Para una obra de arte, a veces un cierto misterio aumenta el atractivo, y en este fresco encontramos ese misterio.
Plinio Corrêa de Oliveira
En el fresco de la Madre del Buen Consejo de Genazzano el Niño Jesús está en una gran intimidad con Nuestra Señora, pero sus ojos están mirando hacia arriba, mientras que los de Ella para abajo.
Ella lo mira, y Él mira a Dios. Sin embargo, la mirada de Ella es curiosamente bivalente. A pesar de que María Santísima contempla a su Divino Hijo, también es verdad que está mirando a los que veneran el cuadro. Este es el papel de la Madre de Dios: la Medianera que recibe nuestra oración, transmite a Jesús y Él la lleva a las otras Personas de la Santísima Trinidad.
De esta manera tenemos la doctrina católica sobre la Mediación de María suavemente expresada, sin la precisión dogmática característica de la Teología, pero con la suavidad y el subentendido propios del arte.
Es muy bonito que tanta doctrina haya sido puesta tan delicadamente en ese fresco. Sin duda, es más interesante descubrir eso analizando la pintura que si estuviese escrito abajo: “Mediación Universal”. Porque esa sublime verdad insinuada, dada a entender de forma leve, sin estar afirmada de modo categórico, sino de manera a permitir al fiel ir descubriendo como por detrás de un aroma delicado, tiene un encanto innegable. Para una obra de arte, a veces un cierto misterio aumenta el atractivo, y en ese fresco encontramos ese misterio.
(Extraído de conferencia del 29/06/1974)
