Oh clemente, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María! Vos fuisteis concebida sin pecado original y nunca tuvisteis la menor falta, jamás dejasteis de progresar enteramente en todo lo que estaba en los designios divinos.
Sois la Virgen, por respeto a cuya virginidad el Omnipotente obró este milagro estupendo: quiso que fueseis al mismo tiempo Madre suya y Virgen antes, durante y después del parto; de tal manera vuestra virginidad es insondablemente valiosa.
Madre de Dios Hijo, sois también la Hija amadísima del Padre Eterno, y el mismo Espíritu Santo es vuestro Esposo que en Vos engendró al Niño Jesús. Tenéis, así, todo para ser atendida.
Además, sois llena de misericordia hacia los pecadores. Heme aquí, yo soy un pecador… Vengo, pues, de rodillas a pediros: Perdonadme, no miréis hacia mis pecados, sino hacia vuestra bondad. Considerad la Sangre que vuestro Divino Hijo derramó, pensad en las lágrimas que Vos misma vertisteis para que yo fuese salvado. Madre mía, no por mis méritos sino por vuestra bondad, ¡salvadme!
Oración compuesta por el Dr. Plinio el 29/11/1992