
Hno. Guillermo Torres Bauer, EP
Después de unos exhaustivos días andando de ciudad en ciudad predicando, haciendo milagros y polemizando con los fariseos, Nuestro Señor decide descansar. El lugar donde suele hacerlo es Betania, una pequeña población situada a unos 2km de Jerusalén, detrás del Monte de los Olivos, más específicamente en la casa de Santa Marta, Santa María Magdalena y San Lázaro.
Nuestro Señor llega de sorpresa y Marta, por ser la dueña de casa, se apresura a disponerlo todo para la estancia del Señor: el hospedaje, la comida, los empleados, la recepción… mientras tanto, su hermana María, arrebatada de amor, se arroja a los pies del Divino Maestro beneficiándose de las palabras de vida que salían de sus labios y olvidándose por completo de los deberes de casa.
Marta, enojada por la falta de consideración de su hermana por haberla dejado sola en los quehaceres domésticos, decide intervenir:
— Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.
Nuestro Señor le responde con ternura y un cierto aire de censura:
— Marta, Marta, andas preocupada y agitada por muchas cosas; sin embargo, una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y ésta no le será quitada.
La agitación — ese mal que aqueja tanto al mundo moderno — es un vicio que nos enfrasca en nosotros mismos, nos altera, nos quita la paz y nos aleja de Dios. Santa Marta se había sumergido completamente en las cosas prácticas, su mente y su corazón estaban intranquilos, preocupados exclusivamente en las cosas de la tierra, lejos de Aquel a quien tenía a su frente: el Dios de la PAZ.
El perfecto equilibrio: La oración
Pero aquí nace un problema ¿Cuál sería la solución para encontrar el perfecto equilibrio entre la vida activa y la vida espiritual?
La solución está en hacer de nuestra vida una oración, sin dejar la vida activa. Es decir, en primer lugar, separar ciertos momentos del día para dedicarlos exclusivamente a Dios: la Misa, el Rosario diario, una visita al Santísimo Sacramento así sean unos pocos minutos, etc. cada cual según su estado de vida; y en segundo lugar hacer todas las demás actividades con espíritu de oración.
El término “oración” no se restringe a rezar un rosario o a asistir a una Misa, la Santa Iglesia define “oración” como la elevación de la mente hacia Dios; así, aun en medio de los quehaceres de la oficina, de la casa o del estudio, yo puedo estar haciendo oración ofreciéndole constantemente a Dios todas mis actividades; de esta manera realizaré todas las tareas del día con verdadera paz de alma, sin agitaciones, y su eficacia será mayor.
Resumiendo todo en una frase del Doctor Plinio Corrêa de Oliveira: “La eficacia de la acción, es la perseverancia en la oración”.
Mientras tanto en Betania…
El relato evangélico no nos narra la continuación de la escena de Jesús en la casa de los hermanos de Betania, pero bien podríamos imaginarla…
Marta, compungida por la actitud que acababa de tomar se puso de rodillas junto al Señor en actitud de perdón, el Divino Maestro le agradeció la prontitud con la que había actuado para su recibimiento y le explicó sucintamente el motivo de su censura.
En seguida, Jesús le indicó que podría continuar en paz sus obligaciones, y ella se retiró con alegría; dirigiéndose el Señor a María, con un noble gesto de mano le insinuó que debería ir también a ayudar a su hermana mayor y ella obedeció sin tardar.
Al cabo de algunos minutos, estaban nuevamente las dos a los pies del Señor, escuchando sus divinas palabras y con la tranquilidad del deber cumplido.