Majestad con tranquilidad, fuerza con bondad

Publicado el 09/22/2020

Plinio Corrêa de Oliveira.

Poseyendo en altísimo grado la virtud de la combatividad, el Dr. Plinio tenía gran admiración por Carlomagno, varón católico que llevó el combate desde el Rin hasta Santiago de Compostela, y desde el norte de los bosques alemanes hasta el centro del poder árabe en España.

Analicemos según la regla de ver, juzgar y actuar, de Santo Tomás de Aquino, el relicario de Carlomagno, que se encuentra en la Catedral de Aquisgrán.

Firmamento de equilibrio y buen gusto

El relicario está constituido de dos partes: una caja y una tapa. La caja es cuadrangular, común. Mas sobre una forma tan simple –una caja con tapa– está colocado un mundo, un verdadero firmamento de equilibrio y de buen gusto.

En primer lugar, veamos de que especie de metal es hecho. No es propiamente oro. Creo que ellos no tenían oro suficiente como para hacer una caja como esta. Pero es una especie de bronce dorado que tiende a imitar el oro, y tal vez tenga un poco de oro en esa aleación.

Es una caja que da la idea de ser fuerte; se tiene la impresión de que se trata de un cofre que no se fuerza con facilidad, el cual guarda un tesoro. La urna manifiesta de algún modo la grandeza del tesoro que guarda. Es decir, expresa, de cierta manera, la gran alma de Carlomagno. ¿En qué sentido?

Su vida fue de equilibrio, de acción recta y de una constancia admirable. Noten la bonita proporción existente entre la altura de la caja y la de la tapa. Si la tapa tuviese tres veces la altura de la caja, por ejemplo, sería una ruina. En caso de que fuese un poco más baja de lo que es, quedaría achatado. Tiene el tamaño necesario para una obra de equilibrio que representa el equilibrio del gran Carlos.

Modelo para la formación de nuestras almas

Para adornar la caja, ella tiene externamente esas columnas y esos arcos, propios a la pared de una capilla. Cada santo está colocado en un trono en el interior de una especie de capillita. Porque conviene a cada santo tener su altar y su culto. Pero también conviene que cada rey tenga un reino con su corte. Y esos reyes se santificaron ejerciendo la función y la vocación de rey; la realeza y la santidad están representadas juntas en el cajón de aquel que fue un rey modelo, y esperamos que un día la Iglesia lo declare un verdadero Santo.

Una cosa curiosa que tal vez algunos no noten a primera vista: ninguno de ellos está gesticulando, hablando, ni nada de eso. Si permaneciesen “gesticulando” y “hablando” daría la impresión de una feria. No obstante, en la posición en que todos ellos están, se tiene la impresión de que cada uno po see su individualidad, tiene su papel, pero no procura ahogar a los otros, no procura dominar. Es la

convivencia perfecta de los reyes en la Cristiandad, convivencia de los Santos en el cielo. A mi ver, esta es la impresión que causa, y es muy bonito que sea así.

Es interesante el papel de las piedras preciosas. Hay un hermoso trabajo de orfebrería allí, lleno de piedras preciosas aquí, allá y más allá. Sin embargo, tiene todas las piedras que conviene, en la medida y proporción exactas, todo bonito, bien arreglado.

Quién contempla esta urna encuen- tra en ella una mezcla de calma, majestad con tranquilidad, y fuerza con bondad. Ahí está retratado el gran Carlos. Ese relicario es una obra de equilibrio, buen gusto y santidad.

Bien, eso ya es juzgar. Por lo tanto, nosotros vimos y juzgamos. Ahora, nos queda actuar. Debemos preguntarnos si delante de eso tomamos la actitud interior que debemos tomar. Es decir, si le damos a ese objeto la importancia que precisamos darle, pues él es un modelo para la formación de nuestras almas.

Por ejemplo, si yo tuviese muchas fotografías de esas, las colocaría a disposición de cualquiera que las pidiese para tenerlas en su cuarto, porque es una cosa que hace bien mirar antes de dormir.

Si no fuera en el dormitorio, en el lugar donde trabaja tener un cuadro sobre su escritorio. Es bonito, agradable y nos hace sentir al mismo tiempo pequeños – porque eso es grandioso -, pero también, hijos. No hay ahí ningún desprecio por nosotros. Hay una invitación como quien dice: “Acérquese y admire. Sea hijo de eso, ame eso, en la armonía que debe haber entre todas las cosas. Esa atmósfera es suya.”

La piedra en cabujón y la lapidada

Vemos en otra fotografía el famoso busto de Carlomagno.

Presten bien atención en esa fisonomía esculpida por alguien que estaba mucho menos distante de Carlomagno en el tiempo. Observen como es dulce, natural. No tiene nada de orgulloso. Es el hombre que llevó su combate desde el Rin hasta Santiago de Compostela, y desde el norte de los bosques alemanes hasta el centro del poder árabe en España. ¡Es una cosa formidable! Pero vean la naturalidad, la bondad, la nobleza, al mismo tiempo. ¡Qué gran persona!

Noten que, además, de las perlas, hay varias piedras preciosas, todas ellas lapidadas a la manera de lo que en francés se dice en cabujón.

¿Cuál es la diferencia del cabujón con el otro modo de lapidar? En la piedra lapidada, hoy tan común, se corta la piedra en varias superficies para hacer ángulos. Y los ángulos aumentan elbrillo de la piedra como cuando una persona, por ejemplo una señora, tiene un anillo y gesticula.

Aquí no. Ellos no sabían lapidar; simplemente redondeaban el contorno de la piedra. Mas tenía esto de mbonito: de lejos brillaba menos, pero guardaba más luz dentro de sí. Esas piedras son pequeños reservatorios de luz.

Es superfluo decir que a mí me gusta mucho más la lapidación en cabujón que la lapidación moderna.

(Tomado de Revista Dr. Plinio, Vol. I, nº5 septiembre de 2018, p. 33-35. Extraído de conferencia de 22/11/1988)

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