Meditación Primer Sábado de febrero de 2024. La Presentación de Jesús en el Templo

Publicado el 02/02/2024

Introducción

Atendiendo al pedido de Nuestra Señora en Fátima, hagamos la devoción del Primer Sábado, reparando las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María. Hoy meditaremos el 4° Misterio Gozoso: La presentación del Niño Jesús en el Templo y la Purificación de María. Cuarenta días después de su nacimiento, el Niño Jesús es llevado al Templo de Jerusalén por María y San José. Allí es ofrecido al Padre Eterno, en nombre de todo el género humano, como Cordero sin mancha que vino a tirar los pecados del mundo e iluminar los caminos de las naciones.

Composición de lugar:

Imaginemos a Nuestra Señora, acompañada de San José, entrando en el Templo de Jerusalén llevando al Niño Jesús en brazos. San José lleva una cesta donde están dos palomitas. El santo matrimonio atraviesa las amplias construcciones del templo, entre altas y gruesas columnas, hasta llegar al lugar donde un anciano y ferviente sacerdote –San Simeón– los está esperando para recibir en sus brazos al pequeño, que es el Redentor, y presentarlo a Dios.

Oración preparatoria:

Oh Madre y Reina de Fátima, juntos vamos a meditar este misterio de la Presentación de vuestro Divino Hijo y vuestra Purificación. Suplicamos vuestra intercesión para que podamos alcanzar todas las gracias necesarias para realizar bien este piadoso ejercicio. Haced con que podamos ser dignos de los méritos que el Niño Jesús conquistó con su presentación en el templo, que marca el inicio de su sacrificio redentor por nosotros y que culminaría en lo alto del Calvario. Así sea.

Evangelio de San Lucas (2, 22,35)

Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, | puedes dejar a tu siervo irse en paz. 30 Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones | y gloria de tu pueblo Israel». “Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».”

I – JESÚS SE OFRECE POR NUESTRA SALVACIÓN

Cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José lo llevaron al Templo de Jerusalén para cumplir la ley de la purificación y de la presentación del primogénito al Señor. Según la costumbre, José llevaba una cesta con dos palomitas para el ofrecimiento y Nuestra Señora conducía a su Hijo, el Cordero de Dios, para ofrecerlo, prenunciando el gran sacrificio que este Hijo realizaría un día en la Cruz.

1. El ofrecimiento de María y Jesús

Contemplemos como María entra en el Templo y, en nombre de todo el género humano, hace el ofrecimiento de su Hijo, diciendo a Dios: “He aquí, oh eterno Padre, a vuestro amado unigénito, que es vuestro y también mi hijo. Yo lo ofrezco como víctima de vuestra divina justicia, a fin de reconciliaros con los pecadores.

Aceptadlo, oh Dios de misericordia y compadeceos de nuestras miserias. Por amor de este Cordero inmaculado, recibid a los hombres en vuestra gracia”.

La oferta de María, se unió también a la del propio Jesús que, a su vez, dijo al Señor: “Padre mío, aquí estoy. Os consagro toda mi vida. Vos me enviasteis al mundo para redimir la humanidad con mi sangre. Aquí está mi sangre y todo mi ser. Me ofrezco todo a Vos por la salvación del mundo”.

2 – Ofrezcamos a Jesús nuestro deseo de santidad

Este Misterio de gozo nos deja aquí una lección: si Jesucristo ofreció su vida al Padre por nosotros, es de justicia que también nosotros le ofrezcamos nuestra vida y todo nuestro ser. Es lo que Jesús desea de nosotros, conforme se lo indicó a Santa Ángela de Foligno, cuando le dijo: “Yo me ofrecí a mí mismo por ti, a fin de que tú te ofrezcas toda a mí”. Ofrezcamos, entonces, a Dios, por los ruegos de María Santísima, nuestro deseo de ser santos, renunciando a nuestros apegos terrenos y a nuestras malas inclinaciones, combatiendo nuestros defectos y debilidades.

Pidamos a Nuestra Señora que nos alcance la gracia de presentar a Dios un corazón contrito, humillado y purificado.

II-LA PURIFICACIÓN DE MARÍA, EJEMPLO PARA NOSOTROS

Ni Jesús ni María estaban obligados a cumplir las leyes de la presentación y de la purificación. Aun así, Ellos obedecieron porque tenían devoción por la ley de Dios y para enseñarnos cuánto debemos cumplir con perfección los Mandamientos divinos.

1. Humildad y sumisión a la voluntad de Dios

Nuestra Señora, concebida sin pecado original y llena de gracia, no tiene de que purificarse. Sin embargo, se sujetó a la Purificación para darnos ejemplo de cómo debemos seguir con amor y cariño las leyes del Señor. En cuanto a Jesús, Él es el propio Dios y no necesitaba ofrecerse a sí mismo. Pero lo hizo también para darnos la gran lección de humildad y sumisión a la voluntad del Padre Eterno.

Cabe a nosotros, entonces, seguir el luminoso ejemplo de María y de Jesús: tomar en serio las leyes divinas, pues si las leyes de los hombres deben ser cumplidas con exactitud, todavía con mayor rigor deber ser observadas las de Dios.

2. Nuestra Corredentora

Consideremos lo que el sacerdote Simeón profetizó a respecto de Nuestra Señora, cuando le dice que una espada atravesada el Corazón Inmaculado de Madre. Se refería a los dolores que María sufriría en la Pasión de Cristo. Ella es la Corredentora del género humano, y sabía todo lo que debería sufrir –en unión con su Divino Hijo– para la salvación del mundo. Ella es la Reina de los Mártires y, desde la Anunciación, sufriría con Cristo, por Cristo y en Cristo.

Aquí otra gran lección que Nuestra Señora nos ofrece en este 4° Misterio Gozoso, invitándonos a dar un carácter de holocausto a los dolores que sean permitidos por la Providencia a lo largo de nuestra vida. En esta escena de la Presentación, amemos las cruces que nos toquen, uniéndonos a Jesús y María.

III – LUZ QUE ILUMINA NUESTROS CAMINOS

El ofrecimiento del Niño Jesús al Padre Eterno se hizo oficial cuando el profeta Simeón, representando al pueblo judío, tomó al Redentor en sus brazos y lo entregó diciendo:“Ahora, Señor,según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todoslos pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

1. Los corazones de los humildes complacen a Dios

Delante de esta escena inmortalizada en el Evangelio, un santo autor comenta que Nuestro Señor Jesucristo no sólo se ofreció aquí como ofrenda al Padre Eterno, sino también –por las manos de la Virgen– fue ofrecido en los brazos de la Iglesia y de todas las almas fieles, cuyo agente era el profeta Simeón, que representa la persona de la Iglesia. María nos dio lo mejor que tenía, que era su celestial tesoro, para nuestro remedio. Y nos lo entrega por los brazos de Simeón, hombre humilde y temeroso del Señor, que esperaba ansioso la salvación de Israel.

Aprendamos, entonces, en la escuela del Niño Jesús cómo, siendo Dios tan elevado, le agradan los corazones humildes en el Cielo y en la Tierra.

2. Imitemos a Jesús en su entrega al Padre

La presentación de Jesús es el modelo de la donación de todos los llamados a seguirlo, en una entrega fervorosa al amor y al servicio de Dios por encima de todas las cosas. La vocación del cristiano se realiza en la dedicación constante de su existencia en las manos del Padre, bajo el amparo de María Santísima, conformándose siempre con la voluntad y los designios divinos a su respecto.

Pensemos entonces en la importancia del plano de Dios sobre cada uno de nosotros: ¿Conseguimos identificar y comprender esa voluntad divina que nos toca de cerca? ¿Conformamos a ella nuestros deseos y nuestras voluntades, o dejamos que nuestros intereses personales la contraríen, dictando el rumbo de nuestra existencia?

3. Somos más afortunados que el profeta Simeón

Así como fue dada la promesa a Simeón de ver al Verbo Encarnado, también a nosotros fue hecha la promesa de ver a Jesús. Para que esto suceda, es necesario imitar a Simeón: ser justo y confiar en la misericordia de Dios en medio de nuestras privaciones. Sin embargo, nosotros recibimos más que Simeón, pues en la hora de la Comunión nuestra unión con Cristo es mucho más íntima que la del encuentro que tuvo el santo sacerdote con Él en el Templo de Jerusalén.

Consideremos entonces, ¿cómo han sido nuestras comuniones? ¿Con qué frecuencia nos aproximamos de Jesús Eucarístico y con que disposición de alma lo recibimos? Pidamos a Simeón nos obtenga la gracia de comulgar diariamente como él mismo habría gustado de hacerlo.

Conclusión:

Al finalizar esta meditación, volvámonos para la Virgen Santísima de Fátima, teniendo presente que Ella, nuestra Madre Celeste, ofreció a su Divino Hijo en el Templo por nuestra salvación. Con toda confianza, pidamos a Ella que presente también a Dios nuestra alma y corazón, purificándolos de todas nuestras imperfecciones y miserias, haciéndolos dignos de adorar y contemplar al Señor por toda la eternidad, junto a Ella y el glorioso San José.

Puesta nuestra esperanza en la materna e infalible protección de María, recemos, Dios te salve, Reina y Madre…

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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