Meditación para el Primer Sábado de febrero de 2023. La Presentación del Niño Jesús

Publicado el 02/03/2023

Introducción:

Para cumplir nuestra devoción del Primer Sábado, meditaremos hoy el 4º Misterio Gozoso: La Presentación del Niño Jesús en el Templo y la purificación de María Santísima. Apenas recién nacido, Nuestro Señor es ofrecido por las manos de María al Padre Eterno, en nombre de todo el género humano, para la remisión de nuestros pecados. Entre todos los sacrificios realizados en el templo de Jerusalén, este fue sin duda el que más agradó a Dios.

Composición de lugar:

Para la composición de lugar imaginemos a Nuestra Señora llevando al Niño Jesús en brazos y entrando en el Templo acompañada de San José, quien traía consigo una cesta donde estaban las dos palomas. El santo matrimonio atraviesa las amplias construcciones del templo, entre altas y gruesas columnas, hasta llegar al lugar donde un anciano sacerdote –el santo Simeón– los espera para recibir en sus brazos al pequeño Redentor y presentarlo a Dios.

Oración preparatoria:

Oh Madre y Reina de Fátima, juntos vamos a meditar sobre este misterio de la Presentación de Vuestro Divino Hijo y vuestra Purificación en el Templo. Pedimos que nuestra inteligencia sea iluminada por los dones del Espíritu Santo y que, por vuestra intercesión, nuestro corazón sea fortalecido por Jesús. Alcanzadnos, Señora, las gracias necesarias de entendimiento, para que aprovechemos las lecciones reveladas por vuestro divino Hijo en este misterio. Así sea.

Evangelio de San Lucas (2, 22-35)

Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones | y gloria de tu pueblo Israel». “Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».”

I – EL SACRIFICIO MÁS AGRADABLE A DIOS

Habiendo llegado el tiempo en que María Santísima, según la Ley, debía ir al Templo para su purificación y para presentar a su Hijo Jesús al Padre Divino, sin demora, se puso a camino acompañada de San José. El santo patriarca llevaba las dos palomas para el ofrecimiento y María llevaba al Hijo, el Cordero de Dios, para ofrecerlo al Altísimo, preludio del gran sacrificio que este Hijo realizaría un día en la Cruz.

El Templo de Jerusalén, en toda su gloria, jamás había acogido a alguien más importante, ¡al propio Creador Niño, en los brazos de su Madre, para ser ofrecido al Padre! A pesar de ser un bebé, Jesús tenía pleno uso de la razón y, por lo tanto, grande fue su emoción al cruzar el portal de aquel edificio sagrado. Emoción tanto mayor cuanto que su sagrado corazón ya ardía en deseo de ofrecerse como víctima expiatoria, para la remisión de nuestros pecados.

1- El Niño Jesús se ofrece al Padre por amor a la humanidad

Contemplemos cómo María entra en el Templo y, en nombre de todo el género humano, hace la oblación de su Hijo diciendo a Dios: “He aquí, oh Padre Eterno, a vuestro amado Unigénito, que es Hijo vuestro y también mío. Yo lo ofrezco como víctima de vuestra divina justicia, a fin de que os reconcilie con los pecadores. Acéptalo, oh Dios de misericordia, y compadeceos de nuestras miserias. Por el amor de este Cordero inmaculado, recibid a los hombres en vuestra gracia”.

Al ofrecimiento de María, se une también la del propio Jesús que, a su vez, dice al Señor: “Heme aquí, oh Padre mío, Os consagro toda mi vida. Vos me enviasteis al mundo para redimir a la humanidad con mi sangre. He aquí mi sangre y todo mi ser. ¡Lo ofrezco todo a Vos por la salvación del mundo!”

2 – Gloria y satisfacción infinitas dadas a Dios

Nunca algún sacrificio fue tan agradable a Dios como el que entonces le hizo su querido Hijo, dese Niño, ya víctima y sacerdote. Si todos los hombres y todos los Ángeles hubiesen sacrificado la propia existencia, su oferta sumada seguramente no sería tan agradable a Dios como fue la de Jesucristo, una vez que en aquel único ofrecimiento al Padre Eterno recibió una gloria infinita y una infinita satisfacción.

3 – Aplicación para nuestra vida concreta

Tenemos aquí nuestra primera lección a ser sacada de este misterio gozoso: si Jesucristo ofreció por amor a nosotros su vida al Padre, es de justicia que nosotros también Le ofrezcamos nuestra vida y todo nuestro ser. Es lo que Jesús desea de nosotros, conforme se lo indicó a Santa Ángela de Foligno, cuando le dijo: “Yo me ofrecí a mí mismo por ti, a fin de que tú te ofrecieras por mí”. Ofrezcamos entonces a Dios, por los ruegos de María Santísima, nuestro deseo de ser santos, renunciando a nuestros apegos terrenos y a nuestras malas inclinaciones, combatiendo nuestros defectos y debilidades. Pidamos a Nuestra Señora que nos alcance la gracia de presentar a Dios un corazón contrito, humillado y purificado.

II – Imitemos al Santo Simeón

La ofrenda del Niño Jesús al Padre Eterno se hizo oficial cuando Simeón, representante del pueblo judío, tomo a Cristo en los brazos para entregarlo al Padre.

1- Jesús se entrega en los brazos de todas las almas fieles

Delante de esta escena inmortalizada en el Evangelio, comenta un santo autor que Nuestro Señor Jesucristo no sólo se ofrece aquí como oferta al Padre Eterno, sino también por las manos de la Virgen, es entregado hoy en los brazos de la Iglesia y de todas las almas fieles, cuyo ministro era el Santo Simeón, que representa la persona de la Iglesia.

María nos dio lo mejor que poseía, que era este celestial tesoro, para nuestro remedio. Y nos lo entrega por los brazos del santo Simeón, hombre humilde, temeroso del Señor, que esperaba ansioso la salvación de Israel. Aprendamos, pues, en la escuela del Niño Jesús, cómo siendo Dios tan elevado, le agradan los corazones humildes en el Cielo y en la Tierra.

2- Imitemos al Santo Simeón en nuestra relación con Cristo

Así como fue dada la promesa a Simeón de ver al Verbo Encarnado, también a nosotros fue hecha la promesa de ver a Jesús. Para que tal cosa suceda, es necesario imitar a Simeón, ser justo, temer a Dios y esperar contra toda esperanza en medio de nuestros sufrimientos y probaciones.

Sin embargo, nosotros recibimos más que Simeón, pues en la hora de la Comunión, nuestra unión con Cristo es mucho más íntima que el encuentro que tuvo Simeón en el Templo de Jerusalén. Consideremos entonces: ¿cómo han sido nuestras Comuniones? ¿Con qué frecuencia nos acercamos a Jesús Eucaristía y con que disposición de alma lo recibimos?

Que Simeón nos obtenga la gracia de comulgar diariamente, como a él mismo le habría gustado hacerlo.

III –LA GRANDE LECCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

Como nos enseñan los doctores de la Iglesia, ni Jesús ni María estaban obligados a cumplir las leyes de la presentación y de la purificación. Aún así, Ellos obedecieron porque tenían devoción por la ley de Dios y para enseñar cuánto debemos cumplir con perfección esta misma ley

1. Sumisión a la voluntad de Dios

Nuestra Señora es concebida sin pecado original, llena de gracia y, por lo tanto, no tenía que purificarse. Sin embargo, se sujetó a la Purificación para darnos el ejemplo de cómo debemos seguir con amor y cariño los mandamientos de la Santa Iglesia. Jesús es el propio Dios, y no precisaba ofrecerse a sí mismo. Pero lo hizo, también para darnos la gran lección de humildad y sumisión a la voluntad del Señor.

Cabe a nosotros, entonces, seguir el luminoso ejemplo de María y Jesús: practiquemos seriamente las leyes divinas, pues si las leyes de los hombres deben ser cumplidas con exactitud, mucho más aún las de Dios. Y esas fueron grabadas en nuestros corazones, desde el momento en que nuestras almas fueron creadas.

2. Amemos las cruces que nos son envidas por Dios

Por fin, consideremos lo que el santo Simeón profetizó a respecto de Nuestra Señora, cuando le dice que una espada atravesaría el Corazón Inmaculado de la Madre. Se refería a los dolores amargos que María sufriría en la Pasión de Cristo. Ella es la Corredentora del género humano, y sabía todo lo que debería sufrir –en unión con su Divino Hijo– para la salvación del mundo. Ella es la reina de los Mártires y, desde la Anunciación, sufriría con Cristo, por Cristo y en Cristo.

He aquí otra gran lección que Nuestra Señora nos ofrece en este 4º Misterio Gozoso, invitándonos a dar un carácter de holocausto a los dolores que nos fueron permitidos por la Providencia a lo largo de nuestra vida. Amemos las cruces que nos caben, uniéndonos a Jesús y María en esa grandiosa escena de la Presentación.

CONCLUSIÓN

Oh gloriosa Virgen de Fátima, María Santísima, que ofrecisteis vuestro Divino Hijo en el Templo por nuestra salvación, os suplico que presentéis también a Dios mi alma y todo mi ser, pidiéndole que los purifique de todas sus imperfecciones y miserias, volviéndolos así dignas de adorarlo y contemplarlo por toda la eternidad junto a Vos y al glorioso San José.

Dios te salve, Reina y Madre…

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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