Introducción:
Dando cumplimiento a la devoción del Primer Sábado, hoy meditaremos el 5º Misterio Gozoso: la pérdida y el Hallazgo del Niño Jesús en el templo, junto a los doctores de la Ley. Teniendo en vista el 16 de julio, Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, contemplaremos este Misterio considerando el papel de la Madre de Dios en nuestra vida, especialmente en su amparo y auxilio para encontrar siempre a Jesús en nuestro camino rumbo al Cielo.
Composición de lugar:
Hagamos nuestra composición de lugar imaginando la escena muy representada en la iconografía cristiana: en un amplio salón del Templo de Jerusalén, el Niño Jesús se encuentra rodeado por los doctores de la ley, con sus trajes vistosos, de rabinos de aquella época. Jesús, con la fisonomía iluminada por divino fulgor, discurre con desenvoltura sobre las escrituras sagradas, dejando admirados a los doctores que lo oían atentamente.
En determinado momento, Nuestra Señora y San José aparecen en la entrada del salón y contemplan, también admirados, a su Hijo enseñando a los sabios de Israel.
Oración preparatoria:
Oh, Santísima Virgen de Fátima, intercede ante vuestro Divino Hijo y alcanzadnos las gracias necesarias para contemplar bien este Misterio del Rosario. Haced que, al considerarlo, tengamos presente la importancia de ocuparnos de las cosas celestiales más que de las terrenas, la necesidad de procurar a Jesús siempre que tengamos la infelicidad de perderlo y la certeza plena de que siempre Vos nos ayudareis a encontrarlo en nuestro peregrinar hacia el Cielo. Así sea.
Evangelio de San Lucas, (2,46-49)
“Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. 48 Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». 49 Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».”
I – OCUPARSE CON LAS COSAS DE DIOS
San Lucas narra que María y José iban todos los años a Jerusalén para la solemnidad de la Pascua y que llevaban consigo al Niño Jesús. Era costumbre entre los israelitas en las peregrinaciones al Templo, –al menos al regreso– los hombres fuesen separados de las mujeres, mientras que los niños, a su antojo, acompañaban al padre o a la madre. El Redentor, que entonces tenía doce años, después de la solemnidad se quedó en Jerusalén. La Virgen Madre pensaba que estaba con José y este creía que estaba en compañía de María.
1. En el Templo, entre los doctores
Como observa San Alfonso María de Ligorio, el santo Niño empleó aquellos tres días en promover la gloria del Padre Eterno, con ayunos, vigilias y oraciones. En asistir a los sacrificios que eran otras prefiguras de su propio sacrificio de la Cruz. Para tener algún alimento, San Bernardo dice que le fue necesario pedir limosna, y para descansar no tenía otro lecho que la tierra dura.
Cuando María y José no lo encuentran en la caravana, se ponen a buscarlo con suma aflicción. Volviendo después a Jerusalén, la encuentran finalmente al tercer día, en el Templo, entre los doctores, que se admiraban con las preguntas y respuestas que aquel extraordinario niño.
2 – Ocupado con las del Padre
En esta tierra no hay pena que se pueda comparar a aquella que experimenta un alma deseosa de amar a Jesús, cuando por cualquier culpa suya, teme que Jesús se haya alejado. Este fue el dolor que experimentaron María y José en aquellos días, pues su humildad les hacía creer que se habían vuelto indignos de tener bajo su guardia tan gran tesoro. Por ello María, al encontrar a su Hijo, a fin de expresarle su dolor, dice: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”.
3 – Prioridad espiritual
Al contemplar este Misterio, podemos recoger algunos enseñamientos precisos, que nos deben a llevar a buenos propósitos. Según San Alfonso, uno de ellos es el deber de renunciar a todo aquello que nos separa del amor a Dios sobre todas las cosas, inclusive a las criaturas humanas que nos impiden promover la gloria de Dios.
Otra valiosa enseñanza es que Dios se deja encontrar por quien lo busca, y siempre nos concede las gracias necesarias para encontrarlo en nuestra vida espiritual, especialmente las gracias de conversión y de cambios de vida, cuando abrazamos las vías de la santidad.
Entonces, debo preguntarme: ¿estoy dispuesto a renunciar a las cosas terrenas que me apartan del amor y del servicio divino? ¿He procurado encontrar a Dios en mi vida, sobre todo cuando me aparta de Él cuando cedo a mis malas inclinaciones, a mis vicios y mis defectos?
II – EL DOLOR POR PERDER A JESÚS
Nuestra Señora y San José, muy afligidos, fueron a buscar a Jesús entre los peregrinos de la caravana en que estaban y lo hicieron durante tres días. Tres días de agudo sufrimiento, especialmente para la divina Madre, que no podría conformarse en haber perdido a su Jesús.
1 – Uno de los dolores más intensos
San Alfonso observa que el dolor de María por la pérdida de Jesús fue sin duda uno de los más intensos. Dolor que se vuelve más cruel por el hecho que María sufría sin la compañía de Jesús, como en otras ocasiones. Y, sobre todo, porque su humildad le hacía creer que, por alguna negligencia en su servicio, Jesús se había apartado. Es esta la razón por la cual los tres días se le hicieron excesivamente largos, hasta parecerles siglos, llenos de amargas lágrimas. En una palabra, por el amor que esta Madre tenía a su Hijo, padeció más en esta pérdida de Jesús que cualquier otro mártir en el tormento que lo privó de su vida
2 – Dolor que consuela las almas afligidas
Este dolor de María, para los santos autores, debe servir de consuelo a aquellas almas que están desoladas y no sienten alegría en la presencia de su Señor, como antes. Lloren, sí, pero lloren con paz, como lloró María la ausencia de su Hijo. Si el Señor se ausenta de los ojos del alma que le ama, no por eso se ausenta del corazón. Muchas veces se esconde para que esa alma le busque con mayor deseo y amor. Pero, quien quiera encontrar a Jesús, es preciso que lo busque, no entre las delicias y los placeres del mundo, sino entre las cruces y mortificaciones, como lo buscó la Virgen María: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”.
3 – Fuente de confianza, sobre todo para los pecadores
Aparte de esto, en este mundo, no debemos buscar otra cosa sino a Jesús.
Verdaderamente infelices y miserables son aquellas almas que perdieron a Dios.
Si María lloró la ausencia de Jesús, ¡cuánto más deberían llorar los pecadores que perdieron la gracia divina! Pero, la mayor desgracia para esas almas dice San Agustín, es que, si pierden un buey, no dejan de buscarlo; si pierden una oveja, no ahorran diligencia para encontrarla; si pierden un jumento, no tienen ya reposo; pero si pierden el sumo Bien que es Dios, comen, beben y quedan parados. Por eso, si tuviéramos la infelicidad de perder a Jesús por causa de un pecado, digamos llenos de confianza a Nuestra Señora:
“María, Madre mía amabilísima, si para mi desgracia yo también perdí a Jesús por mis pecados, os ruego por los méritos de vuestros dolores, haced que de prisa lo vaya a buscar y lo encuentre, para nunca más volver a perderlo y estar con Él en toda la eternidad”.
III – ENCONTRAR A JESÚS POR MEDIO DE MARÍA
Entre las enseñanzas que debemos recoger de este Misterio hay otra de suma importancia: siempre debemos buscar a Jesús y lo debemos hacer por medio de Nuestra Señora. Así tendremos la plena certeza que lo encontraremos.
1. El medio a través del cual llegamos a Jesús
Como afirma San Luis María Gringnion de Montfort, la Virgen Santa es el medio del cual Nuestro Señor Jesucristo se sirvió para venir hasta nosotros, y es también el medio del cual nos debemos servir para ir hasta Él. Pues María no es como las otras criaturas que, si a ellas nos prendiésemos, podrían apartarnos antes que acercarnos a Dios. Pero la más fuerte inclinación de María es unirnos a Jesucristo, su Hijo, y la más fuerte inclinación del Hijo es que se llegue hasta Él por su santa Madre. Así lo honramos y lo agradamos.
2. Nuestra Señora nunca desampara a sus devotos
Siendo Nuestra Señora el medio más seguro y la vía más recta e inmaculada para ir a Jesucristo y encontrarlo perfectamente, es por Ella que debemos encontrar las almas llamadas a trillar las vías de la santidad. Si tememos buscar directamente a Jesucristo, por causa de su grandeza infinita o por causa de nuestra bajeza, o incluso debido a nuestros pecados, imploremos el auxilio e intercesión de María, nuestra Madre. Ella es buena y tierna, es tan caritativa que no rechaza a nadie de los que piden su intercesión, por más pecador que sea. Pues, como dicen los santos, nunca se oyó decir, desde que el mundo es mundo, que alguien haya recurrido a la Virgen Santa con confianza y perseverancia y haya sido desamparado por Ella.
3. Camino más corto y perfecto para encontrar a Jesús
El camino más corto para encontrar a Jesucristo es recurrir a Nuestra Señora, ya sea porque no hay peligro de extraviarse, ya sea porque en él se anda con más alegría y facilidad, y, por lo tanto, con más prontitud. La Santísima Virgen es un camino perfecto para unirse a Jesús porque Ella es la más perfecta y la más santa de las puras criaturas, y Jesucristo, que vino perfectamente hacia nosotros, no escogió otro camino en su grande y admirable viaje.
Nuestra Señora es también el medio más seguro para ir a Jesús porque lo propio de la Virgen es de conduciros con seguridad a Jesús, como lo propio de Jesús es el de conducirnos con seguridad al Padre Eterno.
Todo esto es la enseñanza del gran San Luis María Grignion de Montfor, que además nos recomienda: estemos persuadidos de que cuanto más presente tengamos a María en nuestras oraciones, contemplaciones, acciones y sufrimientos, más perfectamente encontraremos a Jesucristo, que siempre está con María, grande, poderoso y operante, más que en el Cielo o que en cualquier otra criatura del universo.
Entremos, pues, en este celestial camino que es María Santísima y caminemos por él día y noche, hasta alcanzar la plena unión con Jesús en el Cielo.
CONCLUSIÓN
Al terminar esta meditación, volvemos nuestros corazones para Nuestra Señora del Carmen –que entregó personalmente a San Simón Stock el escapulario de la orden carmelita, con la promesa de salvación eterna para todos los que los usaren devotamente – y elevemos a Ella nuestras súplicas para que interceda por nosotros junto a su Divino Hijo.
Alcanzadnos, oh Madre, la gracia de nunca perder a Jesús en nuestro camino de santificación y, caso tengamos la infelicidad de apartarnos de Él, que seamos humildes y apresados en procurarlo nuevamente, por vuestro intermedio, nuestro medio más seguro, rápido y perfecto para siempre encontrarlo. Así sea.
Dios te salve, Reina y Madre…
Referencias bibliográficas
Basado en:
Santo Afonso Maria de Ligório, Meditações para todos os dias e festas do ano, Friburgo, Herder & Cia, 1921.
São Luís Maria Grignion de Montfort, Tratado da Verdadeira Devoção à Santíssima Virgem, Vozes, Petrópolis, 2012.
Mons. João Clá Dias, O inédito sobre os Evangelhos, vol. V, Roma-São Paulo: Libreria Editrice Vaticana, Instituto Lumen Sapientiae, 2012.