
Señora y Madre mía, a vuestros pies está, herido por el pecado, el hijo y esclavo que hace poco se encontraba en una tan elevada y suave unión con Vos.
Vengo a pediros perdón y misericordia. No tengo méritos ni virtudes que mostraros para obtener de Vos lo que ruego, pero Vos sois la Madre y el Refugio de los pecadores.
Amadme, Madre mía, a pesar de mi pecado. Permitidme la filial osadía de deciros: amadme por causa de mi pecado, o sea, con el amor que tenéis a los infelices que pecan.
Os ofrezco mi pobre condición de pecador, mis debilidades y miserias, seguro de que vuestra sonrisa acoge mis pobres dones.
Me encuentro tan débil que temo ofenderos de nuevo, pero desde ya tengo la certeza de que me perdonareis y no me abandonaréis.
En mi aridez siento ser tan grande mi miseria que no puedo ir hacia Vos. Venid, pues, a mí y todo se resolverá.
Oración compuesta por el Dr. Plinio en la década de 1970