Todo lo que el Redentor trajo a la humanidad tuvo su inicio con el nacimiento de Nuestra Señora. Cuando estás unido a Ella, todo se arregla, todo se obtiene, todo tiene solución, nada es irremediable o sin esperanza.
Plinio Corrêa de Oliveira
Destrucción de Sodoma y Gomorra, Museo de Arte de Montreal
Siendo Nuestra Señora la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, todo lo que se dice de la Navidad, guardadas las debidas proporciones, se puede decir de su Natividad. Y todas las alegrías, las impresiones y las gracias que la Navidad nos ocasiona, también lo podemos decir de la fiesta del nacimiento de la Madre de Dios.
Con María vino al mundo la salvación
Al hablar del nacimiento del Niño Jesús, podemos decir que con Él vino la salvación al mundo. Ahora bien, de alguna manera, esta afirmación es también verdad cuando se trata de la Natividad de María Santísima. Porque si es verdad que nuestro Señor Jesucristo es el Salvador, también lo es que Nuestra Señora, con su oración omnipotente, pidió y apresuró la venida del Mesías, prometida hacía siglos.
En este aspecto se puede decir que, viniendo al mundo aquella cuya oración fue tan poderosa que determinó la anticipación de la venida de nuestro Señor, de alguna manera con ella también vino la salvación.
Por otro lado, la Navidad representó una honra incomparable para la humanidad, pues Aquel que unía la naturaleza humana a la divina, el Verbo Encarnado, entró en el mundo. Del mismo modo, guardadas las proporciones, también se le ha conferido una enorme honra a la humanidad con el nacimiento de Nuestra Señora.
Tomen en consideración que, presumiblemente, según los cálculos tradicionales, transcurrieron cuatro o cinco mil años entre el pecado de Adán y el nacimiento de Nuestro Señor, aunque aún se puede suponer que hubo un espacio de tiempo mayor que éste; si consideramos que estamos en 1965 y, por lo tanto, hace mil años estábamos en la alta Edad Media, tenemos una noción de lo que fueron los cinco mil años de pecados, alejamiento creciente de Dios y de un orden de cosas donde los Cielos estaban cerrados para los hombres, y la verdadera Iglesia no existía, había solo un pequeño rudimento de ella con voz circunscrita a un simple pueblo, poco numeroso, como eran los hebreos
Destrucción de Sodoma y Gomorra, Museo de Arte de Montreal
La degradación de la humanidad a lo largo de todo este tiempo tenía dos sentidos: por un lado, los pueblos que cayeron en la barbarie, de los cuales tenemos vestigios en los pueblos salvajes aún existentes. Por otro lado, las naciones que se civilizaron y que, en el auge de su civilización, se volvieron casi peores que los bárbaros. De hecho, la humanidad estaba tan decadente en ese tiempo que el pueblo elegido no valía nada más, el romano y el mundo griego estaban exhaustos y había un presentimiento general de que algo debía suceder porque, de lo contrario, la humanidad estaría perdida.
El Arca de la Alianza siendo transportada por el pueblo elegido – Museo Hermitage, San Petersburgo
Dentro de este panorama, la acción creadora de Dios constituyó la criatura más perfecta nacida en todos los siglos, concebida sin pecado original y a la que se le dio, desde el primer instante de su ser, un cúmulo de gracias que representaban dones y virtudes mucho mayores, sin comparación, que todos los pecados cometidos y errores acumulados durante esos miles de años.
Comprendemos, así, cómo la irrupción de esta criatura en el mundo se parece a la noche de Navidad, guardadas las proporciones, y cuánta honra representa para la humanidad completamente deshonrada, el hecho de que, de esta especie maldita y prevaricadora, de repente brotara un lirio del que debía nacer Nuestro Señor Jesucristo. La raíz de Jesé, de la que vendría este lirio. Además de honra, esperanza, y con esta, la alegría.
Acontecimiento propulsor de la manifestación de la misericordia divina
El nacimiento de la Santísima Virgen María fue el pretexto divino para el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. De esta manera, todas las gracias que vinieron con el Hombre- Dios tuvieron, por así decirlo, una especie de principio de realización en este mundo, y su pórtico construido, con el nacimiento de la Virgen. Es decir, todo lo que el Redentor venia a traer a la humanidad, comenzó a derramarse con la llegada de Aquella que debía traernos todas las esperanzas, el perdón, la reconciliación, la Redención.
Esto nos hace comprender la manifestación de la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo que se abre, después de todo, para el mundo entero, y como todo esto tiene en el nacimiento de Nuestra Señora una especie de acontecimiento propulsor, acontecimiento inicial de una vida insondablemente perfecta, pura y fiel: en suma, la mayor gloria que la humanidad tendría en todos los tiempos, después de la gloria de la Encarnación del Verbo.
Entonces, entendemos por qué los Doctores de la Iglesia comparan a Nuestra Señora con la Luna en relación con el Sol. Ella representa la suave claridad de la luna, mientras que el Salvador representa la abrumadora y omnipotente claridad del sol.
Así como hay una gran belleza en el amanecer del Sol, en ciertas ocasiones el amanecer de la Luna también tiene su poesía, su belleza, su grandeza y su encanto. Del mismo modo, el nacimiento de María Santísima es un nacer de la Luna para los hombres, diferente al amanecer del sol, pero es una imagen bellísima, dulcísima y de particular suavidad. Así es como debemos considerar el nacimiento de esta criatura incomparable, la Madre de Dios y Nuestra Señora.
Pedir el continuo crecimiento en la devoción a Ella
Después de todo, ¿Qué debemos implorar en la fiesta de la Natividad de María Santísima? Cada uno debe preguntarse cuál sería la gran gracia para pedirle a Ella. Si alguien dijera que no tiene en mente una gracia especial o incluso la tuviese, recomiendo asociar la siguiente intención: suplicarle que nos dé un profundo crecimiento en la devoción a Ella, efectivo, vibrante, rápido, dinámico y sólido. Y que se nos sea dado todo aquello que el Espíritu Santo y Ella desean poner en nuestras almas, para comprender mejor y amar más a la Santísima Virgen.
El Dr. Plinio haciendo un discurso durante una cena el 16/08/1965, en la ciudad de Belo Horizonte
Estoy seguro de que recibiendo esto, aquellos que están bien en la vida espiritual progresarán aún más. Los que están afectados por la tibieza se librarán de ella mucho más rápidamente. O si hay alguno que esté en enemistad con Dios y no esté ni siquiera en el camino de la tibieza, sino por debajo de esto, con un aumento de devoción a Nuestra Señora puede, por un favor de Ella, vencer todas sus dificultades y caminar en las más altas esferas de la vida espiritual. Cuando se está unido a Ella todo se arregla, todo se obtiene; absolutamente nada es irresoluble, irremediable o sin esperanza.
Confío más en la salvación del peor pecador, si tuviese devoción a Nuestra Señora que en la salvación de un hombre que no está en estado de pecado mortal, pero no tiene devoción a Ella o le tiene antipatía. El primero tiene todo el camino de la regeneración abierto ante él. Pidamos la gracia de comprender esto de un modo vivo, eficaz y verdadero, en la plenitud deseada por Ella.
(Extraído de conferencia del 7/9/1965)
