La Madre es la que se gloría en atender siempre, en acudir siempre, en acoger siempre, de forma a que no haya una hipótesis posible en la que nosotros, al rezarle, no seamos socorridos.
Plinio Corrêa de Oliveira
En la advocación de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro no se enaltece principalmente que María Santísima nos auxilie con mucha frecuencia, liberalidad y ternura, sino el hecho de que ese auxilio es perpetuo.
Por muy mal que lo hagamos, por mucho que abusemos, por más increíbles que sean nuestras ingratitudes, por muy agudo que sea el riesgo, por muy extraordinario que sea el milagro implorado, por más extremo e improbable que sea el auxilio pedido, siempre que no sea una cosa mala en sí, la Madre del Perpetuo Socorro nos atenderá.
Así pues, la Madre es la que se gloría en atender siempre, en acudir siempre, en acoger siempre, de forma a que no haya una hipótesis posible en la que nosotros, al rezarle, no seamos socorridos.
Ella puede incluso atrasar el momento de conceder lo que le pedimos, pero lo hace para darnos después cien veces más, yendo hasta nosotros con las manos cargadas de dones multiplicados.
¡Felices aquellos a quienes Nuestra Señora tarda en atenderlos!