
Cuando tomaron el martillo para poner el primer clavo, la Santísima Virgen habría desfallecido si no hubiese sido sustentada por la gracia. Finalmente, la Sangre redentora empapó el árbol de la Cruz que, en breve, produciría sus primeros frutos. Se puede decir que María se anticipó a todos los santos de la Historia que recibieron los estigmas de la Pasión, si bien que en Ella se tratase de un fenómeno estrictamente espiritual, sufriendo como su Hijo por causa de aquellas llagas.
Monseñor João Clá Dias, EP.
Cuando Jesús llegó a lo alto del Calvario, cayó una vez más por tierra, aunque se mantuvo firmemente abrazado a la Cruz, manifestando así su deseo de no separarse de ella. En medio de una nueva ola de escarnios, los soldados, azotándolo, lo forzaron a levantarse, pero sabiendo Él que había llegado su hora, se levantó majestuosamente, miró el madero, lo besó y lo puso en el suelo.

Con el rostro surcado por el dolor, dirigió una mirada muy bondadosa al Cirineo, como prometiéndole, en un lenguaje mudo, que su caridad no quedaría sin recompensa. – Cristo camino del Calvario, por Tiziano. Museo del Prado, Madrid, España
Con el rostro surcado por el dolor, dirigió una mirada muy bondadosa al Cirineo, como prometiéndole, en un lenguaje mudo, que su caridad no quedaría sin recompensa. Fue un gesto que impactó de tal modo el corazón de aquel varón que, rompiendo en llanto, se apartó un poco para acompañar de rodillas el desarrollo de la Crucifixión.
Nuestro Señor se recostó mansamente sobre el instrumento de suplicio, mostrando así su disposición a ser clavado en él, y dijo interiormente: «Padre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo». Entonces, tuvo lugar una escena horrible. Había un soldado que, aunque estaba impresionado con aquella serenidad del Hombre-Dios, sacó de una bolsa los clavos, agarró con firmeza el brazo izquierdo de Jesús y midió el lugar en que debía clavarlo.
Cuando tomó el martillo para poner el primer clavo, la Santísima Virgen sintió que no podría resistir aquel lance y volvió el rostro. Se hizo un silencio absoluto en todo el Gólgota. Nuestro Señor no movió un músculo. Mansamente aguardaba el golpe que le sería dado, mientras rezaba. El sonido de aquellos martillazos y los suaves gemidos de su Divino Hijo repercutieron de forma extremamente cruel en el Corazón materno de María, que tembló violentamente. Ella habría desfallecido si no hubiese sido sustentada por la gracia. Finalmente, la Sangre redentora empapó el árbol de la Cruz que, en breve, produciría sus primeros frutos.

Jesús se recostó mansamente sobre el instrumento de suplicio… En todo el Gólgota se hizo un silencio absoluto. Cristo crucificado – Museo de Semana Santa, Zamora, España
Las discretas lamentaciones del Salvador conmovieron a los Ángeles del Cielo que presenciaban tal misterio, resonaron por todo el universo y llegaron al trono de la Santísima Trinidad… pero no sirvieron para enternecer el espíritu endurecido de aquellos pobres hombres, instrumentos de satanás para el pecado del deicidio.
Varias personas entre la multitud, que habían sido pagadas para atizar los ánimos contra Nuestro Señor, notaron que el respeto estaba empezando a dominar el ambiente y, temiendo perder el control de la situación, empezaron a gritar nuevos insultos y a insistir en la urgencia de su Muerte. Entre ellos había uno que rabiaba de odio más que todos, que blasfemaba con petulancia e incitaba a otros a hacer lo mismo: era el joven rico del Evangelio. Una vez que había rechazado dejarlo todo para seguir a Jesús, pasó de la tristeza al odio, y del odio al empeño en destruir a Aquél cuya invitación aún resonaba en sus oídos: «Ven y sígueme» (Mt 19, 21).
El verdugo, que hasta entonces estaba inseguro, se armó de valor. Para clavar el brazo derecho de Jesús, cuyos músculos se habían contraído debido a la perforación del otro brazo, los otros ejecutores tuvieron que estirarlo con tanta fuerza que la mano izquierda peligró rasgarse o desarticularse. Por causa de la sensibilidad perfectísima de su naturaleza humana, Jesús sufría incomparablemente más que cualquier otro hombre en situación semejante.

Animado por la multitud, el verdugo se armó de valor para continuar clavándolo en la Cruz Jesús es clavado en la Cruz – Catedral de Bayonne (Francia)
Finalmente, al clavar los pies, los dolores que Nuestra Señora experimentó alcanzaron tal extremo, ¡que no hay palabras en el vocabulario humano para describirlos! Mientras los instrumentos utilizados maltrataban de la manera más cruel el Cuerpo de su adorable Jesús, su propia alma era dilacerada, pues el pecado cometido hería la integridad y la inocencia con que Dios la había creado. Se puede decir que María se anticipó a todos los santos de la Historia que recibieron los estigmas de la Pasión, si bien que en Ella se tratase de un fenómeno estrictamente espiritual, sufriendo como su Hijo por causa de aquellas llagas.
Extraído del libro, ¡María Santísima!, El ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres –Tomo II –Los misterios de la vida de María: una estela de luz, dolor y gloria. Cap. 12; pp.476- 478