Madre de la hija primogénita de la Iglesia

Publicado el 06/17/2024

A la manera de la flor del cactus que florece entre las espinas, Santa Clotilde, en medio de un pueblo pagano y bárbaro, hace germinar en las pilas bautismales de Reims a la nación primogénita de la Iglesia, confiriéndole su gracia, su belleza y su fe.

Plinio Corrêa de Oliveira

Sobre ella hay una referencia tomada de la obra L’Année Liturgique de Dom Guéranger.

Nace una gran vocación en medio de infortunios

Santa Clotilde fue aureolada por la gloria de una maravillosa maternidad espiritual, pues fue gracias a esta reina que, en una noche de Navidad, nacía en las fuentes bautismales de Reims la nación primogénita de la Iglesia. Clotilde estaba preparada por el sufrimiento para el gran destino que Dios le tenía reservado: la muerte violenta de su padre, destronado por un usurpador fratricida, sus hermanos asesinados, su madre ahogada en el Ródano, su nuevo cautiverio en la corte arriana del verdugo que trajo consigo la herejía al trono de los borgoñones, desarrollaron en ella el heroísmo del martirio y la hicieron madre de un pueblo.

Santa Clotilde rezando ante la sepultura de San Martín de Tours – Charles André Van Loo – Museo de Bellas Artes – Angers – Francia

Santa Clotilde era hija del rey de los borgoñones. Su padre era católico, y el hermano de su padre, por lo tanto, su tío, era arriano. El arrianismo era una terrible herejía que infestó a la Iglesia durante siglos; fue una cosa bárbara. Y este tío arriano mató a su padre católico y diezmó a toda la familia de Santa Clotilde, la madre fue arrojada al Ródano, los hermanos fueron muertos; en fin, una matanza completa.

Nunca recibí una explicación de por qué él no mató a Santa Clotilde. La llevó a su corte y la mantuvo allí, en cautiverio, como una especie de sobrina de segunda categoría, medio prisionera.

Clodoveo, rey de los francos, nación vecina de los borgoñones, tenía un problema con este tío de Clotilde, quiso casarse con ella porque preveía que con esto causaría una división en el reino de los borgoñones; probablemente debería tener sus partidarios. No sé cómo el tío aceptó el matrimonio a pesar de este inconveniente.

Ella preguntó cómo sería la cuestión de la fe, ya que Clodoveo era pagano. Él le aseguró que le daría la libertad de preservar la fe católica, y así se casó con ella.

Vocaciones cuyos méritos provienen de Nuestra Señora

Dom Guéranger muestra muy bien el contraste que se produjo al principio de la vida de esta reina y al final. Al inicio oprimida, perseguida, etc. De repente, asciende al trono, pero esposa de un rey pagano y bárbaro, que se convierte. A partir de ahí surge una nación católica. Así podemos ver la hermosa vocación que ella poseía. Casi todas las vocaciones más bonitas comienzan de una forma tremenda. Hay contratiempos, dificultades, cosas imposibles, y un sinfín de dramas. Y es de estas espinas de donde germinan las bellas vocaciones.

Mucho se habla de la belleza de la rosa, pero hay una flor que rivaliza con ella en hermosura y quizás sea más bonita: la flor del cactus. El cactus es una planta horrenda: generalmente gruesa, espinosa, sin perfume ni forma definida, una especie de animal antediluviano en el reino vegetal. Pues bien, de aquí brota esta belleza de flor.

Lo mismo ocurre con las grandes vocaciones. Nacen de sufrimientos indescriptibles, de tremendas decepciones, de reveses que se entrecruzan; de caídas inesperadas.

En medio de todo esto, a la manera de la flor de cactus que florece entre las espinas, va surgiendo una maravilla que es la vocación, cuyo éxito no se debe a ningún mérito humano, sino a Nuestra Señora.

En una de sus epístolas, San Pablo dice: “¿Quién le dio primero, para que le sea retribuido?” (Rm 11, 35). Es decir, primero Dios nos da algo, luego nosotros hacemos algo por Él y premia en nosotros el propio don concedido. Esa realidad conviene tenerla en vista siempre.

Y aquí está Santa Clotilde, bajo esa interpretación. Desde que era una niña, ha sido preservada y guiada para eso, no porque haya hecho algo, sino porque la Providencia lo ha querido y ella ha respondido. Ahí radica la santidad y el mérito de la cuestión. Pero en el inicio el mérito fue todo de Dios.

Felices los pueblos a los cuales les fue dada una madre por la munificencia divina

A continuación, la ficha descriptiva dice:

Dios quiso que el hombre saliendo de sus manos y aún incapaz de contemplar directamente a su autor, encontrara como primera traducción de su amor infinito la ternura de una madre. Esto da a las madres esa facilidad única de completar en el alma de su hijo la reproducción completa del ideal divino que debe ser impreso en él.

El pensamiento de Dom Guéranger es muy bello. Cuando el Creador hace que el niño nazca de su madre, le da a ella una intuición especial para completar en él la obra divina. Esto es real en lo que se refiere a la madre terrena; pero se refiere mucho más a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en la cual somos engendrados y que, por lo tanto, tiene una intuición maternal para completar la obra de Dios en nosotros. Y esa verdad también se aplica de manera insondable a Nuestra Señora.

El texto continúa:

Y si la maternidad es tan grande en el orden de la naturaleza, es aún más sublime en el orden de la gracia. Es el ejemplo de la Santísima Virgen, Madre de Dios y, en consecuencia, Madre de todos los hombres. Y toda maternidad no fue, desde entonces –en un verdadero sentido–, sino una consecuencia de la de María, una delegación de su amor, y la comunicación de su augusto privilegio de dar a los hombres que deban ser sus hijos. La dignidad de madre cristiana fue aumentada por María hasta un punto en el que la naturaleza nunca pudo sospechar.

Como Clotilde, a menudo la esposa, preparada por el divino sufrimiento, se encontrará dotada de una fecundidad mil veces mayor que la terrena. Bienaventurados los hombres nacidos por el favor de María de esa fecundidad sobrenatural que resume todas las grandezas. Felices los pueblos a los cuales les fue dada una madre por la divina munificencia.

Dom Guéranger hace aquí una hermosa comparación. Lo que Santa Clotilde fue para los franceses, Nuestra Señora lo es para toda la raza humana. Ella es la madre de todos los católicos.

Y así como de la gracia, de la belleza y de la fe de Santa Clotilde se dio origen a una nación, así también nosotros al nacer de María Santísima. Ella nos comunica su belleza espiritual, su gracia y su fe. Somos sus hijos porque hemos recibido todo de Ella, y por Ella somos engendrados.

Extraído de conferencia del 3/6/1969

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