Mons. João Scognamiglio Clá Dias. II – Una bella caminata

Publicado el 03/12/2025

Plinio Corrêa de Oliveira

Llamado a realizar una serie de proezas en pro de los más
altos ideales, el Sr. João Clá brilló, desde el primer instante
en el Grupo, por su entusiasmo y, a través de su fidelidad,
contribuyó a modelar el guerrero contrarrevolucionario
por excelencia, perfecto esclavo de Nuestra Señora.

Cuando João comenzó su vida   en el Grupo, se dio la realización áurea de un sueño que   para él parecía irrealizable. 

Aunque con todas las diferencias   inherentes a la edad y a la generación, hay mucha analogía entre lo que   pasó con él y conmigo en los períodos iniciales de nuestras vidas, y en el encuentro radiante con un Movimiento en el cual nuestros ideales se sentían interpretados y se expandían.  

Plinio y Juan

Una larga y bella caminata

Al contemplar a João aún jovencito, yo veía que chispeaban dentro de él llamas de toda clase, a todo momento, de todo orden, y me preguntaba: “¿Para qué género de proezas ese jovencito fue llamado?” Y como  más o menos por aquellos días los comunistas habían amarrado una bandera roja en la torre de la Catedral de  Notre-Dame, yo me lo imaginaba escalando la torre –por el lado de afuera– entre un rey y un profeta, entre  un profeta y un ángel, hasta poner los  pies sobre la cabeza de uno de aquellos demonios de piedra que miran  hacia la capital y, desde allá, en un  lance heroico, coger la bandera maldita, lanzarla en el piso, sacar del bolso un estandarte de la TFP1  y hacerlo flamear en lo alto de Notre-Dame.

Sede de la Rua Aureliano Coutinho. A la derecha, cuarto del Sr. João Clá

Yo pensaba en otra serie de proezas y decía: “Así él llegará al culmen de sí mismo. Esto es él en sus expresiones juveniles: en las expresiones maduras, ¿Dónde llegará? ¿Qué no puedo esperar de este que Nuestra Señora colocó tan íntima y próximamente al alcance de mi mano?”

Con João llegó la larga y bella caminata que condujo el Grupo a tantos triunfos. ¡Él hizo muchas y magníficas proezas, que un día contaré!

El Sr. João Clá, aproximadamente en 1965

En la Sede de la Rua Aureliano

El Grupo fue como un árbol que produjo frutos y hojas en todas las estaciones del año. Cuando entraron grupos más jóvenes, sentimos, con alegría, la necesidad de conseguir una Sede para ellos, y se alquiló un inmueble en la Rua Aureliano Coutinho. Pasó a ser llamado el grupo de la Aureliano, que floreció mucho, y en el cual, desde los primeros días, brillaba uno de los más entusiastas: el Sr. João Clá.

Me acuerdo de él en el auditorio de la Santa Sabiduría, en la Rua Pará. Cuando se acercaba la medianoche, se abría enteramente la puerta –no digo de par en par, porque tenía solo una hoja, grande y de estilo colonial, que daba hacia un jardín muy fino, con bonitos árboles–, y era el estallido de los jóvenes que entraban. Ellos llenaban las dos salas: la de reuniones y la denominada de los Reyes Magos; desconfío que a veces llegaban hasta el hall. Bien adelante, vibrando con la vitalidad que todos conocen y con la fidelidad que todos nosotros admiramos, estaba mi querido João Clá, entre otros.  Y comenzaban a oír el Santo del Día3 que se daba en aquella ocasión 

Fidelidad e integridad de vida

Nemo summo fit repenter; se trata de un principio moral que se traduce así: nada de supremo, de extremo, de muy arrojado, se hará en la hora “H” si antes no hubiéremos correspondido a la gracia. ¡Nosotros preparamos el día de mañana en el “ahora” del día entero! Una prueba de esto, al pie de la letra y de coger con las manos, es mi João Clá.  Yo me lo imagino jovencito, andando de un lado a otro, subiendo, bajando, moviéndose. Un poco que él no correspondiese a la gracia, podría haber tomado otro camino, y yo no tendría quién me hiciese lo que él está haciendo.

Probablemente muchos de los llamados a seguirme estaban naciendo para la gracia y siendo preparados por João en la hora en que él, por ejemplo, pasó frente a un bar y giró el rostro porque no podía mirar hacia adentro; en el momento en que se negó a ver una revista inmoral; en una ocasión en que decidió rezar el Rosario a pesar de estar cansado.

Y no niego que sea una regla de tres: en la hora en que yo luchaba, estaba preparando a João y una serie de hechos “jõaoniformes”, ¡porque realmente yo ayudé mucho a formar a João!

Nosotros hacemos de João una especie de taumaturgo. Él tiene algo de eso, pero su fidelidad y su indiferencia completa a los modelos de la “Bagarre azul” –que ni siquiera existen para él– son ocasión de torrentes de bendiciones. ¡Es incalculable!  Porque en João no noto ni una pizca de mundanismo. Veo, por el contrario, el espíritu formado en el sentido opuesto.

Él me narró episodios del período de su vida en el servicio militar. ¡Allá encaró la situación con firmeza! Y salió ultra respetado, ultra prestigiado. Generalmente se tiene la idea contraria, de que resistiendo y enfrentando se queda completamente aplastado, y entonces se cede. Eso no es privativo de los coroneles ni de los oficiales: un individuo puede ser soldado raso, pero conservarse firme y salir con mucha respetabilidad.

João me contó también otros hechos de su vida, recordó su primera conversación espiritual conmigo, cómo decidió no entrar a la Facultad de Medicina –era lo que la familia quería–, sino inscribirse en la de Derecho…

Mi João estudió en la Facultad de Derecho hasta el quinto año. Es necesario decir que me acuerdo nítidamente de haber sido uno de los períodos más brillantes de la TFP en la Facultad de Derecho. Eran diecinueve miembros del Grupo en un mismo conjunto de trescientos, y hacía parte de él João Clá. ¡Podemos tener una idea de quién era el motor!

Sagrada Esclavitud, un fenómeno místico

En el año de 1967, muchos en el Grupo recibieron grandes gracias de devoción, de fervor, que quedaron conocidas como “la gracia del 67”.

¿En qué consistía? ¿Hubo una diferencia específica entre el “flash” primero de la vocación y el “flash” tenido en el año de 1967, con la Sagrada Esclavitud?

Estoy convencido de que la Sagrada Esclavitud nació de fenómenos de carácter místico en lo íntimo de cada uno, a la manera de un verbo comunicado por la gracia a la persona, que retomaba y acentuaba las esperanzas primeras del “thau”. No  

El Sr. João Clá a mediados de 1958, cuando servía en el Ejército

era dado a entender en palabras, sino con base en un conocimiento acompañado de un sentir, ambos interiores, que consistía en la fuerte convicción de que éramos auténticamente llamados a una tarea cuya realización se daría a través de muchas batallas. Venía una intensa sensación del esplendor –no humano– de lo que estaba por ser emprendido, acompañada de una seguridad:  aquello no se desviaría y la institución continuaría en el rumbo iniciado. Eso introducía en el alma un bienestar parecido con lo que la salud produce en el cuerpo, una disposición firme, un propósito resoluto, una seguridad sin duda ni trepidación.

La Sagrada Esclavitud era hecha fundamentalmente a Nuestra Señora. Yo había leí- do el Tratado de la Verdadera Devoción varias veces, lo conocía, pero percibí en aquella ocasión que los más jóvenes querían algo de nuevo, de bueno, en lo cual evidentemente estaba la gracia, que sería llevar la esclavitud a Nuestra Señora, según el método de San Luis Grignion de Montfort, a consecuencias concretas.

En los términos en que ella fue expuesta, la Sagrada Esclavitud redundaba en una obediencia a quien Nuestra Señora, por la voz de los hechos, designaba para dirigir la Contra-Revolución, y envolvía una donación completa de sí mismo a esta. De manera que en la Contra-Revolución –representada por el Fundador y este representando, a su vez, a Nuestra Señora, la Reina Celestial al servicio de la cual se hace la Contra-Revolución–, el esclavo debería ser aquel que renuncia completamente a todo lo que tiene o quiere, hasta los bienes interiores o exteriores, como dice la fórmula de consagración.

El Dr. Plinio y el Sr. João Clá en 1965

El día de la ceremonia

¡Cómo me acuerdo del día de la ceremonia de la Sagrada Esclavitud!  ¡Fue algo estupendo!

La marcaron para el período de la mañana, en nuestra antigua Sede de la Rua Pará, en la Sala del Reino de María. Me acuerdo perfectamente de mí mismo, muy satisfecho, preparándome para ir hasta allá. Antes de salir, yo estaba solo en mi cuarto en el Primeiro Andar, caminando de un lado a otro, con el fin de preparar las cosas, y hacía esta reflexión: “No comprendo cómo me está pasando eso, porque me causa tanta alegría, que ni siquiera parece un episodio de mi vida, sino de la de otro.  

Hechos que dan alegría no me ocurren, y ese me causa una satisfacción enorme.”

Fui lleno de regocijo, y transcurrió todo un día de júbilo para mí. Si fuéramos a sacar todas las consecuencias de las gracias que ellos recibieron y se manifestaron allí, ¿hasta dónde iríamos?

“La gracia del 67” actuó con intensidades y modos muy diferentes, conforme el estado con que ella cogía el alma. No podemos, por lo tanto, medirla por las acciones más modestas que ella condescendió tener en este o en aquel. Debemos ver su auge, lo que ella dio en las actuaciones más llameantes, en las manifestaciones más ardientes. Fue una gracia arrebatadora. Juan afirmó haber entrado como en éxtasis con ella.  Ahora bien, éxtasis y arrobamiento son términos que se equivalen.

Esclavos y caballeros  rumbo a la inauguración  del Reino de María

¿Qué esperaba yo en 1967?  En mi alma estaba el ideal de formar muchos santos carolingios y, bajo varios aspectos, ignacianos, que impresionarían el mundo.

 

El Sr. João Clá izando el estandarte en el claustro del Éremo de São Bento

por su dedicación y por su carácter fundamentalmente cató- lico, como nadie más lo era.

Yo deseaba que el miembro del Grupo fuese el arquetipo del hombre de la era del Reino de María, el modelo del esclavo, del devoto y del caballero de Nuestra Señora. ¡Entre caballero y esclavo de Ella hay una correlación, por la cual el esclavo perfecto es un arquicaballero! No se comprende de otra manera. Y ese modelo bien inculcado perduraría hasta el fin.

Desde los primerísimos tiempos de mi infancia, yo quedé embriagado con Carlomagno y eso contribuyó mucho a la idea de la Orden de Caballería.

El Dr. Plinio en la entrada de la Sede del Reino de María, a mediados de la década de 1960

Yo tenía como seguro que Carlomagno era el fundador de la Caballería.  Su ideal, aquel tipo perfecto que él representó, dieron a innumerables otros hombres el deseo de imitarlo. Y al intentar ser como él, el tipo del caballero se destiló. Es decir, la aspiración de la Caballería nació de la aspiración de ser como Carlomagno. Y yo me preguntaba si él, como fundador, era portador de una gracia que de él se irradió y, con el tiempo, dio en el ideal de la Caballería; una gracia de la cual, en último análisis, todos los caballeros posteriores no fueron sino depositarios, más o menos como los miembros de una Orden Religiosa lo son de la gracia irradiada del fundador.

¿No tendría Carlomagno una acción misteriosa y sui generis a través de la Historia, por la cual él de algún modo terminó reviviendo, por esa especie de descendencia espiritual, por un prolongamiento en los otros de las gracias obtenidas por él, algo a la manera de la gracia de Elías que vivió en Eliseo y después en los carmelitas? En ese sentido, algún toque de la gracia me llevaba a tener la convicción de que Carlomagno representa el futuro; no es un camino estancado, una gloria

del pasado que quedó parada, sino una luz bajada del Cielo indicando un camino que debe continuar.

A mi modo de ver, Carlomagno fue, al mismo tiempo, un profeta y un patriarca de la vieja Europa. Toda la historia europea de los bárbaros

Sala del Reino de María, donde, el 18 de mayo de 1967, se realizó la primera ceremonia de la Sagrada Esclavitud

El Dr. Plinio el 13 de mayo de 1967

convertidos no es sino una preparación para el advenimiento de Carlomagno; y después, toda su obra es una continuidad de él hasta que llegó la Revolución o, más específicamente, la Revolución Francesa.

Además, él es el emperador mariano, sobre cuya historia santamente terrible está la iluminación de la sonrisa de María. Ser devoto de la Santísima Virgen es ser devoto de la dulzura de las dulzuras, ¡es evidente! Entonces él es dulce, ¡pero qué gigante dulce! ¡Era el luchador que esparcía el terror y la dulzura! En su imperio, ese hombre fuerte como un sol, sin embargo, difundía el brillo de Nuestra Señora, de la cual dice la Escritura que es pulchra ut luna – “bella como la luna” (Ct 6, 10).

Hay, todavía, un desdoblamiento del espíritu de Caballería: el caballero heredero de este espíritu, transpuesto para otros campos de batalla, como fue San Ignacio de Loyola. Me da la impresión de que, cuando él fundó la Compañía, no osó llamarla “Caballería” porque ese ideal ya estaba envilecido, pero todo lo que la Compañía realizó en su época áurea fue hecho con espíritu de Caballería. ¡Aquella voluntad inquebrantable! Era tomar las actividades de la inteligencia, del espíritu, y vivirlas a lo caballero.

En mi espíritu, la santidad debería tener también una abertura de alma, una comprensión de todo cuanto dijese respecto al combate contra los ideales de la Revolución Francesa y de las tres Revoluciones in genere. Lo que los jesuitas fueron con relación al Protestantismo, nosotros seríamos con relación a las tres Revoluciones en su todo.

Añado que la propia visión del Grupo nutre su celo y su fervor en la medida en que él sea considerado a través de la Caballería y viva como una Orden de Caballería, lo cual comprende no solo enfrentar una polémica. La Caballería es principalmente un asunto de campo de batalla, este es el que da la analogía primaria de ella, y se debe tomar un cuidado extremo de no olvidarlo. Pero hacer de ella únicamente eso es no comprenderla, porque la Caballería debe estar presente en todo. ¡Se trata de un estado de espíritu, de una gracia, de un modo de hacer las cosas, ante todo, guerrero! Y guerrero por el alto ideal de la Contra-Revolución, el cual es, en último análisis, la quintaesencia del ideal católico.

¡Creo que, o el Reino de María es fundado por una “neocaballería” propia a inaugurar una nueva época de Caballería, o no hay Reino de María! Y todo se encaminaba en 1967 hacia eso.

Con todo, yo no podía imaginar que la Sagrada Esclavitud, directa o indirectamente, desembocaría en un desastre.

Surgen dos temores

En determinado momento, aquel verbo interior que había hablado en las almas, sin dejar de ser firme, pasó a no ser bien oído, y todo cuanto él contenía comenzó a ser objeto de tentaciones y de temores.

El primer temor que vino de parte de algunos fue: “¿Qué va a suceder si yo me meto en esa sumisión y hubiere un exceso de autoridad o una destrucción de mi personalidad; si hubiere algo por lo cual yo quede medio apocado y sea tomado por el lado envilecedor del estado de siervo? Eso puede verificarse conmigo, porque yo no tengo certeza de que el hombre en cuyas manos me pongo, tenga propensión para tal, pero puede sucederle a cualquier hombre. Y, siendo así, estoy entrando en una vía que puede dar en un desvío tremendo.”

Era una preocupación de carácter individual, aparentemente muy justa, que no se le había ocurrido en la fase inicial a nadie. La certeza primeva que nos era comunicada excluía esa idea, ni se nos pasaba por la cabeza. A partir del momento en que ella se presentó y fue considerada, se volvió objeto  de duda. Fue la primera vacilación.

Segundo punto: hubo una especie de saturación de los panoramas magníficos que la gracia ponía delante de ellos.  Y le siguió la idea: “Esto, con esta magnificencia, no se realiza; esas cosas no son probables. Lo probable es el día a día, el pan-pan, vino-vino… No deseo ser elevado tan alto.”

El Dr. Plinio en la década de 1970

Para usar una imagen utilizada por Santa Teresita del Niño Jesús en otra perspectiva, era más o menos como un cordero agarrado por un águila. Él se siente elevado a alturas enormes, pero en cierto momento se satura al ver desde lo alto de la monta- ña, y quiere comer grama, andar con sus propios pies en la vegetación.

Toda esa inapetencia de rumbos llevaba al hastío de recibir cualquier influencia de mi parte y, por lo tanto, a un desgaste.  Porque los panoramas hacia los cuales yo apuntaba ya no les importaban, y sí otras cosas más próximas, agradables. Había en ellos una actitud con relación a mí de como quien dice: “¡Espere un poco… ya lo alcanzamos!”

La sensación era que la torre de marfil que yo había construido se había  convertido en jabón, y sobre ella corrían las aguas.

La Sagrada Esclavitud cumplirá su misión

Y aquí está el punto llave de la historia: Nuestra Señora me sustentó misericordiosamente y, de vez en cuando, no con mucha frecuencia, me confería una gracia de confianza de que esa crisis sería superada, y una esperanza muy grande de que la Sagrada Esclavitud se realizaría.

Yo tenía esa esperanza firme hasta con relación a los más relapsos.  No era una voz interior, sino un presentimiento, un auxilio de la gracia para sustentarme. Y esperaba con todas las esperanzas, “exspectans exspectavi” (Sl 39, 2). Después de mil pruebas, de las cuales muchas eran torturas para mí, yo continuaba aguantando con toda serenidad, en función de esa fuerte esperanza inicial que yo conservaba.

En determinado momento, a ruegos de Nuestra Señora, la Providencia nos haría llegar una gracia. O sea, después de castigarnos con una larga ausencia –en la apariencia, porque Dios nunca quitó su mano de nosotros, sino nos habríamos dispersado; Él no estuvo ausente, sino escondido– Ella aparecería y se haría sentir de nuevo.

Sería por un movimiento gratuito de Nuestra Señora que el espíritu de la Sagrada Esclavitud volvería a nosotros y nos transformaría, como aconteció en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo bajó.

Y creo que la Sagrada Esclavitud cumplirá su misión.

Carlomagno – Palacio Residenz de Múnich

Magníficat por la fidelidad

Por otro lado, ¡cuánta fidelidad hubo! Bajo ese prisma, de allá para acá fueron tantas gracias, que es una verdadera maravilla. Y con una circunstancia: lo que está realizado hasta el momento es realmente algo grande y mayor de lo que muchos de nosotros imaginábamos.

Llamo la atención hacia dos puntos: ¡duración y resistencia! Porque resistir tanto tiempo en condiciones tan desfavorables representa una gracia muy especial, ¡propia a llenarnos de alegría y a llevarnos a agradecer a Nuestra Señora y cantar el Magnificat! Una parte sustancial de ese cántico se debe a las gracias que Ella concedió por medio de mi João.

João dirá que únicamente aprovechó lo que recibió de mí. No entro en esas reflexiones… Son cosas que él debe pensar, pero con las cuales yo no estoy obligado a concordar. Cada uno ve la realidad con sus propios ojos. Yo me intereso en mirar lo que fue hecho por medio de mi João. Tengo eso en una cuenta que él piensa que imagina, ¡pero no puede calcular!

Formación sistemática que  conduce al mirador profético

Reputo importante señalar un aniversario, el cual deseo que quede inscrito en nuestro calendario, por ser de mucho significado para la vida del Grupo: en el ya remoto año de 1969, se inició el esfuerzo de las “Itaqueras”, lanzadas por João Clá y otro miembro del Grupo. Se puede decir que con ese primer grupo comenzaron las innumerables gracias que Nuestra Señora no dejó de derramar allá.

¿Qué debemos decir con respecto a la “gracia de Itaquera”? ¿Cuál fue el papel de esos cursos en el Movimiento? ¿Qué podemos esperar de ellos?

Esos cursos nacieron de un modo completamente inesperado, sin que yo los hubiese elaborado con los dos. Me complace mucho notar el carácter sobrenatural de esa oleada de “Itaquera”, la cual se hizo sentir en la entera falta de planeación con que esa obra nació, de repente, y en la gracia del entusiasmo que la acompañó; después, por la propagación de ese estremecimiento por todo el Movimiento y, sobre todo, por los frutos durables. Todo lo verdaderamente sobrenatural confiere al hombre la posibilidad de hacer sacrificios durablemente.

Podemos decir, con el paso de los años, que en los designios de la Providencia aquello que se llamó “gracia de Itaquera” tiene un sentido profundo, que es preciso comprender. Y, a medida que corre el tiempo, la noción con respecto a esa gracia va quedando más clara. Vamos percibiendo que, con la presión revolucionaria, no bastaría una simple formación espiritual y doctrinaria en los moldes clásicos. Era necesaria una formación intelectual con cursos, conferencias, argumentación fría, lógica, clara, correcta, dando prelación a la coherencia al servicio de la fe; una formación espiritual pensada, raciocinada, reflexiva, seria, con fundamento en toda la Doctrina de la Iglesia.

La “gracia de Itaquera” representó algo que se puede expresar de esta forma: la deliberación de hacer cursos serios, con adiestramientos, haciendo obligatorio el aprender.  O sea, era la aceptación voluntaria de una coerción, para garantizar la efectividad de un propósito tomado.  Se trataba de una especie de ejercicios espirituales muy originales, que dejaron un surco en la vida de los esclavos de Nuestra Señora.

¿De qué valía eso desde el punto de vista espiritual? Tenía el valor de la seriedad, que es el punto por el cual las “Itaqueras” constituyen un felicísimo prolongamiento de nuestro sistema cotidiano de formar. Eso también se reflejaba en la formación de la voluntad, en la deliberación de adquirir reflejos, de volverse flexible, rápido, decidido, de ser capaz de sacrificios en todas las gamas, en la disposición de aceptar con entusiasmo cualquier servicio, aunque arduo, y cumplir el deber con alegría.

Bajo ese punto de vista, el gran vencido en “Itaquera” era Sancho Panza, o sea, la concepción de la vida civil en la cual el hombre juzga que la felicidad consiste en ver todos los peligros y esfuerzos alejados de sí, imaginando que la vida suave es la delicia de la existencia. Esa concepción es repudiada en “Itaquera”, pues constituye precisa y directamente uno de los obstáculos más fundamentales, si bien que más impalpables, para que se responda bien a la vocación. Por el contrario, la “gracia de Itaquera”, propia a despertar la varonilidad, la intrepidez y el coraje, nos muestra que hay una lucha de la cual participamos desde ya, y es el preludio de un combate mucho mayor en el cual participaremos en un futuro.  Así, toda la técnica y el ambiente de “Itaquera” son hechos para conducirnos a esta altura del mirador profético de donde se juzgan no solo los hechos actuales, sino también los acontecimientos y la vida interna del Grupo.

El Sr. João Clá presenta el estandarte al Dr. Plinio durante la ceremonia realizada en la sede del Reino de María, el 23 de julio de 1969

La gran “gracia de Itaquera” es creer en la “Bagarre”, en las promesas de Fátima; creer, por lo tanto, en la inestabilidad del mundo pagano de hoy y en la inmensidad de la lucha que ese castigo traerá consigo, así como en nuestra misión durante él e igualmente, después, en el Reino de María. Esa esperanza es el pensamiento nuclear de todo aquello.

Lo que el espíritu de “Itaquera” nos dice, con todas las fuerzas, es que  hay una incompatibilidad absoluta y  eterna entre los hijos de las tinieblas  y los hijos de la luz, entre el bien y el  mal, que debe ser tomada profundamente en serio. Se puede decir que las palabras “Inimicitias ponam” –“Pondré enemistades entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la de Ella” (Gn 3, 15)– son la sal de la “Itaquera”.

Nosotros no debemos medir las “Itaqueras” por los que participaron de ellas, por el provecho que estos o aquellos sacaron de esa gracia. Tenemos que considerar esa institución por el modo en el cual los ejercicios eran dados; son cosas completamente diferentes: una es la invitación hecha por la Providencia, otra es el nivel de aceptación. Es bien verdad que de esa gracia se deriva una serie de transformaciones. Basta ver, como resultado de ella, las campañas  

El Sr. João Clá saluda al Dr. Plinio después de una ceremonia en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en São Paulo, el 9 de diciembre de 1991

fatigantes, duras, que los miembros del Grupo realizaron corriendo riesgos, lo que tiempo atrás no harían.  Lo que hubo, sin embargo, de falta de correspondencia, es colosal. Pero esa gracia de tal manera ha resistido a todo, que realmente debemos juzgarla invencible.

El Sr. João Clá en 1969

Después, João se “eremizó”, y quedó solo el otro miembro del Grupo al frente de las “Itaqueras”. Pero este, sin João, no me parece que daría todo lo que podía. Él y João tenían una especie de simbiosis, y no era posible que él continuase las cosas sin João Clá.  Yo me estremezco pensando qué sería del Grupo si no fuese por João.

Éremo de Elías, donde se realizaron las primeras “Itaqueras”

Que Nuestra Señora, a quien debemos agradecer esa gracia desde  lo más profundo del alma, consolide en nosotros el aprecio por ella, la  haga fecunda en nosotros y cada vez  más abundante por la misericordia  de Ella, de manera que el opus tuum  fac se realice en nosotros, y nos convirtamos eminentemente en varones  al estilo de los Apóstoles de los Últimos Tiempos predichos por San Luis Grignion de Montfort.

1) Sigla por la cual se hizo conocida la Sociedad Brasilera de Defensa de la  Tradición, Familia y Propiedad, movimiento fundado por el Dr. Plinio  en 1960.

2) Rua (Calle) Aureliano Coutinho, No. 23, en São Paulo, donde los miembros del Grupo se instalaron el 20 de abril de 1957.

3) Conferencia dedicada a los más nuevos, inicialmente destinada a comentar alguna ficha hagiográfica.

4) Del latín: nadie hace algo grande de repente.

5) Relato del Sr. Joao Clá con respecto a la Sagrada Esclavitud: A medida que yo convivía con el Dr.  Plinio, en el día a día, iba teniendo cada vez más noción de su grandeza. Pasé a observarlo en su modo de ser: la entonación de voz, la mirada, los gestos de mano, el comportamiento, el trato. La gracia comenzó poco a poco a tocar mi alma para ver en él no solo a un hombre que transformaría el mundo, sino el varón en el cual se concentraban todos los designios de la Providencia, constituyéndolo el representante de Dios para nosotros en la Tierra. Esto fue en un crescendo hasta el momento en que, en 1965, mientras oía  música y recorría las páginas del Tratado de la Verdadera Devoción a la  Santísima Virgen, constatando cómo  San Luis Grignion de Montfort probaba que deberíamos ser esclavos de  Nuestro Señor Jesucristo por las manos de Nuestra Señora, Medianera  entre nosotros y Él, tuve un “flash”  por el cual percibía cuál era el vínculo de alma que deberíamos tener con  el Dr. Plinio: la misma dependencia  indicada por San Luis Grignion de  Montfort con respecto a Nuestra Se- ñora. Profundicé un poco más y, en cada página, concluía: “¡Eso es! La mejor forma de honrar a Nuestra Señora es estar en las manos de él, honrarlo personalmente, estar en su camino, seguirlo, servirlo, ser esclavo. ¡No hay duda!” Eso vino como un chorro de luz interior, por el cual la Providencia me hizo ver más claramente quién era él, y me concedió una mayor penetración en su alma. Esa gracia se fue consolidando, hasta el momento en que decidí escribirle una carta exponiendo todo y pidiéndole la gracia de la esclavitud en su explicitación plena:  la consagración a la Santísima Virgen, según los principios presentados en el Tratado de la Verdadera Devoción, realizada por su intermedio. Años antes, dos miembros del Grupo habían pedido hacer los votos religiosos, sobre todo el de obediencia, en sus manos. No obstante, el Dr. Plinio estaba a la procura de una solución desde el punto de vista jurídico.  Cuando recibió mi carta, dijo haber encontrado un camino para resolver la cuestión. Mandó que se estudiase la posibilidad, llegando a hacer reuniones con nosotros en su apartamento, a propósito del asunto. Posteriormente fue hecha una ceremonia de entrega de todos los bienes en sus manos. Ya estaba más o menos esbozado el ceremonial de la Sagrada Esclavitud que sería utilizado el 18 de mayo de 1967. La primera ceremonia se realizó al medio día en la Sede del Reino de María y transcurrió con mucha gracia.  Al final, el Dr. Plinio declaró: “Con esta ceremonia queda fundada la Institución de los Apóstoles de los Últimos Tiempos”.

El Dr. Plinio en la Sala de los Alardos (formaciones) de la Sede del Reino de María, en 1965

6) En portugués, segundo piso. Apartamento en el segundo piso de la Rua Alagoas 356, en São Paulo, donde vivía el Dr. Plinio.

7) Simposios realizados en una de las Sedes del Grupo, situada en el Barrio de Itaquera, Zona Este de São Pau￾ lo. Consistían en una serie de reuniones sobre doctrina católica, seguidas de debates y adiestramiento intelectual y físico, con vistas a preparar a los participantes para el estado de incondicionalidad, característica esencial de la perfecta esclavitud a Nuestra Señora.

8) En 1971, el Sr. João se hizo eremita en el recién fundado Éremo de São Bento, más tarde denominado San Benito I, antigua propiedad benedictina adquirida para en ella dar inicio al ideal de vida eremítica que el Dr.  Plinio tanto deseaba.

9) Del latín: haz tu obra. Petición dirigida al Inmaculado Corazón de María.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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