Meditación Primer Sábado del mes de Noviembre 2025. Segundo misterio glorioso-LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS

Publicado el 11/01/2025

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La Ascensión del Señor-Catedral de Saint-Pierre, Condom (Francia)

Coloquemos nuestros corazones en las cosas del Cielo 

Introducción

Celebremos nuestra devoción del Primer Sábado, meditando hoy en el segundo misterio glorioso: la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo. Al término de sus cuarenta días en este mundo tras su gloriosa resurrección, el Divino Maestro ascendió al cielo para sentarse en su trono de majestad a la diestra del Padre. Rey de todo lo visible e invisible, cuyo reino no tendrá fin, Jesús regresará a la tierra para juzgar a los vivos y a los muertos.

Composición de lugar

Para nuestra composición de lugar, imaginaremos una hermosa montaña que se alza entre campos y llanuras que se extienden a lo lejos, cubierta de lirios y trigales. En la cima de la montaña, vemos a Nuestro Señor, resplandeciente de luz y gloria, rodeado de sus apóstoles y discípulos, con la Santísima Virgen María a su lado. Tras dirigirles unas breves palabras, Jesús comienza a ascender al cielo hacia las nubes, hasta desaparecer entre ellas, ante la mirada admirada de todos.

Oración preparatoria

Oh, gloriosa Señora de Fátima, Reina del cielo y de la tierra, que intercedes por nosotros ante el trono de Cristo Rey, concédenos las gracias necesarias para meditar bien este glorioso misterio del rosario. Que, al final de este piadoso ejercicio, nos decidamos a practicar la virtud y la bondad en el camino de la santidad al que estamos llamados, para que un día podamos gozar de la gloria eterna que nos promete la ascensión del Señor. Amén.

Evangelio de San Marcos (16, 19)

«Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios».

I – CRISTO REY SENTADO A LA DIESTRA DEL PADRE

Cuarenta días después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo por su propio poder. Éste era el poder que poseía como Dios, así como el poder de su alma glorificada sobre su cuerpo resucitado. Al entrar en la dicha eterna, asumió su trono como Rey y Señor del universo entero.

1- GLORIA Y HONOR DE LA DIVINIDAD

Como afirman San Marcos y el apóstol San Pablo, Jesús se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. «Estar sentado» significa que alcanzó el descanso que merecía como Redentor victorioso. Además, según San Juan Damasceno, se refiere a la «gloria y honor de la divinidad», es decir, que Cristo reina junto con el Padre y tiene el poder de juzgar a los vivos y a los muertos. Saber que Jesús está con Dios debería aumentar enormemente nuestra confianza en Él, pues Él está ahí para interceder por nosotros y obtenernos todas las gracias que necesitamos. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta», debemos decir con San Pablo, y podemos estar seguros de que este Rey y Juez misericordioso no nos fallará con su protección y apoyo siempre que recurramos a Él.

2. OJOS FIJOS EN EL SEÑOR

Por tanto, entre otras cosas, la ascensión de Cristo nos impulsa a buscar los bienes imperecederos del espíritu, el amor de Dios por encima de todo, el mayor bien para nuestra alma, los tesoros de la santidad invisibles a los ojos del cuerpo. La ascensión del Señor también debería llenarnos de la inquebrantable esperanza de que algún día alcanzaremos el cielo, pues Él mismo nos aseguró, antes de ascender a la eternidad: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy Yo estéis también vosotros» (Jn 14, 2-3). Nuestra patria definitiva es el cielo. Por lo tanto, así como los apóstoles miraban al cielo en el momento de la ascensión, mantengamos también nosotros la mirada fija en el Señor, hasta que estemos con Él en la gloria eterna.

II – BUSCAR PRIMERO LAS COSAS DE ARRIBA

Ésta es una verdad que la Iglesia no se cansa de enseñar: todos estamos llamados a la santidad y debemos vivir con nuestros mayores anhelos puestos en el cielo, porque las cosas de este mundo pasan, y luego seremos acogidos en la paz y la dicha suprema, donde brillaremos con la luz del Señor.

1. Poner nuestro corazón en los bienes celestiales

En este misterio de la ascensión, contemplamos a Jesús ascendiendo al cielo: que nuestros corazones también asciendan con Él. Esto es lo que San Pablo nos aconseja encarecidamente cuando afirma que, si hemos resucitado con Cristo, debemos buscar las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Debemos poner nuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque, así como Jesús ascendió sin separarse de nosotros, también nosotros estamos con Él, aunque la glorificación que se nos prometió aún no se haya verificado en nuestros cuerpos.

2. Vivir en este mundo en función del cielo

San Agustín refuerza esta idea de vivir en este mundo en función del cielo, señalando que Cristo fue elevado a las más altas cumbres de la gloria eterna, pero permanece con cada uno de nosotros en este mundo, por su infinito amor. Lo hace especialmente mediante su presencia real en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Sagrada Eucaristía, cuya visita podemos recibir con asiduidad al comulgar en la misa. ¿Por qué entonces —pregunta el santo— no trabajamos también aquí en la tierra para mantener continuamente nuestros corazones vueltos hacia Él, que está en el cielo?

III – GRAN BENEFICIO ESPIRITUAL

Así como la resurrección del señor fue motivo de alegría para nosotros en la solemnidad de Pascua, también su ascensión al cielo es fuente de felicidad, representando el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los coros angélicos, para compartir el trono de Dios Padre. La ascensión de Jesús es una fuente de gran beneficio espiritual para todos nosotros, especialmente en lo que respecta al crecimiento y fortalecimiento de nuestra fe.

1. Los temores se convierten en alegría

En efecto, la fe cristiana, acrecentada por la ascensión y fortalecida por el don del Espíritu Santo que el Señor envió posteriormente a los discípulos, transformó a hombres, mujeres y niños en mártires y héroes de la santidad. Esta fe no fue quebrantada por la prisión ni la persecución, ni por tantos y crueles tormentos. Esta fe expulsa demonios, cura enfermedades y resucita a los muertos. Los mismos apóstoles, acobardados por las atrocidades de la pasión de Cristo, experimentaron un progreso espiritual tan grande en la ascensión del Señor que todo lo que antes les había causado temor se convirtió en motivo de alegría. Comprendieron con plena claridad que Jesús no había abandonado al Padre al descender a la tierra, ni había abandonado a sus discípulos al ascender al cielo.

2. María, modelo de fe y de piedad cristiana

La Santísima Virgen María, modelo perfecto de fe inquebrantable, que jamás vaciló un instante en su certeza del triunfo de su divino Hijo sobre la muerte y el pecado, también creció y se fortaleció en su fe después de la ascensión. Estuvo junto al Divino Maestro en el momento en que ascendió a la gloria eterna; lo contempló con los ojos de una madre amorosa y devota, adorándolo cada vez más a medida que iba subiendo. Y mientras Jesús desaparecía ante la multitud de discípulos reunidos en Galilea, Ella se convierte en el pilar que sostendría a la Iglesia naciente en este mundo.

Podemos creer que la Santísima Virgen intercedió ante Dios para inspirar a los apóstoles a permanecer en oración en el cenáculo antes de la venida del Espíritu Santo. Y cuando llegó Pentecostés, estaba allí reunida con los Doce, en profundo recogimiento. Después de ese día, la Escritura ya no la menciona, y probablemente pasó el resto de sus años en intensa oración, constituyendo el ejemplo insuperable de todas las virtudes cristianas que estamos llamados a imitar.

CONCLUSIÓN

Invocando, pues, la intercesión de María Santísima, elevemos la mirada al cielo y consolémonos con la esperanza del paraíso, donde Cristo Rey nos ha preparado una morada eterna. Todo es demasiado poco para merecer el reino de los cielos, dice San Alfonso. Por tanto, busquemos vivir en este mundo con el corazón puesto en los bienes eternos, en los tesoros imperecederos de la bienaventuranza eterna.

Guiados por la luz maternal del Lucero de la mañana, seguiremos el camino recto que nos conduce a la gloria de Dios.

Que la meditación de este misterio de la ascensión del Señor nos lleve a crecer en nuestro amor a Él, en nuestra fe y en nuestra piedad cristiana, convirtiéndonos cada día en practicantes más devotos de la virtud y la bondad.

Recurramos a la gloriosa Señora de Fátima, Reina y Madre de misericordia, y roguémosle que nos ayude a corresponder siempre a las gracias que su divino Hijo nos concede, para que Jesús se convierta verdaderamente en nuestro camino, verdad y vida, hasta que nos unamos a Él en el cielo. Así sea.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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