María garantiza nuestra salvación

Publicado el 01/28/2024

Señora, ¿quién no tendrá confianza en ti si socorres hasta a los desesperados? No dudo lo más mínimo en decir que siempre que acudamos a ti obtendremos lo que queremos. ¡Espere en ti el que desespera!

San Alfonso María de Ligorio

Mucha razón tuvo san Bernardo al decirle a la Virgen: “Señora, tú no aborreces a ningún pecador, por sucio y abominable que parezca; si él te pide socorro, tú no te desdeñas de extender tu compasiva mano y sacarlo del fondo de la desesperación”. ¡Sea por siempre bendecido y agradecido nuestro Dios, oh María la más amable, porque te has hecho tan dulce y bondadosa hasta para con los más miserable pecadores! ¡Desdichado el que no te ama y que pudiendo acudir a ti en ti no confía! Se pierde el que no acude a María; pero ¿cuándo se perdió jamás quien le pidió socorro?

Refiere la Sagrada Escritura que Booz quiso que Ruth pudiera recoger las espigas que dejaban los segadores (Rt 2, 3). Y explica san Buenaventura: “Ruth halló gracia a los ojos de Booz y María halló la gracia ante Dios de recoger la espigas, es decir, las almas que se escapaban de las manos de los segadores para conseguirles el perdón”.

Y esos segadores son los propagadores del Evangelio, los misioneros, predicadores y confesores que, con sus trabajos, todo el día andan recogiendo y conquistando almas para Dios. Pero hay almas rebeldes y endurecidas que quedan en el campo abandonadas. Sólo María puede salvarlas con su potente intercesión. ¡Pobres las que ni de esta Señora se dejan recoger! ¡Quedarán perdidas e infelices para siempre! ¡Bienaventurado, en cambio, el que recurre a esta buena Madre! No hay en el mundo, dice el beato Blosio, pecador tan perdido y enfangado que sea aborrecido y desechado por María, porque si éste va a pedirle ayuda, ella sabrá y podrá muy bien reconciliarlo con el Hijo y conseguirle el perdón.

Con razón, por tanto, mi Reina dulcísima, te saluda san Juan Damasceno y te llama esperanza de los desesperados. Con razón san Lorenzo Justiniano te llama esperanza de los malhechores; san Agustín única esperanza de los pecadores; san Efrén, puerto seguro de los que naufragan, y el mismo santo llega a llamarte hasta protectora de los condenados.

Con razón, finalmente, exhorta san Bernardo a los mismos desesperados a que no se desesperen, y lleno de ternura hacia su amada Madre le dice: “Señora, ¿quién no tendrá confianza en ti si socorres hasta a los desesperados? No dudo lo más mínimo en decir que siempre que acudamos a ti obtendremos lo que queremos. ¡Espere en ti el que desespera!”

Cuenta san Antonio que estando un hombre en desgracia de Dios le pareció hallarse de pronto ante el tribunal de Jesucristo; el demonio lo acusaba y María lo defendía. El enemigo presentó en contra del reo la voluminosa cuenta de sus pecados, que puestos en la balanza de la justicia divina pesaban mucho más que todas las buenas obras; pero ¿qué hizo su magnífica abogada? Extendió su dulce mano, la puso sobre el otro platillo y lo inclinó a favor de su devoto. Así le hizo comprender que ella le obtenía el perdón si cambiaba de vida, cosa que, en efecto, realizó aquel pecador convirtiéndose a una santa vida.

Favor de María hacia un pecador

Refiere el venerable Juan Herolt, que se llamaba por humildad el Discípulo, que había un casado en desgracia de Dios. No pudiendo su esposa hacerle desistir del pecado, le suplicó que al menos, en aquel miserable estado, tuviera para con la Madre de Dios la atención de que siempre que pasara ante alguna imagen suya la saludara con el Ave María. Y el marido comenzó esa devoción.

Yendo una noche aquel malvado a pecar, vio una luz; se fijó y advirtió que era una lámpara que ardía ante una devota imagen de María con el Niño Jesús en los brazos. Rezó su Ave María como de costumbre, pero después ¿qué es lo que vio? Vio al Niño cubierto de llagas que manaban fresca sangre.

Entonces, a la vez aterrado y enternecido, pensando que él con sus delitos había llagado así a su Redentor, rompió a llorar. Y observó que el Niño le volvía la espalda, por lo que, lleno de confusión, recurrió a la Virgen santísima, diciéndole: “Madre de misericordia, tu Hijo me rechaza; yo no puedo encontrar abogada más piadosa y poderosa que tú que eres mi Madre; Reina mía, ayúdame y ruégale por mí”. La Madre de Dios le respondió desde la imagen: “Vosotros, pecadores, me llamáis madre de misericordia, pero luego no dejáis de hacerme madre de miserias renovando la pasión de mi Hijo y mis dolores”.

Pero como María no es capaz de dejar desconsolado al que se postra a sus pies, se volvió a rogar a su Hijo que perdonase a aquel pecador. Jesús seguía reacio a perdonarle. Y la Virgen, dejando al Niño en la sede, se postró ante él diciendo: “Hijo mío, mírame a tus pies pidiendo perdón por este pecador”. Y entonces Jesús le dijo: “Madre, yo no te puedo negar nada.

¿Quieres que le perdone? Yo por tu amor le perdono; que se acerque y me bese estas llagas”. Se acercó el pecador llorando copiosamente, y conforme besaba las llagas del Niño éstas se iban cerrando. Por fin Jesús le dio un abrazo como muestra de perdón. El hombre cambió de vida, llevando en adelante una vida santa, devotísimo de la Virgen que le había obtenido gracia tan extraordinaria.

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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