Meditación para el Primer Sábado de Octubre. II Misterio Luminoso. El Milagro en las Bodas de Caná

Publicado el 10/02/2020

En este Primer Sábado del mes de octubre, contemplaremos el 2º Misterio Luminoso del Santo Rosario: “El milagro de la transformación del agua en vino en las Bodas de Caná”, teniendo en vista la fiesta de la Virgen del Rosario, que se celebra el 7 de octubre. Al faltar el vino en la fiesta del matrimonio en Caná, María interviene en favor de los novios, y por sus ruegos, Jesús realizó su primer milagro público. Era el inicio de la incansable intercesión con que nuestra Madre y Reina clementísima protege a sus hijos a lo largo de los tiempos.

Evangelio según San Juan 2, 1-13

“Por aquel tiempo se celebraba una boda en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara el vino, le dice su madre a Jesús: «No tienen vino». Jesús le responde: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga».

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora».

Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.”

Composición de lugar:

Imaginemos un salón de la época de Jesús, donde se realiza una fiesta de casamiento. Una mesa grande en la cual los invitados están sentados, y en el centro los recién casados, todos manifestando su alegría por esa ocasión.

En un recinto contiguo vemos a la Virgen, a Nuestro Señor y a algunos sirvientes, junto a seis grandes tinajas de piedra. Nuestra Señora gesticula cariñosamente a su Hijo, quien la mira con ternura y respeto. Jesús se vuelve hacia los sirvientes y les pide que llenen las tinajas con agua. En seguida, las bendice y de ellas es retirado un vino precioso.

Oración preparatoria:

Oh, gloriosa Virgen de Fátima, nuestra bendita Madre y Reina, sabemos que vuestra maternal misericordia os llevó a interceder por los esposos de Caná, ante vuestro Divino Hijo. Protegednos también a nosotros con vuestra solicitud y alcanzadnos de Dios las gracias necesarias para recoger los mejores frutos espirituales de esta meditación, donde contemplaremos vuestro glorioso papel de patrona y abogada nuestra en todas las circunstancias de nuestra vida. Amén.

I La verdadera Alegría

“Haced lo que él os diga”, esta corta frase dicha por Nuestra Señora contiene todo el programa de vida que Ella misma realizó junto a su Hijo, y que nos enseña a contemplar en este Misterio.

Es el programa de una vida que se apoya en el fundamento sólido que se llama Jesús. ¿Qué hacer para dar sentido a la vida?

El mundo en que vivimos atraviesa por momentos de crisis. Una de las más peligrosas, afirma San Juan Pablo II, es la pérdida del sentido de la vida, que lleva a muchos de nuestros contemporáneos a preguntarse qué hacer para que su existencia no se hunda en el vacío, en la tristeza y en el desespero. Al final, ¿Cómo debemos comportarnos en las situaciones difíciles que se nos presentan cotidianamente, en la vida personal, en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, en nuestros dilemas espirituales y morales?

Si queremos tener una vida basada sobre un cimiento sólido, capaz de resistir las adversidades, debemos oír la voz de María en Caná, que nos muestra a su Hijo diciendo: “Haced lo que él os diga”. Escuchar a Jesús, obedecerle a Él y a sus mandamientos, confiar en Él.

Este es el único programa de vida que nos lleva, a ruegos y por las súplicas de María, a la plena realización de la felicidad.

2 Alegría de vivir unidos a Jesús y María

¡Qué felices fueron los novios por haber invitado a Jesús y María a su boda! Gracias a esta augusta presencia, todo allí fue santo y edificante, todo allí fue feliz. Cuando faltó el vino, María, que mira siempre las necesidades de quienes le aman, nota el apuro que tendrían y sin esperar que invoquen su intercesión, implora la omnipotencia de su Hijo.

Jesús, tratando a su Madre con el modo respetuoso de entonces, se curva a su pedido y transforma el agua en el mejor vino de la fiesta… y de la Historia.

Este milagro nos muestra cuánto ganamos al vivir unidos a Jesús y María, y al practicar todas nuestras acciones en esta unión. Nuestra existencia insípida se transforma en un excelente vino, todas las gracias nos son concedidas, Jesús y María nos asisten y hacen con que hasta las amarguras que surgen en nuestro camino nos parezcan suaves.

Al contrario, la vida separada de Nuestro Señor y de su Madre es triste. Es la vida del mundo, donde siempre falta alguna cosa. Aunque poseyésemos todos los bienes que el mundo pudiese dar, seríamos infelices, pues tales bienes son insuficientes para saciar un corazón hecho para lo infinito y terminan causando tedio. La verdadera felicidad se encuentra en la virtud y en la búsqueda de la santidad, en la unión con Cristo y María. Y yo, ¿qué felicidad busco en mi vida? ¿Busco unirme a Jesús o atender los llamados del mundo?

II – Madre que se anticipa a nuestras necesidades.

En las Sagradas Escrituras el vino es también símbolo del Espíritu Santo derramado en abundancia, símbolo de fiesta y de vida. Sin vino, la fiesta se acaba. En el contexto de las bodas judías que duraban varios días, los novios y sus familias tenían la responsabilidad de garantizar que el vino no faltase antes de tiempo, para no tener que interrumpir la fiesta.

María está atenta a nuestras dificultades

Cuando se dio cuenta de que el vino se había acabado, María, Madre siempre atenta, no se apresuró a comentar lo sucedido con sus amigas ni a censurar a los novios. Ella hizo una sola cosa: buscó a Jesús y con simplicidad le contó qué estaba pasando.

En otras palabras, María rezó e intercedió por los novios. Ella es el Auxilio de los Cristianos, siempre atenta a nuestras necesidades.

He aquí un hecho que nos debe llenar de consuelo: saber que nuestras preocupaciones interesan a la Madre de Dios.

Por eso, aprendamos con Ella a colocar en las manos de Jesús todos nuestros problemas, confiando en la intercesión de la Madre Santísima. Tengamos mucha confianza en su piedad, que siempre nos concederá lo que le pedimos, pues sin ser solicitada intercedió en Caná, ¿Cuánto más no intercederá cuando le suplicamos

Seamos solícitos para con nuestro prójimo

Sin ser llamada, Nuestra Señora fue enseguida a socorrer a los novios y cuidó de remediar la falta de vino. Aprendamos también con el ejemplo de María en las Bodas de Caná, a ser solícitos para con nuestro prójimo. Conociendo sus necesidades —del cuerpo y sobre todo del alma— procuremos atenuarlas sin esperar pedidos o súplicas de los que padecen.

Apresurémonos a dar nuestro auxilio en lo que sea posible, especialmente implorando por ellos el maternal socorro de nuestra Madre celestial.

III Jesús siempre escucha a la Virgen María a favor nuestro

Al atender el pedido de María en Caná, Nuestro Señor expresó con su actitud que, en la realización de su obra salvadora en favor de los hombres, desea que la mediación maternal de su Madre ocupe un lugar de destaque.

1 Medianera por voluntad divina

La mediación de María está, de hecho, en los designios de Dios. No fue imaginada por la devoción de los cristianos, en épocas más o menos tardías. Por el contrario, fue siendo descubierta por la fe, cada vez con mayor profundidad, como un tesoro escondido. Por eso afirma categóricamente San Bernardo: “Veneremos a María, porque es voluntad divina que todo lo recibiésemos por Ella”. Y San Juan Pablo II al comentar el episodio de Caná, refuerza esa verdad, diciendo que “María se pone en el medio entre su Hijo y los hombres, en la realidad de sus privaciones, de sus indigencias, de sus sufrimientos. Se pone en el medio, es decir, se hace mediadora, no como una extraña, sino en su posición de madre, consciente de que como tal puede —o mejor, ‘tiene el derecho de’— presentar nuestras necesidades a su Hijo.”

2 El Hijo no puede rechazar el pedido de su Madre

Esa poderosa intercesión maternal es observada por San Alfonso María de Ligorio, que pregunta: “¿Porqué tendrán tamaña eficacia las súplicas de María delante de Dios?”. Y responde: “Las oraciones de los santos son oraciones de siervos, mientras que las de María, son las oraciones de Madre, y de ahí procede su eficacia y su carácter de autoridad. Como Jesús ama entrañadamente a su Madre, Ella no puede suplicar sin ser atendida. En Caná, nadie pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo por los consternados esposos. Pero el corazón de María, que no puede dejar de compadecerse de los infelices, le impele a asumir, por propia iniciativa, el oficio de intercesora y a pedir a su Hijo el milagro”.

3 La intercesión de María transforma nuestra vida

La meditación de este Misterio nos lleva aún a considerar que, por la intercesión y omnipotencia suplicante de Nuestra Señora, Jesús manifiesta su poder salvador especialmente en lo que dice respecto a librarnos del pecado y de la muerte del alma.

A pedido de María, Jesús operó su primer milagro público, que no fue la cura de un ciego o de un leproso, sino solamente la transformación del agua en vino. ¿Por qué? Para significar que el primer y más importante milagro que desea realizar en nosotros es nuestra conversión. Y eso implica que pasemos de una vida mediocre, sin color, sin sabor y sin aroma, a una vida nueva en Cristo, con color y sabor nuevos, con el perfume de la santidad y del amor a Dios. Para eso, debemos contar con la intercesión de María Santísima, obedeciendo a su maternal consejo: “Haced lo que él os diga”.

Conclusión

Al concluir esta Meditación, reflexionemos sobre cómo hemos practicado nuestra devoción a Nuestra Señora. ¿No deberíamos suplicar el socorro de la Madre de Dios con más frecuencia? ¿No deberíamos implorarle con más confianza, sabiendo que Ella nos conseguirá lo que nos es más necesario? Si consiguió de su Hijo el vino, que era dispensable, ¿no podrá remediar tantas necesidades urgentes como las que tenemos?

Jesús no nos niega nada, y nos concede de un modo particular todo lo que le pedimos a través de su Madre. No podemos descuidar este poderoso instrumento de salvación que el mismo Dios colocó a nuestro alcance.

Así, con toda confianza en la intercesión de María, nuestra Madre y Reina dulcísima, transbordante de solicitud y ternura para con nosotros, supliquémosle diciendo, Dios te salve, Reina y Madre…

Referencias bibliográficas. Basado en:

San Alfonso de Ligorio, Meditaciones para todos los días del año, Tomo III, Herder y Cia. Friburgo, Alemania, 1921.

San Juan Pablo II, Mensaje para la III Jornada Mundial de la Juventud, diciembre de 1987.

Mons. João S. Clá Dias, Meditação do Segundo Mistério Luminoso, www.joaocladias.org.br, 2008.

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