
Introducción:
Atendiendo al pedido del Inmaculado Corazón de María en Fátima, hagamos nuestra devoción reparadora del Primer Sábado. Teniendo en vista la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, meditaremos hoy el 2º Misterio Gozoso: “La visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel”. Poco después de la Encarnación del Verbo en su seno inmaculado, María partió en dirección a la casa de su prima Santa Isabel, que estaba grávida de San Juan Bautista. Siguiendo las inspiraciones de su eximia caridad, la Santísima Virgen santificó aquel hogar con la presencia del Dios Vivo, que Ella cargaba en su seno.
Composición de lugar
Imaginemos a Nuestra Señora y San José recorriendo a pie el camino que los llevaba de Nazaret hasta la casa de Santa Isabel, pasando por valles y montañas. María vence las distancias movida por una caridad ardiente, para llevar la Buena Nueva a su prima y ofrecer a esta su solicitud en los cuidados que Isabel, ya anciana, debía tener en la gravidez. Imaginemos el momento en que las dos se encuentran y Nuestra Señora, saludada efusivamente por Santa Isabel, entona su inmortal Magnificat, glorificando a Dios por haberla exaltado por encima de todas las criaturas.
Oración preparatoria
Oh, Santísima Virgen de Fátima, Madre nuestra, Vos que en este misterio de la Visitación demostrasteis un ardiente deseo de hacer el bien al prójimo, dirigiéndoos sin demora al encuentro de quien necesitaba de vuestra ayuda, os rogamos que estéis siempre a nuestro lado durante esta meditación, alcanzándonos las gracias necesarias para recoger todos los frutos que este Misterio del Rosario reserva para cada uno de nosotros. Asistidnos, oh, Madre, como hijos enteramente puestos en vuestras manos. Así sea.
+Evangelio según San Lucas 1, 39-46
“39 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».46 María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor».”
I – BENDITA ENTRE TODAS LAS MUJERES
La bendecida casa de Isabel fue el teatro de muchas y extraordinarias gracias. Después de haber consentido en la Encarnación del Verbo y ya trayéndolo en su vientre, la Santísima Virgen se apresuró en ir al encuentro de su prima Santa Isabel, ya anciana y grávida de San Juan Bautista, para prestarle ayuda y comunicarle el tan esperado advenimiento del Mesías.
1- Preludio de la misión redentora de Jesús
En la narración de San Lucas podemos ver en Nuestra Señora a la primera evangelista, a Aquella que difunde la Buena Nueva, anticipando los viajes misioneros de su Divino Hijo. El rumbo del camino de la Santísima Virgen es particularmente significativo: será de Galilea a Judea, como el camino recorrido por Jesús en su predicación del Reino de Dios.
Con la visita a Isabel, María hace el preludio de la misión de Jesús y, colaborando desde el inicio de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se vuelve modelo de aquellos que trabajan en la evangelización del prójimo, e intentan llevar la luz y la alegría de Cristo a todos los hombres de todos los lugares y todos los tiempos.
2- Portadora de la alegría divina
En efecto, la visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel presenta características de un alegre acontecimiento salvífico, que va más allá del sentimiento de simpatía familiar. María surge en la casa de su prima con la alegría de su fe pronta y disponible: “entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”. Y, según el relato de San Lucas, el saludo de la Virgen produjo un salto de alegría en el hijo que Isabel traía en el vientre. O sea, la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al futuro San Juan Bautista la felicidad que todo el Nuevo Testamento sentirá con la presencia del Mesías.
3 – “Bendita tú entre las mujeres”
Antes del saludo de María, Isabel también sintió una alegría mesiánica: “Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”.
En virtud de una iluminación superior, Isabel comprende la grandeza de Nuestra Señora, bendita entre las mujeres por el fruto de su vientre, Jesús, el Salvador. La exclamación entusiasmada de Santa Isabel, exaltando la bienaventuranza de la Santísima Virgen, continúa resonando en los labios de todos los fieles que recitan el Ave María, como un canto de alabanza de la Iglesia por las maravillas que el Poderoso hizo en la Madre de su Hijo.
II – ATENDER “CON PRISA” A LAS INVITACIONES DE LA GRACIA
Como afirma San Lucas, “en aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá”, para encontrarse con su prima Isabel. Haciendo así, María nos da el ejemplo de cómo debemos estar prontos a seguir las inspiraciones que Dios pone en nuestras almas.
1- El ejemplo de Nuestra Señora
Tan pronto el Ángel de la Anunciación se retiró de su presencia, María comprendió que era la voluntad del Señor que Ella se dirigiese al encuentro de su prima, que también estaba grávida. Nuestra Señora recibió un impulso de la gracia en su interior y lo obedeció sin demoras.
Al partir sin retraso para visitar a Santa Isabel, Nuestra Señora nos da ejemplo de cómo debemos ser sensibles a las inspiraciones divinas en nuestra alma y diligentes en obedecerlas. A lo largo de nuestra existencia, muchas veces oímos la voz de la gracia resonar en nuestro íntimo y comprendemos que debemos tomar cierto camino, abandonar algo que nos perjudica, dejar aquel defecto que ofende a Dios, seguir las vías del bien y de la virtud. Sin retrasos.
Pensemos, entonces: si no he seguido este gran ejemplo de María, debo hacerlo de ahora en adelante y, cuando yo sea tocado por una gracia para tomar una buena actitud, o para abandonar una situación cómoda o más aún, una circunstancia que me lleva al pecado, que yo tenga prisa en hacerlo.
2- Caridad desinteresada
Consideremos también la caridad enteramente desinteresada de Nuestra Señora al visitar a su prima Santa Isabel. Ella no demoró haciendo un plano de viaje. “Cuando me sienta un poco mejor, en un día más propicio, tal vez vaya…” ¡No!
Ella se apresuró a ir. Tanto más admirable es esa presteza en practicar la caridad, cuanto se debe notar que María vivía inmersa en la contemplación de las cosas divinas, que se encontraban en lo más íntimo de su Corazón. Nuestro Señor Jesucristo estaba siendo formado en cuanto hombre en su claustro virginal. Por eso, ¡cuánta razón tenía para quedarse en casa, contemplando a este Dios que estaba siendo gestado en su interior!
Sin embargo, recibida la noticia de Isabel, Ella no dudó y se puso en camino para un viaje penoso, que duraría cerca de cuatro días. Y la Madre del Salvador lo emprendió, satisfecha y alegre, no atándose a cualquier comodidad. Ella no pensó en sí misma, sino apenas en la prima que estaba grávida y necesitaba de alguien que la asistiese en los días venideros.
Así es como nosotros también debemos actuar, cuando la caridad y las obligaciones para con nuestro prójimo nos solicitan, y esperan que hagamos el bien con la misma celeridad con que María socorrió las necesidades de Isabel.
Y yo, ¿me muevo con igual solicitud y disposición para atender las carencias de los que recurren a mí?
III – LA MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS EN NUESTRA VIDA
Santa Isabel, al saludar a Nuestra Señora con su exclamación llena de admiración, nos convida a valorar todo lo que la presencia de María trae como un presente a la vida de cada uno de nosotros.
1 – Por la voz de María, la gracia divina santificó al Bautista
En la Visitación, la Virgen carga consigo al Verbo Encarnado, que trae a los hombres las gracias redentoras de santificación. Y Él las derrama sobre los hombres a través de la presencia de María. Las propias palabras de Isabel expresan muy bien este papel de mediadora que Nuestra Señora ejerce: “Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”. O sea, por la voz de María, la gracia divina llegó a aquella casa, santificando a Juan Bautista aún en el vientre materno. Es el papel de la Corredentora de la humanidad, ya siendo efectuado en los primeros días de la misión salvadora de Jesús.
2 – Aquella que nos alcanza todos los favores de Dios
El Divino Espíritu Santo podría, sin duda, favorecer a Isabel con la plenitud de sus dones sin el concurso de Nuestra Señora, así como también podría santificar a San Juan Bautista en el vientre materno sin la intervención de María. Sin embargo, quiso Dios en este paso del Evangelio que la presencia de la Madre de Dios fuese determinante para que el Divino Espíritu Santo actuase sobre Isabel y su hijo. De este modo, la Providencia Divina demostraba allí el precioso papel de la mediación de Nuestra Señora como dispensadora de las gracias del Cielo para cada uno de nosotros.
María es Aquella que nos alcanza todos los favores de Dios y que jamás nos deja de oír en nuestras súplicas. Es Aquella que propicia nuestra santificación, con su presencia junto a nosotros y junto a su Divino Hijo, sirviéndose de canal e intercesora entre nosotros y Él. Por eso, como afirman los santos y los teólogos, esseñal de salvación eterna tener verdadera devoción a Nuestra Señora.
Pensemos, entonces, en cómo anda nuestra devoción a esta Medianera omnipotente, y hagamos el propósito de aumentarla cada vez más, invocando su socorro y su protección para que seamos santos.
CONCLUSIÓN
Al terminar esta meditación, dirijámonos a la Virgen de Fátima, cuyo Inmaculado Corazón arde en deseo de una caridad perfecta para con Dios y para con cada uno de nosotros. Consideremos la incansable solicitud con que Ella se desvela por nuestras necesidades de cuerpo y de alma y, junto con San Alfonso María de Ligorio, supliquémosle: “Oh Reina y Madre mía, por vuestro intermedio son dispensadas las gracias divinas y santificadas las almas. No os olvidéis de mí, vuestro pobre siervo, que os ama y puso en Vos todas sus esperanzas. Ah, mi amadísima Señora, Vos, que tanto os apresurasteis en ir a santificar por vuestra visita la casa de Isabel, dignaos apresurar la visita a la pobre casa de mi alma. Apresuraos, pues mejor que yo, Vos sabéis cuánto ella es miserable y enferma, llena de afectos desordenados, malos hábitos y pecados cometidos que la pueden conducir a la muerte eterna. Vos la podéis hacer rica, oh tesorera de Dios, Vos la podéis curar de todas sus enfermedades. Visitadme entonces durante mi vida, mas sobre todo, visitadme en la hora de mi muerte, porque entonces vuestra asistencia me será más necesaria”. Así sea.
Dios te salve, Reina y Madre…
Referencias bibliográficas
San Alfonso de Ligorio, Meditações para todos os dias e festas do ano, Friburgo, Herder & Cia, 1921.
San Juan Pablo II, audiencia del 2 de octubre de 1996.
Mons. João Clá Dias, Meditación en la Catedral da Sé, São Paulo, enero de 2005