Matices de la Iglesia

Publicado el 02/07/2024

Así como el Sol adquiere varios colores y matices durante el día, también lo hace la Iglesia Católica a través de los siglos. Las naciones tienen la misión principal de ayudar a la Iglesia a propagar la verdadera Fe, y cada persona que responde a la gracia la difunde a su alrededor. Aunque tantos pueblos no hayan llegado a la debida perfección, el fin del mundo no será un fracaso, porque la santidad de los hombres de los últimos tiempos podrá tener tal esplendor que ofrezcan a Dios, a la postre, lo que no le fue dado a lo largo de la Historia.

Plinio Corrêa de Oliveira.

La primera misión de cualquier nación, indiscriminadamente, es ayudar a la Iglesia a difundir la Fe Apostólica Católica Romana.

¿La Iglesia tiene o no derecho, entrando en un país donde se practican costumbres abyectas, a recurrir al brazo secular, es decir, al Estado católico, para prohibirlas?

Aquellos que responden a la gracia la difunden a su alrededor

Encuentro de Robert Clive con Mir Jafar después de la batalla de Plassey – National Portrait Gallery, Londres

En nuestros días, mucha gente diría que no existe tal derecho, porque si ese pueblo tiene una determinada costumbre, debe mantenerse. Pero lo dirían solo porque no toca sus sensibilidades humanitarias. Por ejemplo, en la India, incluso en este siglo, cuando morían los príncipes, las princesas viudas eran quemadas vivas. Los ingleses lo prohibieron. Ahora bien, no se puede negar que tenían derecho a prohibirlo.

Entonces, ¿por qué no tenían el derecho de prohibir tantas otras formas de depravación moral?

En mi opinión, la Iglesia puede emprender una cruzada en un pueblo fiel contra los no convertidos, sólo para impedir que practiquen costumbres gravemente contrarias a la Ley de Dios.

La misión de difundir la Fe católica implica otra obligación. Portugal y España, por ejemplo, son naciones descubridoras y tenían el deber de incluir misioneros dentro de sus batallones. Aunque tuvieran un interés comercial, al menos cumplieron con el deber de enviar religiosos, en el número y al lugar deseado por la Iglesia, ya que el Estado está obligado a servirle en el cumplimiento de su misión.

Cada persona que responde a la gracia la extiende a su alrededor. E invita a otros en estado de gracia a permanecer en él y a ascender, y además crea obstáculos para no perderlo.

Así como le sucede a un individuo o a una familia, puede suceder con una nación. Una nación que practique magníficamente la virtud invita a otras a practicarla. Pensemos en ciertas familias de la pequeña burguesía o de la plebe alemana que se remontan a la Edad Media, o incluso a siglos posteriores con una impregnación medieval.

Vestigios de gracia y esplendor católico en iglesias que rompieron con la Santa Iglesia

Ratisbona, Alemania

Hace algún tiempo hojeé un álbum de una pequeña ciudad alemana conservada como en el pasado: Ratisbona. Son casas con esas vigas de madera a la vista, cortinas de encaje, geranios en la ventana. ¡Un encanto!

Las personas que miran el álbum están invitadas a ese estado de ánimo,    a ese tipo de mentalidad, estado temperamental, pero las doctrinas que están por detrás y por encima las impulsan a adherir a eso. Es algo natural y bueno.

Por ocasión de la boda del príncipe Andrew1, después de las escenas más brillantes y ostentosas, aparece una fiesta en una pequeña aldea inglesa, encantadora.

¡La fiesta de la aldea es una inocencia, muy cándida! ¡Cómo se deleitan con esas campanillas que suenan y cantan al mismo tiempo! ¡Es extraordinario, una invitación al estado de gracia!

Alguien me dirá: “Pero los habitantes de este pueblo son protestantes”.

Abadía de Westminster. Londres, Reino Unido

A veces, cuando miramos una iglesia que una vez fue católica y hoy está entregada al culto protestante, y consideramos su construcción y el tiempo en que pertenecía a la Santa Iglesia, notamos que todavía atrae hacia la religión católica. Westminster es así. Hay varias catedrales en Inglaterra, al igual que en Alemania.

Hace algún tiempo circularon entre nosotros unas fotografías que mostraban una hermosa escena de la coronación del zar Nicolás II2, en el interior de una iglesia ortodoxa. No puse el menor obstáculo para que fueran vistas por quien quisiera, porque es evidente que se trata de una tradición de la época de la Rusia Católica. Se veía allí la máscara mortuoria de la Iglesia Católica, como quien mira a una reina de indescriptible belleza.

Aspectos que transmiten diversos matices de la Iglesia

Al igual que las naciones, la Iglesia también tiene sus épocas. Por ejemplo, en ciertos momentos de la liturgia melquita hay algunos aspectos que nos remiten a la época de San Juan Crisóstomo, a través de los cuales percibimos más o menos cómo era la Iglesia en ese período. Sin duda era la misma que hoy, pero irradiaba un cierto tipo de santidad, de perfección moral, de amor de Dios que no murió en ella, sino que asumió otros aspectos, así como el sol adquiere diversos colores y matices a lo largo del día.

Una cosa muy hermosa en todos los ritos orientales de la Iglesia Católica, pero creo que también existe en las iglesias ortodoxas, son las diversas imágenes de santos orando con los brazos abiertos.

En el rito latino se reza, en general, con las manos juntas, lo que tiene un simbolismo muy bonito, ya que representa la entrega de las dos manos para ser sostenidas por Dios, cuando uno se dirige a Él para expresarle su amor, su gratitud, su reparación, su súplica, a la manera del vasallo prestando acto de vasallaje.

Sin embargo, también es muy bello el gesto de fascinación de quien se detuvo y abrió los brazos, permaneciendo en posición estática. Esta postura expresa muy bien el encanto de los que admiran a Dios. Corresponde a un carácter oriental más contemplativo, mientras que el nuestro es más activo, lo cual no es una ventaja, porque la contemplación vale más que la acción.

Me gusta comparar los diversos ritos de la Iglesia católica entre sí: melquita, maronita, copto, armenio…

Es interesante ir a la iglesia de los armenios católicos, en la Avenida Tiradentes3, y analizar un azulejo que cubre la pared exterior, representando a San Gregorio Taumaturgo, visto por el genio de un armenio. San Gregorio está flotando sobre las nubes, vestido con una larga túnica que le llega hasta los pies, apoyado en un báculo con una mano y la otra apuntando hacia un moderno barrio industrial, con chimeneas. La intención era representar al Santo protegiendo, en la ciudad de São Paulo, a los armenios que mandaron construir esa iglesia. Es un gesto de rey en plena fábula, ¡una belleza!

Otro pintaría al mismo santo en una actitud humilde y sin pretensiones, rezando y haciendo un milagro. Son modos de ser del espíritu católico, dependiendo de cada época en la que Dios quiera ser glorificado.

Cuando todas las glorificaciones estén completas, cuando el género humano haya hecho todo lo que podría y debería para glorificar a Dios, cuando cada pueblo haya cantado su himno de alabanza, con alcance regional o universal, según su vocación, creo que la Historia podrá concluir.

Por otro lado, cuando el Infierno haya vomitado sus últimas blasfemias contra el Cielo, y éstas fueran más aceptadas en la Tierra, también la Historia podrá finalizar.

Un puñado de personas que pasarán por lo indecible

Leyendo en el Apocalipsis lo que concierne al fin del mundo, Elías, Enoc, el Anticristo, etc., tengo la impresión de que la impiedad reinará en el mundo entero y sólo un puñadito permanecerá verdaderamente fiel. Será el pináculo de la maldad, cuando las peores barbaridades, las mayores infamias se cometan contra Dios, pero un puñadito lo amará como nadie lo ha amado antes, dándole una gloria como nadie jamás lo ha glorificado.

Entonces, en esa situación lindísima, Nuestro Señor, con un soplo de su boca, hace desaparecer al Anticristo, quema al mundo entero en un castigo universal, pero estos pocos no mueren. Y cuando no haya nada de vivo en el mundo, en medio de esos escombros se levanta al cielo un rayo de luz: son los justos que, reunidos, cantan las glorias de Nuestra Señora, después de haber pasado por lo indecible.

Un gran número de teólogos admiten que ellos no morirán, debido a lo mucho que sufrieron antes, lo que los hace merecedores de ser libres de la muerte. Y cuando Nuestro Señor descienda con pompa y majestad de lo alto de los cielos y se haga ver por todo el universo, estos hombres vivos irán a su encuentro, tal vez algunos con las manos juntas, otros en posición de expectación, como los orientales, y probablemente otros con el rosario en la mano.

Miran a su alrededor, las tumbas se están abriendo. Una voz magnífica llama a la resurrección a todos los muertos. Los intérpretes discuten si será la voz de un ángel o del propio Nuestro Señor.

Me inclinaría a admitir que será Nuestro Señor mismo. La voz suprema de Él, el Hombre-Dios, la Víctima que expió y salvó a todos, exclamará: “¡Resucitad, oh hombres!”

Entonces, en un instante, los huesos, las carnes, todo se recompone. Algunos resucitan con gozo porque sus almas estaban en el cielo. Otros, por el contrario, en el terror y en la tristeza, porque fueron condenados; aparecen entre llamas y caminando desesperados, o arrojados al suelo en completa consternación.

Comienza el Juicio, después del cual cada cuerpo acompañará su respectiva alma a su destino eterno.

La perfección de la humanidad ya se ha realizado en dos criaturas

Finalmente, surge la pregunta: si tantos pueblos no llegaron a la perfección debida, ¿el fin del mundo no será un fracaso? Porque la humanidad, tomada en su conjunto, no habrá dado a Dios ese aspecto de esplendor y perfección deseado por Él al crear a los hombres.

La respuesta es muy sencilla: la santidad de los hombres de los últimos tiempos –que pueden ser de algunas de las naciones más amadas y elegidas, o de una familia de almas considerada sobre las naciones– podrá tener un tal esplendor que ofrezcan a Dios, al final, lo que no le fue dado a lo largo de la Historia.

Pero, sobre todo, toda la perfección a la que puede llegar el género humano ya se ha alcanzado en dos criaturas. Una es Nuestra Señora, superior a todo lo que podemos imaginar. Más allá y por encima de Ella, la Santísima Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo. Aquí toda lengua calla, porque la palabra humana no es capaz de exaltarlo con dignidad. En todos los aspectos, como Hombre-Dios, trasciende por completo nuestra alabanza, nuestra capacidad de admirar.

Notas

1Andrew Albert Christian Edward, Duque de York, hijo de la Reina Isabel II. El 23 de julio de 1986 se casó con Sarah Ferguson en la Abadía de Westminster.

2Nicolás II (*1868 – †1918), coronado emperador de Rusia en 1896.

3En São Paulo, barrio de la Luz.

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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