María es nuestra vida porque nos consigue la perseverancia

Publicado el 06/27/2022

María es como una torre ceñida de fuertes defensas a favor de los que la aman y a ella acuden en la batallas; en ella encuentran todos sus devotos todos los escudos y armas que necesitan para defenderse del infierno.

San Alfonso María de Ligorio, CSSR

1. María ayuda a alcanzar el don de la perseverancia

La perseverancia final es una gracia tan grande de Dios que, como declara el Concilio de Trento, es un don del todo gratuito que no se puede merecer. Pero como enseña san Agustín, ciertamente obtienen de Dios la perseverancia los que se la piden. Y según el P. Suárez, la obtienen infaliblemente siempre que sean diligentes en pedirla a Dios hasta el fin de la vida.

Escribe Belarmino que esta perseverancia hay que pedirla a diario para conseguirla todos los días. “Pues si es verdad –como lo tengo por cierto según la sentencia hoy común, como lo demostraré en el capítulo V–, si es verdad, digo, que todas las gracias que nos vienen de Dios pasan por las manos de María, podremos nosotros esperar y obtener (de Dios) esta gracia suprema de la perseverancia”. Y ciertamente que la obtendremos si con confianza la pedimos siempre a María. Ella misma promete esta gracia a todos los que la sirven fielmente en esta vida: “Los que se guían por mí, no pecarán; los que me dan a conocer a los demás, obtendrán la vida eterna” (Ecclo 24, 30).

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Son palabras que la Iglesia pone en sus labios. Para conservarnos en la vida de la gracia es necesaria la fortaleza espiritual para resistir a todos los enemigos de nuestra salvación. Ahora bien, esta fortaleza sólo se obtiene por María: “Mía es la fortaleza, por mí reinan los reyes” (Pr 7, 14). Mía es esta fortaleza, nos dice María; Dios ha puesto en mis manos esta gracia para que la distribuya a mis devotos. “Por mí reinan los reyes”. Por mi medio mis siervos reinan e imperan sobre sus sentidos y pasiones y se hacen dignos de reinar eternamente en el cielo.

¡Qué gran fortaleza tienen los devotos de esta excelsa Señora para vencer todas las tentaciones del infierno! María es aquella torre de la que se dice en los Sagrados cantares: “Tu cuello es como la torre de David, ceñida de baluartes; miles de escudos penden de ella, armas de valientes” (Ct 4, 4). Ella es como una torre ceñida de fuertes defensas a favor de los que la aman y a ella acuden en la batallas; en ella encuentran todos sus devotos todos los escudos y armas que necesitan para defenderse del infierno. Por eso es llamada también la Santísima Virgen de plátano: “Me alcé como el plátano en las plazas junto a las aguas” (Ecclo 24, 19). Dice el cardenal Hugo glosando este texto, que el plátano tiene las hojas anchas semejantes a los escudos, con lo que se da a entender cómo defiende María a los que en ella se refugian.

El beato Amadeo da otra explicación, y dice que ella se llama plátano porque así como el plátano con la sombra de sus hojas protege a los caminantes del calor del sol y de la lluvia, así, bajo el manto de María, los hombres encuentran refugio contra el ardor de las pasiones y la furia de las tentaciones.

2. María es nuestro apoyo para perseverar en el bien

¡Pobres las almas que se alejan de esta defensa y dejan de ser devotas de María y de encomendarse a ella en las tentaciones! Si en el mundo no hubiera sol, dice san Bernardo, ¿qué sería el mundo sino un caos horrible de tinieblas? Pierda un alma la devoción a María y pronto se verá inundada de tinieblas, de aquellas tinieblas de las que dijo el Espíritu Santo: “Ordenaste las tinieblas y se hizo la noche; en ella transitan todas las fieras de la selva” (Sal 103, 20).

Desde que en un alma no brilla la luz divina y se hace la oscuridad, se hará madriguera de todos los pecados y de los demonios. Dice san Anselmo: “¡Ay de los que aborrecen este sol!” Infelices los que desprecian la luz de este sol que es la devoción a María.San Francisco de Borja, con razón desconfiaba de la perseverancia de aquellos en los que no encontraba especial devoción a la Santísima Virgen.

Preguntando a unos novicios a qué santo tenían más devoción, se dio cuenta de que algunos no tenían especial devoción a María. Se lo advirtió al maestro de novicios para que tuviera especial vigilancia sobre aquellos infortunados, y sucedió que todos aquellos perdieron la vocación.

Razón tenía san Germán de llamar a la Santísima Virgen la respiración de los cristianos, porque así como el cuerpo no puede vivir sin respirar, así el alma no puede vivir sin recurrir a María y encomendarse a ella, por quien conseguimos y conservamos la vida de la divina gracia. “Como la respiración no sólo es señal de vida sino causa de ella, así el nombre de María en labios de los siervos de Dios es la razón de su vida sobrenatural, lo que la causa y la conserva”.

El beato Alano, asaltado por una fuerte tentación, estuvo a punto de perderse por no haberse encomendado a María; pero se le apareció la Santísima Virgen y para que estuviera más prevenido para otra ocasión, le dio con la mano en la cara y le dijo: “Si te hubieras encomendado a mí, no te habrías encontrado en este peligro”.

Tomado de las glorias de María, Cap II, n°1-2

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