Haced lo que Él os diga

Milagro de las Bodas de Caná – Santuario de la Virgen de la Montaña (Cáceres, España)
Introducción
Hoy meditaremos sobre el segundo misterio luminoso del rosario: La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná, en cumplimiento de nuestra comunión reparadora del Primer Sábado.
Contemplaremos este misterio en vista de la festividad de Nuestra Señora del Carmen, que se celebra el día 16 de este mes.
Cuando se acabó el vino en las bodas de Caná, la Madre de Dios intervino en favor de los novios y, mediante sus oraciones, Jesús obró su primer milagro público. Éste fue el comienzo de la incansable intercesión con la que María Santísima ha protegido a sus hijos y devotos a lo largo de los tiempos.
Composición de lugar
Imaginemos un salón en la época de Jesús, donde se celebra un banquete de bodas. Vemos una gran mesa donde están sentados los invitados, con la nueva pareja en el centro: todos expresan su alegría por la ocasión.
En otra sala contigua, vemos a Nuestra Señora, a Nuestro Señor y a algunos sirvientes, junto a seis grandes tinajas de piedra. María Santísima dirige un gesto cariñoso a su Hijo, quien la mira con ternura y respeto. Luego se dirige a los sirvientes y les pide que llenen las tinajas de agua. Después las bendice y de ellas se extrae un vino precioso.
Oración Preparatoria
Oh, Madre de Dios y nuestra, que apareciste en Fátima vestida con el hábito del Carmen, sabemos que tu maternal misericordia te llevó a interceder ante tu divino Hijo por los esposos de Caná. Protégenos también con tu inigualable solicitud y obtén de Dios las gracias necesarias para que podamos cosechar los mejores frutos espirituales de esta meditación, en la que contemplaremos tu gloriosa misión como nuestra patrona y abogada en todas las circunstancias de nuestra vida. Amén.
Evangelio de San Juan (2, 1-8ss)
A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la Madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la Madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿Qué tengo Yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su Madre dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
I – JESÚS SANTIFICA EL MATRIMONIO
Las bodas de Caná celebraron un matrimonio judío típico de la época. Los festejos duraron siete días, con banquetes y celebraciones donde el vino jugó un papel importante, simbolizando la alegría y el cariño con que los novios recibieron a sus invitados. Sin embargo, esta celebración adquirió mayor relevancia debido a la presencia de Jesús y su Madre, convirtiéndose en el escenario donde el Maestro realizó su primer milagro.
1- EL MATRIMONIO ELEVADO A SACRAMENTO
Jesús llega allí con María y los apóstoles, como invitados especiales. Sin embargo, había una razón superior para que el Hijo de Dios apareciera en ese escenario donde realizaría su primer milagro: su presencia en las bodas de Caná es un preludio de la elevación del matrimonio, una institución humana, a la dignidad de Sacramento. Así, quiso santificar el matrimonio, consciente de que es la base de la sociedad humana.
Un árbol será fuerte y frondoso en la medida en que tenga buenas raíces, porque si no las tiene, el viento lo derribará. Por lo tanto, para que resista a los elementos, debe estar firmemente arraigado en la tierra. Ahora bien, la sociedad también tiene raíces, sus cimientos están en la familia, que se establece mediante un matrimonio legítimo e indisoluble entre hombre y mujer, y está investida de la dignidad sacramental que Dios le ha conferido.
2. VINO DE LA GRACIA DIVINA Y DEL AMOR DE DIOS
La importancia de este Sacramento fue confirmada no sólo por la presencia de Cristo en las bodas de Caná, sino también por su primer milagro, realizado allí para beneficio de los anfitriones de la fiesta. Las seis tinajas de la purificación estaban vacías, simbolizando a la vieja humanidad, aún atada por el pecado original y necesitada de la gracia divina. Nuestro Señor ordenó llenarlas con agua nueva y las transformó en vino: el vino de la gracia santificante que trajo al mundo con la Redención, el vino del amor a Dios renovado en las almas purificadas por su preciosísima Sangre.
Esta misma gracia santificante, este mismo amor renovado a Dios, debe ser el fundamento del matrimonio católico, la fuerza del vínculo que une a los esposos, el alimento constante que mantiene unida a la familia y la convierte en la base fecunda de la sociedad humana.
¿Están las tinajas de nuestra vida doméstica llenas de este precioso vino de la gracia santificante y del creciente amor a Dios con el que respondemos a nuestra vocación cristiana como individuos y como familias? ¡Ojalá que sí!
II – LA INTERCESIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Las bodas de Caná también revelan otra verdad rica e importante: el papel de la Santísima Virgen como nuestra intercesora y abogada, especialmente cuando más necesitamos la ayuda del Cielo. La escena es bien conocida: en un momento dado de la celebración se acaba el vino. La falta de vino sería una molestia y probablemente significaría el fin de la celebración, transformando la alegría de la pareja en vergüenza y decepción.
1. María interviene y «anticipa» la hora de Jesús
Consciente de la crítica situación, la Virgen María, con extraordinaria solicitud, decide ayudar. Hizo suyo el problema, asumiéndolo con sensibilidad maternal, con un interés que brotaba de su corazón. Y no dudó en decir con confianza a Jesús: «No tienen vino». La respuesta de Jesús a la petición de su Madre no se hizo esperar. Bajo la mirada sonriente de María, Cristo ordenó a los sirvientes que llenaran seis grandes cántaros de piedra con agua. Luego les ordena que tomen el agua, ya convertida en vino, y la presenten al maestresala, quien se asombra al ver que la pareja había guardado el mejor vino hasta ese momento.
El mensaje del texto sagrado es claro: nos muestra que Jesús, por intercesión de María, anticipó el comienzo de sus milagros públicos, signos de su divinidad y de la verdad de su doctrina, que llevaron a sus discípulos a creer en Él.
2. Madre atenta a las necesidades de sus hijos
Al comentar esta escena, San Juan Pablo II observa que la Virgen se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. En otras palabras, actúa como mediadora, no como una extraña, sino en su posición de madre, consciente de que como tal puede —o, mejor dicho, «tiene el derecho de»— hacer presente a su Hijo las necesidades de los hombres. Además, como madre, desea que se revele el poder salvador del Hijo, cuyo propósito es ayudar a las personas en sus desgracias y librarlas del mal que, en diversas formas y proporciones, pesa sobre sus vidas.
En el gesto de María en Caná, vemos cuánto se preocupa por sus hijos y cuánto se preocupa por cada uno de nosotros. Sale a nuestro encuentro para ayudarnos, apoyarnos, protegernos y asistirnos, demostrando así su verdadera ternura como madre, siempre atenta a las necesidades espirituales y materiales de las personas.
3. Una intercesión querida por Dios
El milagro de las bodas de Caná también nos muestra la disposición de Jesús a aceptar todas las peticiones que le dirigimos a través de la solicitud maternal de María. Según San Juan Pablo II, en este pasaje del Evangelio, Jesús nos expresa con sus acciones, más elocuentes que las palabras, que, al realizar su obra salvadora en favor de la humanidad, desea que la mediación maternal de su Madre ocupe un lugar destacado. No era necesario que fuese así, pero así Dios lo quiso.
Tal es la verdad de la mediación universal de María Santísima, enseñada por todos los santos y teólogos a lo largo de los siglos, como San Bernardo de Claraval, para quien María es el acueducto que, recibiendo la plenitud de las gracias de la fuente misma del corazón de Dios, las distribuye y las hace accesibles a todos los hombres.
¿Cómo, entonces, no sentirnos filial y profundamente devotos de esta Madre inefablemente buena, esta intercesora omnipotente que nos dio el mismo Jesús, a quien debemos acudir siempre en todas nuestras necesidades?
¿Cómo nos hemos comportado con esta disposición filial hacia Ella? ¿Está su nombre continuamente en nuestros labios para alabarla, agradecerle, invocarla cuando necesitamos la ayuda del Cielo?
III – MARÍA NOS CONDUCE SIEMPRE A SU HIJO
Algunos autores señalan con acierto que las únicas palabras que María dirige a los hombres, registradas en el Evangelio, se encuentran en el pasaje sobre las bodas de Caná: Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5). En otras palabras, dirigiéndose a nosotros, nos invita a mirar a Cristo, escucharlo y obedecerlo en todo lo que nos dice y nos ordena.
1. El eje de la verdadera devoción a María
Éste es, pues, el sentido de la mediación de María: guiar las almas a Cristo, conmover los corazones de los hombres para que adhieran a la voluntad de Cristo y hagan, en efecto todo lo que Él nos diga. Al mismo tiempo, se comprende cuál es el eje de la verdadera devoción a Nuestra Señora y la prueba de su autenticidad, ya que la auténtica devoción a María siempre conduce a Jesucristo. La función del amor maternal de María es generar constantemente «hermanos» de su Hijo, dispuestos a vivir hasta el final la verdad y la vida que Él les ofrece.
2. Nuestra alma sólo encontrará a Dios en María
Por lo tanto, la devoción a la Santísima Virgen María no sólo no aleja ni desvía a las almas de la unión con Jesucristo, sino que la facilita de una manera única y superior, haciéndola más accesible, más dulce y también más efectiva. Como afirma San Luis María Grignion de Montfort, nuestra alma sólo encontrará a Dios en María. Solo Dios habita en Ella y, lejos de retener un alma para sí, ella, por el contrario, la impulsa hacia Dios y la une a Él.
Y nuevamente San Bernardo nos asegura que, así como sólo por Jesucristo tenemos acceso al Padre Eterno, solo por María tenemos acceso a Jesucristo. Él nos oye, nos escucha y nos recibe por medio de María, porque por medio de María Él nos fue dado en Belén.
CONCLUSIÓN
«Haced lo que Él os diga». Esta breve frase, comenta San Juan Pablo II, contiene todo el programa de vida que María llevó a cabo con su Hijo y que aprendemos al contemplar este misterio. Es el programa de una vida que se asienta sobre el sólido fundamento llamado Jesús.
Hoy, la Santísima Virgen y humilde sierva del Señor, madre solícita en las bodas de Caná, nos muestra a su Hijo y nos invita: «Haced lo que Él os diga». Escuchar a Jesús, obedecerlo y cumplir sus mandamientos, confiar en Él, a través de las oraciones y súplicas de María, es el único programa de vida que nos lleva a la plenitud y a la felicidad. Ésta es la única fuente que da profundo sentido a nuestras vidas.
Dejémonos, pues, guiar por las manos misericordiosas de la Madre hasta su divino Hijo. Seamos devotos amorosos y fieles de Aquel que solo desea nuestro bien y quiere proveernos en abundancia, como en las bodas de Caná, del precioso vino de la gracia santificante de Dios.
Pidamos a la Virgen María su poderosa intercesión, rogándole con fervor:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…