¿Música clásica o canto gregoriano?

Publicado el 09/17/2022

Considerando la maravilla que es la música en la tierra, sobre todo la música que verdaderamente merece tal nombre, es imposible para el espíritu atento y elevado no trascender inmediatamente a pensamientos sobre la música extraterrena, celestial, angélica. Si el canto gregoriano, por ejemplo, es tan sublime, si la música clásica es tan bella, ¿cuánto más bellas y sublimes serán las melodías escuchadas e interpretadas por los espíritus celestiales? Meditemos junto al Dr. Plinio este hermoso punto a considerar; ¡elevemos nuestro espíritu a pensamientos más sublimes!

Hoy quiero levantar para ustedes un problema. Quisiera ver cómo responden a él… Ustedes tomen alguna música polifónica de las que nuestro coro suele cantar aquí. Prestando atención en el canto, se puede notar que existe una analogía entre el habla humana y ese cántico, porque cada nota que es cantada parece una inflexión de la voz humana, como cuando el hombre dice, afirma algo.

Por ejemplo, en el momento en que yo dije “cuando el hombre afirma algo”, sin quererlo di una carga a la palabra “afirma” para indicar lo afirmativo del verbo “afirmar”. Como puse esa carga a la palabra “afirma”, lo otro lo dije más rápido: “algo”, porque el “algo” es ligero, es rápido, es solo una pincelada en el pensamiento. De manera que, al pronunciar la frase, hice lo que todo el mundo hace, es decir, “martillé” las sílabas, la voz, de acuerdo con lo que hay en mi temperamento y en mi alma al respecto de aquello que estoy diciendo.

De aquí concluimos que existe un modo de pronunciar las cosas por el que la pronunciación discretamente “canta” lo que está siendo dicho. El cantar indica el estado temperamental y el sabor que se encuentra y se quiere expresar, bueno o malo, agradable o repulsivo, en aquello que estoy diciendo. Así es como los hombres hablan. Nosotros hablamos así.

La música polifónica es un canto que (junto con el canto gregoriano, que comparte esta característica que estoy por enunciar) tiene esto de propio: cada nota es una meditación sobre el sentido de la palabra que está siendo dicha. Es una toma de posición piadosa, ora triste, ora alegre, ora afectuosa, ora adoradora, ora reparadora, ora eucarística, al respecto de aquello que está siendo dicho. Lo bonito está en poder acompañar exactamente así la música, palabra por palabra. La música que fue cantada ahora es una verdadera belleza y tiene todas esas inflexiones de las que acabamos de hablar.

Podemos ver en la música otra cosa: Tomemos, por ejemplo, la música clásica. Es una magnífica arquitectura de sonidos. Pueden ser comparadas, de algún modo, a un predio, con sus masas distribuidas, sus columnas, sus cuerpos de edificios, sus desarrollos, etc. Pero en donde entra algo más abstracto que la expresión de un pensamiento humano: entra una pura idea de armonía.

Yo pregunto entonces: ¿cuál de esas es la verdadera concepción de la música? Y, si ambas son verdaderas, ¿cuál de ellas es la más alta? Encuentro aquí la oportunidad de decir algo de paso, que es lo siguiente: me pregunto si no existirá un estilo de música que pueda reunir ambas perfecciones, si esto no sería posible, porque ambas cosas son manifiestamente tan nobles y tan altas que un cierto sentido de unidad hace que se desconfíe de que haya la posibilidad de reunir las dos en una sola visualización.

Solo quiero indicar aquí una idea para esbozar un poco aquello que probablemente es la música de los Ángeles en el Cielo. Porque es positivo que los Ángeles tienen una música en el Cielo, si bien no sea la música material. Que esa música tiene que tener una arquitectura sonora magnífica, está fuera de duda. Que tiene que ser la expresión de la voz de ellos, está fuera de duda. ¿Habrá dentro del hombre la posibilidad de una música así? Con las limitaciones del hombre, para la criatura humana ¿existirá la posibilidad de una música así?

Es con reflexiones parecidas a esta que, cuando la vida está muy pesada, se puede pensar un poco en el Cielo: Ángeles, espíritus perfectísimos, purísimos, virtuosísimos, fidelísimos, continuamente contemplando a Dios, viendo en Dios cosas siempre las mismas y siempre nuevas, exclamando tonos, en tonos sonoros, su sentir. ¡Es algo maravilloso!

Extracto, con adaptaciones, de una Reunión del 23 de marzo de 1970

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