Meditación Primer Sábado de Junio de 2021. La institución de la Eucaristía

Publicado el 06/05/2021

Introducción:

Atendiendo al pedido del Inmaculado Corazón de María en Fátima, hagamos nuestra devoción reparadora del Primer Sábado. Teniendo en vista la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, meditaremos hoy el 5º Misterio Luminoso: La Institución de la Sagrada Eucaristía. “Yo soy el pan vivo bajado del Cielo”, afirmó Nuestro Señor Jesucristo, prometiéndose a sí mismo como alimento para nuestra alma. En la Última Cena, antes de partir para consumar su misión redentora, Nuestro Señor opera el milagro de la transubstanciación, transformando el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre preciosos, y los da en alimento a los Apóstoles. Estaba instituido el Sacramento de la Eucaristía, del cual todos nosotros podemos y debemos beneficiarnos diariamente.

Composición de lugar:

Imaginemos el salón del Cenáculo, donde Jesús y los Apóstoles realizaron la Última Cena. El Maestro se encuentra en el centro de la amplia mesa, frente al cáliz con vino y el pan. Con un gesto al mismo tiempo solemne y acogedor, Jesús bendice las especies, que inmediatamente se transforman en su carne y en su sangre. Enseguida, lo vemos ofrecer a los otros la Primera Eucaristía de la historia. Al fondo de la sala, Nuestra Señora y las santas mujeres acompañan esta escena memorable.

Oración preparatoria:

Oh, Santísima Virgen de Fátima, interceded por nosotros ante el Sagrado
Corazón de Jesús y alcanzadnos las gracias necesarias para meditar bien este misterio de la institución de la Sagrada Eucaristía. Vos, oh, Madre, que fuisteis la primera adoradora del Santísimo Sacramento y modelo de alma eucarística, concedednos un poco de vuestro amor a este augusto Sacramento y, al cabo de esta meditación, hacednos todavía más devotos de este divino alimento para nuestras
almas. Así sea.

Evangelio según San Mateo 26, 26-29

“Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».  Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre».”

I- CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

¿Qué más nos podría haber dado Jesús? Esta es la pregunta que nos podemos hacer al considerar el Misterio de la Sagrada Eucaristía. En Ella, Cristo se hizo comida y bebida para que podamos participar eternamente de su propia vida. Bajó de lo más alto del Cielo y asumió la substancia del pan y del vino para elevarnos a la convivencia con Dios.

Milagro renovado todos los días en los altares

La Institución de la Eucaristía no es algo simbólico o representativo. Las palabras de Jesús son bien claras al definirla y prueban que Él está presente en la hostia consagrada en su cuerpo, sangre, alma y divinidad: “Este es mi cuerpo; esta es mi sangre, la sangre de la nueva alianza”. Estas afirmaciones de Jesús no dependían ni de la fe ni de la comprensión de los apóstoles. Es Jesús quien se compromete a dar el pan como siendo su cuerpo y el vino como siendo su sangre.

Sólo Él puede operar este milagro en las especies. Hoy, todos los días, durante la Santa Misa, es el sacerdote ordenado quien pronuncia las palabras de Jesús, pero no es él quien les da el sentido de la realidad. Siempre es Jesús resucitado quien renueva, por la laringe del sacerdote, el mismo milagro que Él operó en la noche del Jueves Santo. Con razón, pues, la Iglesia celebra en la fiesta del Corpus Christi esa permanencia de la presencia de Jesús en la Hostia consagrada, fuente de gracias incontables para todos nosotros.

Constantemente accesible

De hecho, en la Eucaristía, Jesús está siempre disponible para saciar nuestra hambre espiritual, iluminar las almas, acoger las súplicas y las oraciones de todos los que buscan su auxilio, ayudándonos e inspirándonos a cada uno de nosotros a lo largo de nuestra existencia, protegiendo y defendiendo las personas contras las embestidas del demonio y consolándolas en las adversidades de la vida. Bajo la simplicidad de la especie del pan, Cristo revela todo su poder y su divinidad. Es la mayor de las ayudas que nos dejó para garantizar que permanezcamos firmes en la fe. Por medio de la Eucaristía, Cristo viene a hacer su morada en nosotros, y con su santidad infinita nos fortalece y nos conduce a nuestra propia santificación.

Tenemos que beneficiarnos de este Misterio

En esta meditación somos invitados a progresar en el amor y en la
adoración al Santísimo Sacramento, a profundizar en la piedad, en la devoción al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y a sacar de estos progresos un gran provecho para nuestra vida, pues nada tiene más el don de consolarnos que la Eucaristía. Pensemos entonces sobre cómo anda nuestra piedad eucarística y pidamos a Nuestra Señora del Santísimo Sacramento la gracia de crecer ardorosamente en la devoción a Jesús Hostia, y de jamás perder la oportunidad de comulgar con toda la fe, esperanza y amor.
¡Corazón Eucarístico de Jesús, fuente de toda consolación, ten piedad de nosotros!

II –GARANTÍA DEL PARAÍSO QUE JESÚS QUIERE DARNOS

Esta meditación tiene que llevarnos a considerar y a agradecer el inmenso presente que el Señor nos dejó y nos da cada día, con su Cuerpo y su Sangre preciosos hechos alimentos para nuestra salvación eterna.

Comulgar es ser alimentado por la vida de Cristo

Así como existe una ley biológica que rige nuestra condición humana, según la cual es necesario comer para vivir, así también nuestra vida espiritual exige ser alimentada y cuidada, para crecer y ser fecunda. En la Eucaristía, Jesús revela todo su amor por los hombres y su deseo de saciarlos con el verdadero alimento, esto es, su propia vida, su cuerpo entregado como el Pan de la Vida, su sangre derramada como sangre de la Alianza. Por ello, comulgar es ser alimentado por la vida de Jesús y enriquecido por sus propias fuerzas. Del mismo modo que comemos para vivir, comulgamos en la Eucaristía para vivir como discípulos de Jesús.

El último grado de amor a los hombres

Todos los santos han sido grandes devotos del Santísimo Sacramento y no ahorraron exaltaciones al considerar esta dádiva divina que Cristo nos dejó.
San Alfonso María de Ligorio así declara: “Vos, Jesús, partiendo de este
mundo, ¿qué nos dejaste en memoria de vuestro amor? No un vestido, un anillo, mas vuestro cuerpo, vuestra sangre, vuestra alma, vuestra divinidad; Vos mismo, todo, sin reservas. La Eucaristía no es solo la garantía del amor de Jesucristo, sino también la garantía del paraíso que Él nos quiere dar”.
Y San Juan Crisóstomo afirma: “Jesucristo quiere de tal modo unirse a nosotros, por el amor ardiente que nos tiene, que nos permite hacernos una sola cosa con Él en la Eucaristía”.
A su vez, San Bernardino de Siena observa: “El darse de Jesucristo a nosotros como alimento fue el último grado de su amor a los hombres. Se dio a nosotros para unirse totalmente con nosotros, como se une el alimento diario a quien lo toma”.

¿La Eucaristía es realmente vital para nosotros?

Cabe aquí, otra vez, un breve examen de conciencia: ¿Qué hacemos de
nuestras comuniones? ¿Qué nos faltaría si no tuviésemos la Eucaristía? ¿El Santísimo Sacramento es realmente vital para nosotros? ¿Somos capaces de percibir la grandeza de este Sacramento y de evaluar todo cuanto produce en nuestra alma? ¿Y cómo andamos en la adoración al Sagrado Corazón de Jesús Sacramentado? ¿Nos aproximamos con frecuencia al Santísimo expuesto, para ofrecerle la certeza de nuestro amor y de nuestra devoción a Él?

III –MARÍA, MODELO DEL ALMA EUCARÍSTICA

Volvámonos ahora hacia María Santísima, nuestro modelo perfecto del almaeucarística. Por la maternidad divina, consentida en el momento de la Anunciación del Ángel, Ella nos trajo a Jesús del Cielo a la tierra. Hoy, cuando comulgamos, debemos pedir que también por medio de Ella, Jesús venga hasta nosotros y haga su morada en nuestros corazones.

Primera y perfecta adoradora del Verbo Encarnado

San Pedro Julián Eymard, fundador de la Congregación del Santísimo
Sacramento y de la Adoración perpetua, exalta con mucho ardor el papel de Nuestra Señora en relación con la Sagrada Eucaristía. Refiriéndose a Nuestra Señora dice: “He ahí mi modelo, Madre mía: ¡María, primera adoradora del Verbo Encarnado en su seno! ¡Calcula, si pudieres, las adoraciones, los homenajes, los cariños de María para con su divino Hijo al nacer! ¡Qué bello ostensorio del Verbo recién nacido! ¡He aquí el canal por donde nos viene Jesús!
¡Oh sí, la Eucaristía comenzó en Belén, entre los brazos de María! ¡Fue Ella quien trajo a la humanidad hambrienta el único Pan que la podría saciar! ¡Fue María quien nos conservó ese Pan! ¡Oveja divina, nutrió con su leche virginal el Cordero cuya carne vivificante sería nuestro alimento más tarde!”

Recibir a Jesús por medio de María: la mejor acción de gracias

El Verbo se hizo carne: ¡He ahí la gloria de María! El Verbo se hizo pan del hombre: ¡He ahí nuestra gloria!, afirma aún San Pedro Julián Eymard. El misterio de la Encarnación que se operó en Nuestra Señora, se opera de cierta forma enm nosotros en el momento de la Comunión, cuando Jesús, bajo la especie de pan, habita en cada uno de los que lo reciben. En ese instante también nos transformamos en ostensorios del Dios Encarnado. Así como en María el Verbo se unió a la naturaleza humana, así por la Eucaristía se une a todos los hombres.
Pensemos en esta estrecha unión entre la Madre y el Hijo, entre el Pan de la Vida y cada uno de nosotros, y hagamos el propósito de comulgar siempre pidiendo a Nuestra Señora que reciba a Jesús Hostia en nuestro corazón. Adorar a Jesús presente en nosotros, en unión con María, es el medio más seguro de hacerle una grata recepción, que será, al mismo tiempo, fuente de gracias abundantes para nosotros.

CONCLUSIÓN

Al concluir esta meditación, elevemos nuestros ojos a María, nuestro modelo de devoción al Santísimo Sacramento. Que Ella, cuyo Inmaculado Corazón arde continuamente en amor y adoración al Verbo Encarnado presente en la Eucaristía, nos alcance la gracia de imitarla en esa adoración y en ese amor.
Pidamos a Nuestra Señora que nos haga, a cada uno de nosotros, devotísimos del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y nos haga comprender bien el tesoro inagotable de gracias y dádivas celestiales que tenemos a nuestro alcance en la Hostia consagrada.
Que nuestra divina Madre estreche cada día más nuestra unión con Jesús presente en la Eucaristía, hasta el día en que estemos definitivamente unidos a Él y a Ella en la eterna bienaventuranza. Así sea. Dios te salve, Reina y Madre…

Bibliografía basada en:
San Pedro Julián Eymard, Flores da Eucaristia, Edições Paulinas, 1959; A
Divina Eucaristia, Edições Loyola, 2002.
Mons. João Clá Dias, Meditação para a Instituição da Eucaristia, Revista
Arautos do Evangelho, junio de 2002.

 

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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