Meditacion Primer Sábado Enero 2022. La Coronación de la Santísima Virgen

Publicado el 12/31/2021

Madre y Reina al servicio de sus súbditos e hijos

Introducción:

Iniciamos la práctica de la devoción del Primer Sábado de 2022, meditando en el 5º Misterio Glorioso: La Coronación de la Santísima Virgen como Reina de Cielos y Tierra, teniendo en vista de modo especial la solemnidad de María, Madre de Dios. Llevada a la gloria de la eterna bienaventuranza en cuerpo y alma, la Virgen Bendita fue solemnemente coronada por la Santísima Trinidad como Soberana de todo el Universo, ocupando para siempre su lugar al lado del trono de Cristo Rey, su Hijo. Y de las alturas en que habita, María se vuelve enteramente para cuidar de sus súbditos e hijos que caminan en este mundo rumbo al Cielo.

Composición de lugar:

Imaginemos el grandioso escenario de una fiesta en el Cielo, como tal vez hayamos visto en grabados y pinturas: una multitud de ángeles y santos circundando los tronos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y el trono donde está sentada María Santísima. Ella se inclina delante de la Santísima Trinidad, que coloca sobre su cabeza una corona resplandeciente de luz, mientras el Cielo entero entona un himno de alabanza y de gloria a nuestra Reina.

Oración preparatoria:

Oh Madre de Dios y Reina gloriosa de Fátima, alcanzadnos de la Santísima Trinidad – que os exaltó por encima de todas las criaturas como soberana del universo – las gracias necesarias para meditar bien este misterio de vuestra celestial Coronación. Concedednos las luces y las disposiciones para coger de este piadoso ejercicio los mejores frutos para nuestra perseverancia en la fe, nuestro crecimiento en el amor a Dios y en la devoción a Vos, con vistas a nuestra santificación. Así sea.

Apocalipsis (12, 1) “Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”

I –Gloria suprema en el Cielo

La Santa Iglesia honra a la Santísima Virgen con el título glorioso de Reina, por haber sido elevada a la dignidad de Madre de Dios. Si el Hijo es Rey, justamente la Madre debe considerarse y llamarse Reina.

1- Gloria suprema

¿Quién sería capaz de expresar en palabras con cuánta honra y con cuánta alegría María fue recibida por la Santísima Trinidad? Porque, cuanto mayor gracia Ella alcanzó en la Tierra sobre todas las demás criaturas, otro tanto más obtiene también de gloria en el Cielo.

2- La Maternidad Divina

Según la Tradición y la Sagrada Liturgia, el principal argumento en que se funda la dignidad regia de María es la Maternidad Divina. Desde el momento en que María aceptó ser Madre del Verbo Eterno, afirma San Bernardino de Siena, mereció hacerse Reina del mundo y de todas las criaturas. Si la carne de María no fue diferente de la de Jesús, tampoco de la realeza del Hijo se puede separar a la Madre. De donde, si Jesús es Rey del Universo, del universo es igualmente María Reina, y le están sometidos los ángeles, los hombres y todas las cosas del Cielo y de la tierra.

3- La Corredención del género humano

Además, el Papa Pío XII agrega que Nuestra Señora debe proclamarse Reina también por la parte singular que tuvo en la obra de la salvación de los hombres. De hecho, al ser realizada nuestra redención, María Santísima fue íntimamente asociada a Cristo, y por eso justamente se canta en la Sagrada Liturgia: “Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Por lo tanto, así como Jesucristo, el nuevo Adán, se debe llamar Rey no solo porque es Hijo de Dios sino también porque es nuestro Redentor, así se puede afirmar también que la Bienaventurada Virgen María es Reina no solo porque es Madre de Dios, sino también porque, como nueva Eva, fue asociada al nuevo Adán.

II – Realeza que desciende hasta nosotros

La grandeza de Nuestra Señora es tan inmensa que llena todos los espacios, por enormes que sean, que van desde Ella hasta el último de los hombres. Aunque haya sido entronizada en lo alto del Cielo, Ella nos es más accesible, está más dispuesta a atendernos y a perdonarnos. Podemos y debemos tener una confianza total en su amor incansable para con todos los desterrados hijos de Eva.

1- Toda hecha para ayudarnos

María, desde su altísimo trono, nos dirige maternales miradas y nos dice: “Yo habito en las alturas para enriquecer a los que me aman y poder cumularlos de tesoros”. Por esa razón, desde su Asunción al Cielo comenzó el constante e ininterrupto recurso de los cristianos a María. Y, como afirma San Bernardo, nunca se oyó decir que alguien haya recurrido con confianza a Ella, que es Madre piadosa, y no haya sido atendido. Esta es la razón por la cual todo siglo, año, día y momento está marcado en la Historia por algún favor conocido a quien le invocó con fe.

Como afirma San Alfonso María de Ligorio, no debemos intimidarnos delante de la majestad de esta Reina, porque cuanto más excelsa y más santa es, tanto más dulce y más piadosa es para nosotros.

Y yo, ¿con qué confianza me he acercado a mi Reina y Madre? En mis dificultades, ¿siempre he recurrido a Ella con la certeza de que seré atendido?

2- Dios colocó en las manos de María el cetro de la misericordia

Dios, que tanto exaltó a María en el Cielo, quiso que su glorificación también tuviese esplendor en la Tierra y colocó el cetro de la misericordia en sus manos, la diadema de la bondad sobre su frente y la ley de la clemencia en sus labios. Y a partir de entonces, todos los favores y todas las misericordias llegan a los hombres por su intermedio.

Nuestra Señora, según un piadoso comentarista, nunca pronunció sentencia alguna de condenación, ni aun contra los más grandes criminales. Jamás dejó caer una sola mirada de indiferencia sobre el menor de sus devotos. Su manto real es un asilo seguro para el más pobre de los pecadores. Sus palabras son siempre de olvido y de perdón. Tan fuerte es el deseo que tiene la Santísima Virgen de sernos útil que, si la justicia divina se declarase contra nosotros, la clemencia de María se ofrecería para defendernos.

Por eso los santos nos animan a que coloquemos toda la confianza y toda la fe en María, sin olvidarnos nunca de que Ella subió al Cielo para ayudarnos y atendernos mejor, como Reina y, ante todo, como Madre.

3- Bondad sin complicidad con el error

Sin embargo, debemos comprender que la clemencia y la bondad incansables de Nuestra Señora nada tienen de complicidad con el pecado y con el error. La ternura de María no consiste en una condescendencia para con quien practicó el mal, y sí en una maternal e invariable disposición de conceder al pecador las gracias necesarias para que él abandone el error y el pecado. Es este el sentido en que debemos comprender la clemencia de Nuestra Señora, que, en cuanto tal, es única, suprema e indecible.

III – Invitación a la devoción mariana

Según el Papa Pío XII, la coronación de Nuestra Señora como Reina del Universo es una realidad que va más allá de lo terreno, pero al mismo tiempo penetra hasta lo más íntimo de los corazones y los toca en su esencia profunda, en lo que ellos tienen de espiritual e inmortal. Entonces, ¿qué de mejor pueden hacer los cristianos, sino volverse hacia Aquella que se nos presenta revestida de su realeza maternal y misericordiosa?

Acudamos siempre a la Reina

Por lo tanto, afirma Pio XII, todos debemos, y siempre con mayor confianza, aproximarnos al trono de esta bondadosa Madre y Soberana, llena de misericordia y de gracia, para pedir socorro en la adversidad, luz en las tinieblas, consuelo en el dolor y en el llanto. Y, lo que es igualmente importante, esforzarnos por practicar la virtud y evitar el pecado, rindiendo a esta gloriosa Reina el homenaje duradero de nuestra devoción filial.

Frecuentemos asiduamente sus iglesias, veneremos sus imágenes, celebremos sus fiestas, llevemos siempre con nosotros el Rosario y recémoslo todos los días, para cantar las glorias de María. Honremos lo más posible su Nombre, más dulce que el néctar y más valioso que toda piedra preciosa.

2- Imitemos las virtudes de nuestra Reina

Continúa el Papa Pío XII, quien nos hace una elocuente invitación: “Empéñense todos en imitar, con vigilante y diligente cuidado, en sus propias costumbres y en su propia alma, las grandes virtudes de la Reina del Cielo y nuestra Madre amantísima. Consecuencia de ello será que los cristianos, al venerar e imitar a tan gran Reina y Madre, se sientan finalmente hermanos, y, huyendo de los odios y de los desenfrenados deseos de riquezas, promuevan el amor social, respeten los derechos de los pobres y amen la paz. Que nadie, por lo tanto, se juzgue hijo de María, digno de ser acogido bajo su poderosísima tutela si no se mostrare, siguiendo su ejemplo, dulce, casto y justo, contribuyendo con amor a la verdadera fraternidad, no dañando ni perjudicando, sino ayudando y consolando”.

¿Cómo está mi devoción a María Santísima? ¿La amo de todo corazón, como a mi Madre y Reina? ¿La tengo como poderosa intercesora, colocada por Dios en nuestra vida para alcanzarnos sus gracias y sus perdones.

Conclusión

No hay peligro de que nuestra Reina María se niegue a ayudar a sus hijos, nos asegura San Alfonso María de Ligorio. Dios la elevó como soberana del mundo, no para su bien propio, sino para que pudiese compadecerse aún más de los miserables y socorrer a todos los hombres que a Ella recurren.

Por eso, si queremos salvarnos, refugiémonos siempre a los pies de nuestra dulcísima Reina. Y si las dificultades de la vida, nuestras imperfecciones y carencias nos asustan y desaniman, recordemos que María fue hecha Reina de clemencia y de bondad para socorrernos con su protección. Por más débiles y miserables que seamos, Nuestra Señora nos ayudará y nos tratará como joyas de su celestial Corona, pues la mayor honra de su realeza es tener compasión de nosotros y amarnos como a hijos muy queridos.

Por eso, con redoblada confianza, supliquémosle: Dios te salve, Reina y Madre…

 

Referencias bibliográficas

Basado en:

San Alfonso María de Ligorio, Meditações para todos os dias e festas do ano. Friburgo, Herder & Cia., 1921.

Monseñor João S. Clá Dias, O Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. Associação Católica Nossa Senhora de Fátima, São Paulo, 2010.

Papa Pío XII, Carta Encíclica “A la Reina del Cielo”, octubre de 1954.

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->