Alrededor de las 2.30 de esta madrugada (hora brasileña), 1 de noviembre, confortado por los Sacramentos de la Santa Iglesia y rodeado de sus hijos espirituales, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, a la edad de 85 años entregó serenamente su alma a Dios en Brasil, en la ciudad de Franco da Rocha (Gran São Paulo), después de 14 años de sufrir un derrame cerebral. Como fundador de los Heraldos del Evangelio, deja un legado de santidad de vida a millones de católicos vinculados a la institución en los cinco continentes.
Mons. João nació en São Paulo, Brasil, el 15 de agosto de 1939, de madre italiana y padre español. Desde su juventud, aspiró a reunir a los jóvenes para formarlos y conducirlos hacia Dios. Para esta misión, soñaba con encontrar un hombre plenamente bueno y desinteresado, en medio de la arrogancia y la concupiscencia del mundo (cf. 1 Jn 2, 16). El 7 de julio de 1956 conoció al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, uno de los líderes católicos brasileños más destacados del siglo XX, en cuyo ardiente discípulo y el intérprete llegó a convertirse. Se unió a él como miembro de la Tercera Orden Carmelita y, al cabo de unos años, de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad.
En 1958 sirvió en el Ejército brasileño, donde se le concedió el honor militar más distinguido en el campo de la formación, la medalla Mariscal Hermes. Este período de su vida influyó considerablemente en la nota marcial que daría más tarde a los Heraldos del Evangelio.
Tras estudiar Derecho en la Facultad del Largo São Francisco (São Paulo), se formó con eminentes profesores dominicos de la escuela tomista de Salamanca (España), como Fr. Victorino Rodríguez y Rodríguez, Fr. Antonio Royo Marín, Fr. Arturo Alonso Lobo, Fr. Esteban Gómez, entre otros. Posteriormente obtuvo las licenciaturas en Psicología y Humanidades, así como el doctorado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, y en Teología.
Fundó el Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista y el Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino, así como la revista científica Lumen Veritatis y la revista de cultura católica Heraldos del Evangelio. Es autor de veintisiete obras, varias de las cuales han sido traducidas a siete idiomas y algunas con una tirada de más de dos millones de ejemplares. Entre ellas destacan: Fátima, aurora del tercer milenio; María Santísima, el Paraíso de Dios revelado a los hombres; San José, ¿quién lo conoce?; Lo inédito sobre los Evangelios; Doña Lucilia y El don de la sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira.
Discerniendo el deseo del Dr. Plinio de crear una asociación de carácter religioso, aprobada por la Santa Iglesia y a su servicio, hizo como en la parábola del grano de mostaza (cf. Mt 13, 31): puso la semilla de la vida religiosa haciendo una experiencia de vida comunitaria en un antiguo edicio benedictino de São Paulo en los años setenta. Tras la muerte del Dr. Plinio en 1995, el Espíritu Santo irrigó esta iniciativa con nuevas gracias, haciendo germinar las tres entidades ponticias fundadas por Mons. João: la Asociación Privada Internacional de Fieles Heraldos del Evangelio, aprobada en 2001 por el Papa Juan Pablo II, la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli y la Sociedad Femenina de Vida Apostólica Regina Virginum, ambas aprobadas por el Papa Benedicto XVI en 2009.
Solícito con toda la Iglesia (cf. 2 Cor 11, 28), su labor apostólica se extendió por todo el mundo, especialmente tras la aprobación pontificia de los Heraldos del Evangelio. Fundó más de cincuenta coros y orquestas e impulsó la construcción de casi una treintena de iglesias y oratorios — dos de los cuales recibieron el título de basílica— en Brasil y en diversas naciones de América, Europa y África.
Los millones de miembros y seguidores de los Heraldos —sacerdotes, hermanos y hermanas asociados, miembros cooperadores o participantes solidarios— están hoy activos en más de setenta países, llevando a cabo muy diversas obras sociales y evangelizadoras, siguiendo los caminos trazados por su fundador.
En el plano espiritual, Mons. João difundió la devoción a la Santísima Virgen mediante ceremonias de consagración a Ella, según el método de la esclavitud de amor que enseña San Luis María Grignion de Montfort, llegando indirectamente a casi tres millones de fieles en 178 países. También instituyó y fomentó la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento en las casas principales de las instituciones que fundó.
En 2008, tres años después de su ordenación sacerdotal, Benedicto XVI lo nombró Protonotario Apostólico y Canónigo Honorario de la Basílica Papal de Santa María la Mayor de Roma. Ha recibido diversas condecoraciones y honores en Brasil y en el extranjero, incluida la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice por su dedicación en favor de la Santa Iglesia y del Sumo Pontífice. En 2009 publicó el opúsculo titulado Con motivo del Año Sacerdotal, sugerencias de los Heraldos del Evangelio a la Congregación para el Clero, escrito a petición del entonces prefecto de esta Congregación, y en 2010 el ensayo La Iglesia es inmaculada e indefectible, en el que denuncia las causas profundas de los abusos cometidos contra menores o personas vulnerables.
Otro pilar de su apostolado fue su sentire cum Ecclesia —sentir con la Iglesia— incluso cuando ella era injustamente vilipendiada. De hecho, con el crecimiento de las instituciones que fundó, no pasó mucho tiempo antes de que los enemigos de la Esposa Mística de Cristo y del bien comenzaran a calumniarlas a ellas y a su fundador, especialmente desde 2017. Como hijo de la Iglesia, Mons. João siempre trató de restablecer la verdad sobre ella y acerca de él mismo y sus fundaciones. De este modo, ha salido indemne de las oleadas de falsedades y calumnias en su contra, ya sea aceptando las retractaciones de sus acusadores —que fueron ratificadas por los tribunales— o acumulando innumerables victorias procesales, consignadas en sentencias y en el cierre de investigaciones, tanto en el ámbito civil como en el eclesiástico. No es casualidad que sintiera una especial devoción por San Fernando de Castilla: se dice que este rey español nunca fue derrotado en el campo de batalla.
Quienes conocen la historia eclesiástica no ven en estos percances un fracaso de la Iglesia ni de las obras que participan de su inmortalidad, sino sólo la confirmación de las palabras de Jesús: «Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» ( Jn 15, 20). Nada nuevo bajo el sol: éste fue el camino recorrido por tantos campeones de la Fe, como Santa Teresa de Jesús, San Luis Orione o San Pío de Pietrelcina. Desde esta perspectiva, se entienden bien las palabras que el Cardenal Franc Rodé, entonces prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, dirigió a Mons. João el 15 de agosto de 2009: «¡Usted es de la estirpe de los héroes y de los santos!».
Las biografías de los hombres providenciales no terminan en este mundo. Más bien, su paso por este valle de lágrimas es sólo el preámbulo de muchos más capítulos por venir. Santa Teresa del Niño Jesús proclamó con razón: «Yo no muero, entro en la vida» y «Pasaré mi Cielo haciendo el bien en la tierra».
Inspirados por las numerosas conquistas de Mons. João, bajo la influencia del Paráclito y el apoyo indefectible de María Santísima, sus hijos espirituales continuarán su misión en favor de la Santa Iglesia y de la sociedad civil con serenidad, entusiasmo y concordia, pero también con vigilancia e intrepidez.