Músicas navideñas francesas

Publicado el 12/16/2021

Analizando dos músicas navideñas francesas, Dr. Plinio muestra cómo cada una de ellas debería reflejar más profundamente la grandeza sobrenatural de la Navidad. En medio de mucha delicadeza, hay una especie de carencia de sacralidad.

Una de las principales características de la música francesa, al menos en la medida en que la conozco, es que ella expresa de preferencia un cierto tipo de sentimiento humano, al cual corresponde el adjetivo francés salonnier, de salón.

Cortesía francesa

El clásico salón francés es habitualmente de techos altos, techo con estuco, teniendo algunas muy ligeras pinturas doradas realzando algún movimiento del estuco. Los muebles son de un estilo que puede ir del Luis XIII hasta el Luis XVI, hechos de maderas preciosas, con incrustaciones en bronce finamente trabajadas, a veces con cubierta de mármol, alabastro u otra piedra también de gran valor, teniendo encima bibelots, figuritas de porcelana, de plata, de oro, de cristal, puestas allí para entretener a los hombres, y jarrones de flores muy bonitas.

Las sillas en el mismo género, con tejidos de una delicadeza magnífica, con colores leves: color de rosa muy pálido, azul de aurora, verde agua. Todo dentro de una atmósfera de sonrisa, creando el clima de la cortesía francesa.

La lengua francesa es para esa cortesía como la partitura es para la música. Hay una finura francesa que es el modo de ser amable, de hacerse agradable por aquello que se dice, de
modo ultrapensado, pero muy leve. De manera que la cosa pesada, muy raciocinada que viene como una carreta no cabe en el estilo francés que es leve, distinguido, y procura dar la impresión de que la idea surgió con toda facilidad de un espíritu genial, e hizo a todo el mundo sonreír.

La sonrisa de admiración, de aplauso, de simpatía, de protección, todas las gamas de la sonrisa florecen en el salón francés. Las reverencias son profundas, calculadas según la categoría de la persona que la hace y de la que recibe la reverencia.

Hay toda una aritmética social colocada en eso, pero que se disfraza con dichos ligeros. Eso hace que se tenga la impresión de que todo eso es suave, espontáneo, y se vive una vida casi irreal.

Esa suavidad, producto quintaesenciado de una civilización a la cual me refiero con simpatía, más aún, con admiración, es sin embargo, un refinamiento unilateral. Porque no es justo, no es bueno, no es real  que toda la vida social de un pueblo como el francés reproduzca apenas lo leve y lo elegante como si la vida fuese sólo eso. El salón tiene que ser una imagen de la vida, mas el salón francés es la imagen de una fantasía.

Encanto por la vida campestre

Dada esta introducción, podemos preguntarnos cómo es la Navidad francesa, que es una Navidad de salón. Es una sociedad de salón que procura colocarse en presencia de la gruta de Belén con el Niño Dios, Nuestra Señora y San José, personas de estirpe principesca, pero al mismo tiempo simple, y hasta muy simple, de un lado; y de otro lado lo que hay de menos propio a un salón: ¡Bueyes y vacas que con su aliento van calentando a un Niño que siente frío, acostado en la paja, dentro de un pesebre! No era así que se representaban al rey y a la reina, mirando al delfín que había nacido. Entonces, ¿cómo el francés imagina los sentimientos del hombre de salón frente a ese Pesebre?

De esa vida de salón floreció lo que en francés se llama la bergerie.

Berger es el pastor. La bergerie es un conjunto de comentarios, presentaciones, toda una concepción del mundo pastoril.

Entonces, el pastorcito, árboles lindos con frutitas rojas, un corderito en el cual se podría amarrar una cinta color rosa o azul claro, la pastorcita que camina al lado de él usando un bastón grande, la campanita que toca cuando el corderito anda… En fin, una representación mimosa basada en la vida de campo, pero como esta vida no es en la realidad. Porque el campo tiene escarabajos, agujeros en el suelo, bichos muertos, cosas fétidas. El campo es el campo, aunque sea francés.

Este encanto por la vida campestre era un modo por el cual los franceses se desahogaban de lo excesivamente quintaesenciado, civilizado, procurando recurrir a la simplicidad extrema y hasta exagerada para mostrar los lados encantadores del candor pastoril.

Dentro de esta concepción, la Reina María Antonieta llegó a construir un hameau, un caserío, menor incluso que una aldea, en el Petit Trianon, que era una especie de ambiente campestre organizado por ella en las dependencias del parque de Versalles.

Allí ella, las duquesas y las princesas aparecían vestidas de pastorcitas, pero con tejidos de seda. Entonces, pastoras de cuento de hadas, con unos carneritos que antes habían sido lavados, perfumados, arreglados del modo más perfecto y que podían poner una pata fuera de la etiqueta. Canciones pastoriles tocadas por grandes orquestas, etc.

Yo imagino que es en esa delicadeza lírica de la canción pastoril que es concebida la Navidad francesa.

Ahora, vamos a analizar algunas músicas navideñas francesas.

Nació el Divino Niño

Il est né le Divin Enfant
Jouez hautbois, résonez musettes
Il est né le Divin Enfant
Chantons tous son avènement

Nació el Divino Niño. Tocad oboes, resonad gaitas.Nació el Divino Niño Cantemos todos su advenimiento

El término “avènement” tiene aquí una particularidad: es que se dice también de un rey que sube al trono, el avènement du roi.

Depuis plus de quatre mille ans
Nous le promettaient les prophetes
Depuis plus de quatre mille ans
Nous attendions cet heurex temps

Desde hace cuatro mil años
Los profetas nos prometían
Desde hace cuatro mil años
Nosotros esperábamos este tiempo feliz
Es el Mesías que debía venir

Ah Qu’il est beau, qu’il est charmant!
Ah! Que ses grâces son parfaites!
Ah! Qu’il es beau, qu’il est charmant!
Qu’il est doux ce Divin Enfant!

Ah, ¡cómo es bello, cómo es encantador!
El término “encantador” no traduce completamente lo que la palabra“charmant” significa en francés. Es preciso haber visto el encanto de la cosa francesa para comprender lo que es
charme.

¡Ah, qué perfectas son sus gracias! Gracia, ¿qué es aquí? No es la gracia sobrenatural, sino cómo es perfecto aquello que Él tiene de gracioso.

Su graciosidad es perfecta. Vean, por tanto, que es el Niño de salón.

¡Ah, qué bello es, qué encantador!
¡Qué dulce es ese Niño Divino!
Está descrito el Niño: El es bello, encantador, dulce. Es el Niño Dios. Realmente conviene al Niño Dios esto, mas es una focalización toda especial.

Los Angeles en nuestros campos

Consideremos otro cántico cuya letra dice:

Les anges dans nos campagnes

Ont entonné l´hymne des cieux.
Et l´echo de nos montagnes
Redit ce chant mélodieux
Gloria in exelsis Deo

Bergers, pou qui cette fête?
Quel vainqueur, quelle conquête
Merite ces choeurs triomphants?
Gloria in excelsis Deo

Ils annoncent la naissance
Du Saint Redempteur d´Israel
Et pleins de reconnaissance
Chantants ce jour solennel
Gloria in excelsis Deo

Los Angeles en nuestros campos
Entonaron un himno de los Cielos
El eco de nuestras montañas
Repercute ese canto melódico
Gloria a Dios en las alturas

Pastores, ¿para quién es esta fiesta?
¿Cuál es el objeto de todos estos cantos?
¿Qué vencedor, qué conquista.

Merecen estos coros triunfantes?
Gloria a Dios en las alturas
Ellos anuncian el nacimiento
Del Santo Redentor de Israel.

Y llenos de reconocimiento
Cantan en este día solemne
Gloria a Dios en las alturas.

Esta canción es sensiblemente menos frívola que la anterior. Ella procura, como aquélla, resaltar la alegría y el esplendor de la noche de Navidad. En cualquier cántico navideño éste es un elemento indispensable. Mas esa música busca esa alegría y ese esplendor en la participación de los Ángeles. Quien compuso la canción desvió la atención del público, que está arrodillado delante del Pesebre y que debe aplaudir la canción, hacia el coro de los Ángeles en el Cielo. El esplendor es, sobre todo, el de los Ángeles, como algo hecho para glorificar al niño.

Sin embargo, esa glorificación es dada menos por los hombres que por los Ángeles. Los hombres procuran interpretar y reproducir lo que los espíritus celestes cantaron en honra al Niño. De manera que tiene más fuerza y sacralidad que la canción anterior, en la cual son hombres de salón que dicen: “Ah, qué criatura graciosa…”

Asimismo, a mi ver, no tiene todo aquel grado de sacralidad y sobrenaturalidad indispensable a la música sacra, o incluso a la música religiosa popular, que tiene su papel, pero precisa ser más sacral, hacer sentir más lo sobrenatural. Aquí se siente aún la naturaleza cantada en lo que ella tiene de más bello, no obstante lo cual no agota la belleza de la Navidad. La Navidad es una fiesta sobrenatural.

Extraído de conferencia del 4/1/1989

 

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