice: “fin de los tiempos”, los tiempos terminarán y entraremos en la vida eterna.

Fuimos creados para participar de la naturaleza de Dios, fuimos creados para ver a Dios cara a cara, y debemos hacer todos los esfuerzos posibles para no perder esta vida que nos llegará después de que el tiempo termine. Porque así como habrá un tiempo final para toda la historia, hay un tiempo final para mí, porque el tiempo para mí termina no cuando para el Big Ben de Londres, no es cuando para el reloj de Londres, el tiempo para mí terminará cuando yo cierre los ojos a este mundo, cuando llegue la hora de mi muerte.

Por un lado, la gloria extraordinaria de los que van a la eternidad; en cambio, bajo los pies de Nuestro Señor Jesucristo, todos los que se rebelaron contra Su Ley y murieron fuera de la gracia de Dios, murieron en estado de maldición, abrazando el pecado.

El problema del hombre es que, no siendo puro animal y teniendo un alma inmortal, debe hacer todo lo que hace, pero con miras a lo eterno, con miras a lo que no muere, con miras a la eternidad, con vistas a dar valor más a su alma que a su cuerpo.

Y sucede esta tragedia: que el hombre, teniendo cuerpo y alma -alma inmortal, un destino eterno-, el hombre, muchas veces, se preocupa mucho más por las cosas concretas y olvida lo que vendrá después y olvida por completo lo que sucederá después de su muerte. y lo que sucederá después del fin del mundo.

Porque, si no es la vida eterna, si la vida termina aquí y nosotros, en el momento en que nos entierran, nuestros cuerpos van al fondo de una fosa, también mi alma y no tengo más historia, termina allí mi historia, entonces surge el problema de si vale la pena, de hecho, practicar la virtud o no. Todavía valdría la pena, pero ese era un problema discutible.

Pero como nuestro destino es eterno, vale la pena prestar atención a ese destino eterno y fijar mis actividades en el destino eterno. Saber que mis manos, mi cuerpo, se acabarán, pero mi alma no; y que por la eternidad de mi alma, todavía recuperaré mi cuerpo en diferentes situaciones, en diferentes condiciones, debo allí poner la fuerza de la práctica de mi virtud.

Y esto es lo que debemos tomar como elemento para nuestra vida espiritual, para nuestra vida familiar, para nuestra vida cotidiana, para nuestra vida laboral, para nuestra vida de funciones aquí, allá y allá, para nuestra vida común en sociedad, lo que sea, debemos hacer todo lo que hacemos, dentro de lo que es legítimo, lo que está enteramente permitido por la Ley de Dios, y debemos tener siempre la vista puesta en el fin. Porque este fin y esta esperanza de una eternidad feliz, del Reino Eterno con Nuestro Señor Jesucristo y con todos los Ángeles y Santos, es este Reino y esta felicidad eterna que debe promover en nosotros, que debe animar en nosotros, estimular en nosotros la práctica de la virtud. Para esto nacimos.

Si una familia se reúne en torno a esta perspectiva final, se reúne en torno a la perspectiva de la eternidad, afronta todos los tormentos, todos los dramas, todas las vicisitudes con coraje, con fuerza y ​​con ánimo.

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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