
Madre de Misericordia y Reina de Sabiduría, mostrad claramente a mi alma frágil cuánto la angustia y la perturbación me son nocivas.
Hacedme entender que tenéis vuestro manto continuamente puesto sobre mí, como vuestro hijo y esclavo, y vuestra predilección me acompaña incluso en los momentos más tristes, ¡oh Refugio de los pecadores!
Quien es asistido así por Vos, no tiene ningún motivo para angustiarse, sino, al contrario, debe hacer de todas las horas de su día un himno de aquella confianza especial que os da tanta gloria, oh Puerta del Cielo, esto es, la confianza de los miserables pecadores.
Os pido que alejéis cuanto antes de mí los peligros y angustias con las que el demonio quiere arrastrarme e inundéis mi alma con luces de consolación y confianza de las cuales es sagrario vuestro Corazón Inmaculado.
Oración compuesta por el Dr. Plinio